La paciencia fruto del Espiritu Santo

Paciencia o longanimidad viene de un vocablo griego que habla de la inmutabilidad de una persona ante la provocación.
Esto incluye soportar pacientemente el maltrato sin enojos y sin alimentar propósitos de revanchas o venganzas.

Es la paciencia personificada, es la paciencia del amor. Si nos mostramos irritables, vengativos, resentidos y maléficos con nuestros vecinos, no somos pacientes, no mostramos rasgo alguno de longanimidad. Y cuando existe esa condición, el Espíritu Santo no controla nuestras vidas.

La paciencia es el resplandor trascendente de un amante y tierno corazón que, en su trato con quienes lo rodean, se comporta con ellos en forma bondadosa y cortés. La paciencia juzga las faltas de los demás con bondad, compasivamente, sin injustas o acerbas críticas.

La paciencia incluye la perseverancia, la capacidad de sostener a pie firme bajo la carga del agotamiento, de la tensión y de la persecución, mientras se ocupa el cristiano en la obra del Señor.
La paciencia es parte del autentico cristiano, algo que siempre admiramos en los demás, pero a la cual somos poco dados.

La paciencia en nuestras vidas surge de Dios y se manifiesta según la disposición de practicarla.

“Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia”.
Santiago 1: 2-3

La erosión interior del corazón nos deja vulnerables a los arteros y a menudo disfrazados ataques de Satanás. Pero quienes aprendieron a elevar una instantánea oración al Espíritu Santo al primer signo de la tentación, no tienen razón alguna para temer dicha erosión.

Para que el Fruto del Espíritu Santo se manifieste en nuestras vidas, Dios permite que enfrentemos el castigo y la disciplina y suframos la aflicción y la persecución.

Cuando esperamos en el Señor, pareciera que Dios tarda mucho para ayudarnos, pero nunca llega demasiado tarde.

Pablo escribió:
“Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria”.
2Corintios 4:17.

Jesús dijo a sus discípulos:
“Con vuestra paciencia ganareis vuestras almas”
Lucas 21: 19.

Pero cuando hablamos de paciencia tenemos que cuidarnos de una cosa. A veces la usamos como una excusa para dejar de actuar cuando somos  llamados a hacerlo. Hay ocasiones en las cuales disfrutamos una especie de autoflagelación neurótica porque no queremos enfrentarnos a la verdad y erróneamente llamamos a eso paciencia.

Pero Jesús vigorosamente “echo fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas”. Mateo 21:12.

Además, fustigó furiosamente a los escribas y a los fariseos”. Mateo 21: 13 y siguientes.

El cristiano lleno del Espíritu Santo sabe muy bien cuando revelar una “justa indignación” y cuando ser paciente; también sabe cuando la paciencia es una excusa a la inacción o una muleta para esconder un defecto de carácter.