Vida interior - Parte1

Poco nos hablan de la importancia del Espíritu Santo en nuestras vidas. En la mayoría de los casos lo vemos como algo místico y no como esa parte de la Santa Trinidad que hoy más que nunca, está presente en nuestras vidas.
A continuación comparto varios segmentos del libro:
EL ESPIRITU SANTO
POR BILLY GRAHAM



LECTURA Y RESUMEN                                                                                                                                                                                                                                    

INTRODUCCION:
EL CLAMOR DEL HOMBRE, EL DON DE DIOS.
El hombre básicamente clama por dos necesidades espirituales: el perdón y la bondad.
Para el perdón Dios nos dio el don divino de la salvación en Cristo. Este don está al alcance de cualquiera que de corazón admita haber pecado. Para el que busca a Dios y acepta en Jesús a su Señor y Salvador.
Para el clamor de bondad, nos dio el Pentecostés que es el momento en que el Espíritu Santo, que nos da la capacidad de reconocernos pecadores y de verdaderamente ser buenos.

El poder de Jesucristo nos da la posibilidad de cambiar las aéreas más intimas.

El poder del Espíritu Santo es capaz de revitalizar nuestra Cristiandad.
Pero nuestra ignorancia con respecto al Espíritu Santo ha opacado todo lo que puede hacer en nuestras vidas.
Muchos queremos este poder pero no tenemos idea de lo que en vedad es.

El Espíritu Santo fue Prometido
Jesús prometió que cuando Él se fuera, enviaría al “Consolador” o “Ayudador”  que es ni más ni menos el Espíritu Santo.
Juan 16:5-7.
Lo envió para todos y cada uno de sus creyentes sin excepción, no nos dejaría solos.
Juan 14:18.
De esa manera cuando Jesús resucito, fue visto por sus discípulos que en principio se asuntaron y creyeron que era un fantasma, pero Jesús les pido que le tocaran y aun más pidió de come, cosa que ningún fantasma o espíritu podía hacer.

Cincuenta días después, el Espíritu Santo llego a ellos sus discípulos como un soplo y empezaron a hablar en lenguas.
Hechos 2:1-4.

“Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dadivas a vuestros hijos, ¿Cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?”
Lucas 11:13.
El Espíritu Santo esta en cada verdadero creyente.
Entonces ¿quién es esta persona que Jesús utilizo para cambiar la naturaleza humana, que puede otorgarnos poderes sobrenaturales para enfrentar cualquier crisis? y ¿cómo experimentamos su poder en nuestras vidas?

1)       QUIEN ES EL ESPÍRITU SANTO.
Entonces ¿quién es el Espíritu Santo?
Es una Persona.
Jesús habla de “él”, en Juan 14, 15, 16. Juan 14:26.
El Espíritu Santo no es “eso” ni un soplo o algo intangible como un fantasma, o una fuerza misteriosa.
El Espíritu Santo tiene intelecto, emociones y voluntad, además que:
Habla: Apocalipsis 2:7; Hechos 12:2.
Intercede: Romanos 8:26.
Testifica: Juan 15:26
Dirige: Hechos 8:29; Romanos 8:14.
Ordena: Hechos 16:6,7.
Guía: Juan 16:13.
Encomienda: Hechos 20:28.
Se le puede mentir: Hechos 5:3,4.
Puede ser afrentado: Hebreos 10:29
Puede ser Blasfemado: Mateo 12:31,32.
Puede ser contristado: Efesios 4:30.

El Espíritu Santo es una persona Divina: es Dios.
Es eterno: Hebreos 9:14.
Todopoderoso: Lucas 1:35.
Está presente en todas partes: Salmo 139:7
Todo lo sabe: 1Corintios: 2:10-11.
Es llamado Dios: Hechos 5: 3-4; 2Corintios 3:18.
Es el Creador: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo crearon juntos el mundo. Génesis 1:2; Colosenses 1:16-17.

La Trinidad.
Explicar la Trinidad no es posible en su totalidad, porque nuestra fe es monoteísta, pero a pesar de ellos existe una trinidad y cada parte de la trinidad tiene individualidad.
El Cristianismo es Trinitario, no unitario. Pero de igual manera existe un solo Dios, así que la fe Cristiana es monoteísta.
Eruditos Hebreos han estudiado que en el idioma hebreo existen  tres números. El singular o uno, el dual o dos y el plural más de dos.
La palabra que traduce “Dios” en Génesis 1:1, es plural. Que obviamente significa, mas de dos. (Elohim)
Matthew Henry dice que significa “la pluralidad de personas en la Deidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Este nombre plural de Dios… (Confirma) nuestra fe en la doctrina de la Trinidad, algo oscuramente insinuado en el Antiguo Testamento, pero claramente revelado en el Nuevo”.
Como ya vimos respecto a la creación, desde el comienzo Dios nos permite atisbos del hecho de que la Deidad consiste de más de una persona. Ponemos en cursiva algunas de las palabras claves.

En Génesis 1:26 Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra”.

Más adelante, en Génesis 3:22, Jehová dijo: “He aquí el hombre es como uno de nosotros sabiendo el bien y el mal”.

Y en Génesis 11: 6-7 el Señor dijo: “He aquí el pueblo es uno, y todos estos tienen un solo lenguaje; y han comenzado la obra, y nada les hará desistir ahora de lo que han pensado hacer. Ahora, pues, descendamos, y confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el habla de su compañero”.

Cuando Isaías oyó la voz del Señor que decía: “¿A quién enviaré, y quien irá por nosotros?”.  Respondió: “Heme aquí, envíame a mí”. Isaías 6:9

El Nuevo Testamento en más rico en cuanto a la doctrina de la Trinidad.
La última orden de Jesús, antes de su ascensión, figura en Mateo 28: 18-20. En ella ordenó a sus seguidores hacer discípulos en todos los lugares del mundo y bautizarlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Es apasionante que Jesús dijo que los creyentes no serian dejados solo. Por medio del Espíritu Santo, que Él y su Padre enviaron, jamás nos desamparará y nos dejará solos. (Hebreos 13:5)
Permanecerá con cada uno de los creyentes, hasta el final. Este pensamiento nos ha estimulado miles de veces en estos tiempos, donde las fuerzas satánicas están desatadas en tantas partes del mundo.

En esta misma línea de pensamiento el apóstol Pablo dijo:
“La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”.
2Corintios 13:14.
Esta bendición indica claramente que el Espíritu Santo es uno con el Padre y uno con el Hijo, en la Deidad. Si el Padre es Dios, y Jesús es Dios, luego el Espíritu Santo también es Dios.

El principal problema relacionado con la doctrina de la Trinidad se refiere a la pretensión del cristianismo de ser monoteísta. Rechaza el politeísmo, es decir, la creencia en más de un Dios. La respuesta es que el trinitarismo preserva la unidad de la Deidad y al mismo tiempo reconoce que hay tres personas en esa Deidad que sigue siendo esencialmente una. Dios en uno, pero esa unidad es compleja.

Es un tema dificilísimo que escapa a nuestra posibilidad mental. No obstante ello, es de importancia capital declarar lo que la Biblia sostiene y callar donde la Biblia calla. Dios el Padre es plenamente Dios. Dios el Hijo es plenamente Dios. Dios el Espíritu Santo es plenamente Dios. La Biblia afirma lo anterior como un hecho. No lo explica. Sin embargo, se han intentado muchas explicaciones, algunas de cuales con grandes visos de realidad, pero no se ajustan a la verdad de la enseñanza Bíblica.
Una de las herejías cristianas en la iglesia primitiva fue el “modalismo”. Que enseñaba que Dios aparecía en distintos momentos en tres formas diferentes. En ocasiones como Hijo, otras como Padre y finalmente como Espíritu Santo. Quienes sostenían este punto de vista pensaban que preservaba la unidad del monoteísmo. Pero también significaba que cuando Jesús oraba, hablaba consigo mismo. Más aun, decir como dice Hechos 2, que el Padre y el Hijo enviaron al Espíritu Santo, poco habla a favor del modalismo. Y en última instancia, violaba la más clara presentación de la Trinidad en unidad, tal como lo expresa Jesús en Mateo, sobre la gran comisión. Fue Jesús quien dijo que a sus discípulos se les debía bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. La construcción gramatical no deja duda de que Jesús hablaba de tres personas diferentes. Claramente enseñó la doctrina de la Trinidad.

Hemos visto que el Espíritu Santo en un persona y es Dios y miembro de la Trinidad. Las personas que no reconozcan este hecho pierden toda su alegría y su poder. Claro está que una opinión errónea respecto a cualquiera de los tres miembros de la Trinidad dará los mismos resultados porque Dios reviste la misma importancia.
Pero resulta especialmente respecto al Espíritu Santo, porque si bien el Padre es fuente de toda bendición y el Hijo es el medio por el cual se canalizan todas las bendiciones, es mediante la obra del Espíritu Santo, actuando en nosotros, que toda verdad se torna viva y eficaz en nuestras vidas.

Lo más destacado que podemos decir como resumen es lo siguiente:
Nada hay de lo que Dios es que no lo sea el Espíritu Santo.
Todos los aspectos esenciales de la Deidad pertenecen al Espíritu Santo.
Podemos decir de Él exactamente lo que se dijo de Jesucristo en el antiguo Credo Niceno:
“¡Verdadero Dios de verdadero Dios!”.
De modo que nos inclinamos ante Él, lo adoramos, le acordamos toda respuesta que la Sagrada Escritura requiere de nuestra relación con el omnipotente Dios.
¿Quién es el Espíritu Santo?
El Espíritu Santo es Dios.

2) CUANDO EL ESPIRITU SANTO HA VENIDO
Si bien entender la trinidad es complicado para la mente humana, si por los menos debemos aceptarla, como tantas otras cosas que vienen de Dios y que en definitiva no fueron hechos para ser entendidas, sino obedecidas.
Cada uno tiene funciones privativas e independientes, dentro de la trinidad. Fue Dios Hijo quien murió en la cruz y no Dios Padre o Dios Espíritu Santo.
En el antiguo testamento el énfasis está en la obras de Dios Padre y en los Evangelios están las de Dios Hijo y es a partir de Pentecostés que el énfasis esta en el Dios Espíritu Santo, aun que ha obrado desde la creación.
La Biblia también nos dice que Dios el Espíritu Santo ha obrado a lo largo de la historia, desde el comienzo del mundo. Por lo tanto, comenzaremos nuestro estudio sobre la obra del Espíritu Santo, examinando brevemente sus actividades en las eras previas al Pentecostés, antes de concentrar nuestra atención en su ministerio, único en su género, desde entonces hasta ahora.

La obra del Espíritu desde la creación hasta Belén.
Ya vimos en el capitulo anterior que el Espíritu Santo se mostró activo en la creación. Según Génesis 1:2: “La tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo”. Pero de inmediato nos dice que “el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas”.
El Vocablo hebreo que traduce “movía” significa “aletear” o “revolotear”. De la misma manera que la gallina cobija bajo sus alas los huevos para empollarlos dándoles vida. De ello resultó la creación relatada en los capítulos 1 y 2 de Génesis. Así, pues desde el comienzo, el Espíritu Santo se mostró activo en la creación juntamente con el Padre y con el Hijo.
Cuando Dios “formó al hombre del polvo de tierra” (Génesis 2:7), el Espíritu Santo intervino en ello. Indirectamente lo sabemos por la afirmación que figura en Job 33:4: “El Espíritu de Dios me hizo, y el soplo del omnipotente me dio la vida”. Un juego de palabras nos muestra cuán íntimamente se relaciona el Espíritu Santo y nuestro soplo o hálito: tanto “Espíritu” como “soplo” derivan de la misma palabra hebrea.
Génesis 2:7 también dice que Jehová Dios “sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente”. Si bien el vocablo hebreo traducido aquí por “soplo” no es el mismo también significa espíritu. De esto entendemos que el hombre le debe su vida a dios y el soplo de Dios que inició al hombre en su transitar terrenal fue, en realidad el Espíritu Santo, tal como lo dice Job 33:4.
El Salmo 104:30 avanza un paso más haciéndonos comprender el papel desempeñado por el Espíritu Santo en la creación. El Espíritu Santo no solo actuó en la formación de la tierra y del primer hombre, sino que es siempre el creador de vida. “Envías (Dios) tu Espíritu, son creados, y renuevas la faz de la tierra”. ¿Quiénes son los “creados” por el Espíritu?
El Salmo 104 lo dice bien claro en todo su contexto, pero en los versículos 18-26 nos enteramos que están incluidas las cabras monteses y las madrigueras para los conejos, bestias de la selva tales como los leoncillos, el hombre y cuanto vive en la tierra o el mar.
Entendiendo que el Espíritu es el dador de vida, una mujer casada en el Antiguo Testamento, imposibilitada de concebir y dar a luz un hijo, se dirigía al tabernáculo o al templo. Allí elevaba oraciones o el sacerdote suplicaba a Dios que abriera su matriz. Esa mujer conocía, al igual que nosotros, los hechos básicos de la concepción, si bien no poseía tantos detalles científicos como los poseemos ahora, sobre el proceso del nacimiento. Pero aun para nosotros, hoy en día sigue siendo un misterio de la naturaleza y uno de los milagros de la naturaleza, el que in espermatozoide penetre un ovulo y se inicie una nueva vida. Y esto no es otra cosa que una manera médica o biológica de describir el toque de la mano de Dios al crear la vida.
Ana constituye una clásica ilustración de lo que acabamos de decir. Se dirigió al tabernáculo para orar pidiendo un hijo. Elí, el sumo sacerdote, pensó al principio que estaba borracha, pero ella le informó que era una mujer atribulada que derramaba su alma delante del Señor. Elí respondió: “Ve en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición que has hecho” (1Samuel 1:17). Tiempo más tarde concibió y nació el profeta Samuel. Y si bien es cierto que en el relato no se menciona el Espíritu de Dios, nuestro conocimiento del papel que desempeña, según el Salmo 104:30 y Job 33:4 nos dice bien a las claras que la función dadora de vida corresponde particularmente al Espíritu de Dios.
Pero el Salmo 104:30 nos dice algo más aparte de deberle nuestra creación al Espíritu. También renueva la faz de la tierra. Dios alimenta lo que crea.
Así, pues los creyentes de los días veterotestamentarios estaban totalmente convencidos de que Dios tenia algo que ver con el crecimiento y maduración de los cereales. Una buena cosecha se la atribuía a Dios: “Él hace producir el heno para las bestias, y la hierba para el servicio del hombre, sacando el pan de la tierra”. (Salmo 104:14). En el capítulo 28 de Deuteronomio se enunciaron las condiciones a darse para bendiciones y maldiciones una vez llegados a la Tierra Prometida. Si Israel obedecía a Dios, contaba con la promesa de que será “bendito el fruto de tu vientre, el fruto de la tierra” y “te hará Jehová sobreabundar… en el fruto de la tierra” Deuteronomio 28:4, 11)
La fiesta de las Primicias, en Israel, reconocía formalmente a Dios como responsable y causante de la abundancia. Y hoy en día, cuando inclinamos nuestras cabezas al sentarnos a la mesa para agradecer la comida que habremos de ingerir, reconocemos en Dios a nuestro sustentador.
Recordemos que Dios Bendice y maldice, libera y castiga. El Antiguo Testamento a menudo atribuye la salvación de Israel al Espíritu de Dios.
Contendió con la gente antes del diluvio (Génesis 6:3). Creemos que contiende con la gente en la actualidad exactamente como lo hizo antes del diluvio.

Jesús dijo: “Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre”. (Lucas 17:26).
Prevalecen hoy en dia las mismas enfermizas perversiones, la decadencia moral y la relajación. El Espíritu Santo lucha denodadamente, pero la inmensa mayoría de la raza humana hace oídos sordos a su llamamiento.
De tiempo en tiempo el Espíritu Santo tomaba posesión de ciertas personas para liberar al pueblo de Dios. Por ejemplo, en el libro de los Jueces solamente, vino sobre Otoniel (3:10), Gedeón (6:34), Jefté (11:29) y Sansón (13:25)
Las siguientes son las tres principales expresiones que se usan en el Antiguo Testamento para designar la obra del Espíritu Santo sobre los seres humanos:
1-   Vino sobre los hombres: “Entonces el Espíritu de Dios vino sobre Zacarías” (2Corintios 24:20)
2-   Se posó sobre los hombres: “… posó sobre ellos el espíritu” (Números 11:25)
3-   Llenó hombres: “Lo he llenado del Espíritu de Dios” (Éxodo 31:3).
El Espíritu utilizó no solamente a jueces y a profetas para liberar Israel, sino también a reyes. Eran ungidos con aceite, símbolo de que eran dinamizados con el Espíritu Santo. De modo que cuando Samuel ungió a David en 1Samuel 16:13, “desde aquel día en adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David”.
Y en el versículo siguiente se deja escuchar una nota de gran solemnidad. Mientras en el libro de Jueces el Espíritu muchas veces se apartaba una vez concluida la tarea encomendada al escogido, también puede apartarse cuando sus propios elegidos desobedecen. Esto le ocurrió a Saúl en 1Samuel 16:14 y también a Sansón, como vemos al comparar Jueces 14:19 con 16:20. La preocupación de David de que el Espíritu pudiera abandonarlo le hizo elevar la siguiente oración: “No quites de mi tu santo Espíritu” (Salmo 51:11)
La gran liberación de Dios, por supuesto, no vino por medio de un rey ungido por hombres, sino por el Mesías, título que significaba, justamente, “Ungido”.
Isaías anunció proféticamente que el Mesías habría de decir: “El Espíritu de Jehová el Señor esta sobre mí, porque me ungió Jehová” (Isaías 61:1). Y Jesús, leyendo esas palabras ochocientos años después, dijo: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros” (Lucas 4:21).
No siempre resulta fácil separa los papeles del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, en el antiguo testamento. Pero sabemos que Jesús se apareció de tiempo en tiempo en “teofanías”, que son simples apariciones de nuestro Señor antes de su encarnación. También sabemos que el uso del nombre de Dios en el Antiguo Testamento puede referirse a los tres distintos miembros que componen la Trinidad.
En resumen hemos visto que el Espíritu Santo obraba antes de la fundación del mundo. Luego renovó y alimentó a su creación. Se mostró activo en todo el periodo veterotestamentarios, tanto en el mundo natural como entre su pueblo, guiándolo y liberándolo por medio de jueces, profetas, reyes y otros. Y anunció el día del futuro en que habría de venir el Ungido.

La obra del Espíritu Santo desde Belén hasta Pentecostés.
Durante el periodo cubierto por los cuatro Evangelios, la obra del Espíritu Santo se concentró alrededor de la persona de Jesucristo. El Dios-hombre fue concebido por el Espíritu (Lucas 1:35), bautizado por el Espíritu (Juan 1:32,33), guiado por el Espíritu (Lucas 4:1), ungido por el Espíritu (Lucas 4:18; Hechos 10:38) y dinamizado por el Espíritu (Mateo 12:27,28). Pr el Espíritu se ofreció a sí mismo como expiación por los pecado (Hebreos 9:14), por el Espíritu fue resucitado (Romanos 8:11) y por el Espíritu dio mandamientos (Hechos 1:2).
Sin duda alguna uno de los pasajes de mayor inspiración y grandeza que podemos leer en las Sagradas Escrituras es el relato del lo que el ángel le dijo a María: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios” (Lucas 1:35). Personas excesivamente escépticas y otras excesivamente limitadas en su concepción sobre la ciencia pueden formarse en total descreimiento, pero el ángel descartó toda duda cuando dijo: “Porque nada hay imposible para Dios” (Lucas 1:37).
Para los cristianos, toda insinuación o sugerencia de que Dios el Espíritu Santo haya sido incapaz de producir un nacimiento virginal es pura tontería. Si creemos que Dios es Dios y que reina supremo en el universo, nada es demasiado grande para su ilimitado poder. En todo tiempo y lugar Dios hace cualquier cosa que se le ocurra hacer. Cuando planeó el nacimiento del Mesías, ejecutó un milagro. Pasó por alto uno de los eslabones en la normal cadena fisiológica del nacimiento: ningún varón participo en la concepción. La vida que se formó en la matriz de la virgen fue nada menos que la encarnada vida de Dios el Hijo en carne humana. El nacimiento virginal fue un signo tan extraordinario que obviamente fue Dios y no el hombre el que actuó en la encarnación. Hay ciertos teólogos, así denominados, en el día de hoy, que niegan la encarnación y rechazan la deidad de Jesucristo. ¡Al hacerlo así se aproximan muchísimo a la blasfemia contra el Espíritu Santo!
También se mostró activo el Espíritu Santo entre los discípulos, antes de Pentecostés. Y esto lo sabemos porque Jesús les dijo: “El Espíritu de verdad… mora con vosotros” (Juan 14:17).
Además, Jesús le dijo a Nicodemo: “El que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3:5). Y momentos después le dijo: “Os es necesario nacer de nuevo” (Juan 3:7)

Sin embargo el accionar del Espíritu entre los hombres, en los días de Jesús, difería de accionar en la actualidad. En Juan 7:39 nos dice el apóstol Juan, en lo que atañe a la palabra de Jesús: “Esto dijo (Jesús) del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aun no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aun glorificado”.
La Biblia no nos revela en detalle cual era, exactamente, la diferencia. No obstante ello, sabemos que la venida del Espíritu Santo en Pentecostés fue de una magnitud muy superior a lo que jamás experimentaron. De cualquier manera que sea, hemos visto que el Espíritu Santo se mostró activo de diversas maneras en el nacimiento y en la vida de nuestro Señor Jesucristo y en las vidas y ministerios de sus discípulos.

La obra del Espíritu santo desde Pentecostés hasta nuestros días.
En Hechos 1:9-11, Lucas registra la ascensión de Jesús al cielo y en el capítulo dos describe la venida del Espíritu Santo a la tierra Hechos 2: 1-4.

Jesús había dicho: “Si no me fuese, el Consolador (Espíritu Santo)no vendría a vosotros; mas si me fuese, os lo enviaré”.  Juan 16:7.

Fue en cumplimiento a esta promesa que Pedro, hablando del Cristo glorificado, dijo: “Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís”. Hechos 2:33.

Esto nos indica que Jesús fue glorificado y que su tarea expiatoria en la tierra había llegado a su fin y que la era del Espíritu Santo daba inicio.
Incuestionablemente, la venida del Espíritu Santo en el día de Pentecostés marcó un hito crucial en la historia del comportamiento de Dios con la raza humana. Es uno de los cinco acontecimientos pasados, todos los cuales son componentes esenciales de evangelio cristiano:
Encarnación: Señaló la entrada redentora de Dios en la vida humana como verdadero hombre.
Expiación: Es el medio por el cual Dios pudo mantener su cualidad de justo y al mismo tiempo justificar a los culpables.
Resurrección: demostró que los tres grandes enemigos del hombre, la muerte, Satanás y el infierno, habían recibido un golpe mortal.
Ascensión: Probó que el Padre había aceptado la obra expiatoria de su Hijo y habían sido satisfechas sus justas demandas.
Pentecostés: nos asegura que el Espíritu de Dios ha venido para poner en ejecución sus planes en el mundo, en la iglesia y en el creyente individual.
Un sexto acontecimiento aun pertenece al futuro: la segunda venida de Jesús.
El calendario religioso judío giraba alrededor de un cierto número de fiestas anuales. Pero las tres más importantes fueron las que exigían que todo varón se presentase ante el Señor (Deuteronomio 16:16). Eran las fiestas de:
La Pascua: En ella se conmemoraba la ocasión en que los Israelitas fueron milagrosamente  liberados de un largo periodo de cautiverio en Egipto. Luego de matar “el animal… sin defecto” (Éxodo 12:5), los israelitas pintaron con sangre los dinteles de las puertas de todo hogar hebreo y luego asaron y comieron el cordero. La sangre del cordero los libró del juicio de Dios. La Pascua veterotestamentarios tuvo cumplimiento final en la muerte de Cristo en el Calvario. “Porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros” (1Corintios 5:7).
La Carta a los Hebreos nos dice que ha cesado la necesidad de ofrendar la sangre de toros y machos cabríos. Jesucristo, de una vez y para siempre se ofreció, derramando su sangre para la salvación de los hombres. 

De los Tabernáculos: Le recordaba a Israel de los días del éxodo de Egipto cuando la gente vivía no en casas sino en enramadas o tiendas, que es lo que en la actualidad se traduce como tabernáculo. La celebración se hacia una vez terminada la siega, por lo cual en Éxodo 23:16 se le denomina “fiesta de la siega”. Tal vez la celebración de la liberación de Egipto se vio cumplida en la gran liberación y bendiciones que acompañaron a la redención en Cristo. Juan 7:38 puede sugerir que la venida del Espíritu Santo apaga la sed como no pudiera hacerlo el agua del desierto ni la lluvia necesaria para la agricultura.

Pentecostés: Era conocido como la “fiesta de las semanas” porque se realizaba un día después de transcurridos siete días de reposo (una semana de semanas), desde la Pascua. Y debido a que caía en el quincuagésimo día, tomo del griego el nombre de Pentecostés.
La fiesta del Pentecostés celebraba el comienzo de la cosecha; en Números 28:26 se la llama “día de las primicias”.

En un real sentido, el día de Pentecostés en el Nuevo Testamento, en el cual vino el Espíritu Santo, fue un “día de las primicias”, el comienzo de la cosecha de Dios es este mundo, a ser completada cuando Cristo venga otra vez. En el Nuevo Testamento Pentecostés marcó el comienzo de la actual época del Espíritu Santo. Los creyentes están bajo su dirección, al igual que los discípulos de Jesús estuvieron bajo Él. Desde el cielo Jesús todavía ejerce su señorío sobre nosotros, pero al no estar físicamente con nosotros, transmite sus directivas por intermedio del Espíritu Santo, que hace que en nosotros Cristo sea una realidad. Desde el día de Pentecostés, el Espíritu Santo es el vínculo existente entre el primer y el segundo advenimiento de Jesús.
Dirige la obra de Jesucristo a los hombres en esta era, como veremos en las páginas siguientes.
Cuando comencé el estudio sobre el Espíritu Santo, poco después de convertirme a Cristo, una de las primeras preguntas que me formulé fue:
“¿Por qué tuvo que venir el Espíritu Santo?”
Pronto hallé la respuesta al estudiar la Biblia. Vino porque tenia una tarea para cumplir en el mundo, en la iglesia y en cada uno de los cristianos.

A partir del pentecostés, nosotros estamos bajo la dirección del Espíritu Santo. Esto no quiere decir que Jesús este ausente, sino que es a través del Espíritu  Santo que trasmite sus directivas.


LA TAREA ACTUAL DEL ESPIRITU SANTO EN EL MUNDO.
1-   En primer lugar vino a convencer al mundo de pecado, de justicia y de juicio (Juan 16:7-11).
Todos somos pecadores y estamos destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:23).
El Hombre pecador NO puede heredar la vida eterna.
La tarea del Espíritu Santo es inquietarnos y convencernos del pecado., cuyo origen es Adán.
-El espíritu Santo persuade que Jesús es la justicia de Dios y que es el camino, la verdad y la vida.
-El Espíritu Santo también convence del juicio venidero
El día en Jesús subió al cielo, Satanás sufrió una gran derrota. Satanás es un enemigo derrotado, que implacablemente quiere hacer todo el daño que le sea posible. Es más que evidente en toda la perversión, permisividad, violencia y tantas otras cosas que padece el mundo desde Noé, hasta hoy.
2-   La segunda tarea del Espíritu Santo en el mundo es detener el crecimiento de la iniquidad, es decir ocuparse del ministerio de preservación.
El mundo incrédulo, poco sabe de cuanto se le debe al Espíritu Santo que este mundo no sea un verdadero infierno.
El Espíritu Santo será retirado gradualmente, cuando este por cumplirse la segunda venida del Jesús. Ese tiempo sin el Espíritu Santo será durante el reinado del anticristo, donde se verá el verdadero significado de maldad.
El Espíritu Santo, también actúa por medio de los creyentes.
Nosotros los creyentes somos llamados sal de la tierra y luz del mundo. Mateo 5:13,14. Términos muy sabios, porque aun que metáforas, la sal y la luz son dos fuerzas que actúan silenciosa y ocultamente, pero con gran resultado.
Es real nuestra influencia, a pesar de ser un grupo pequeño y en ocasiones dividido, pero es el Espíritu Santo, quien hace la diferencia.
-La sal previene la podredumbre.
-La luz disipa las tinieblas.
Tenemos sin duda alguna, una gran responsabilidad, porque es necesario que el mundo vea nuestra luz y en su mayoría, será a través de nuestros actos y nuestro propio ejemplo.
Tenemos un gran poder y no lo queremos utilizar. Si en verdad todos los creyentes cumpliéramos con nuestro deber, se produciría un dramático y pacifico cambio en el mundo.



LA OBRA DEL ESPIRITU SANTO EN LA IGLESIA.
El Espíritu Santo esta activo en el mundo y en la iglesia.
En toda la congregación de creyentes, sean bautistas, metodistas, luteranos, presbiterianos, pentecostales o católicos.
Iglesia viene de una palabra griega que significa “convocados”.
Esta Iglesia tiene como cabeza a Cristo. Toda persona que se arrepiente de sus pecados y recibe a Cristo como Señor y Salvador, es un creyente.

Primera obra:
La Biblia nos dice que la iglesia llego a ser por el Espíritu Santo.
“Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. Además, el cuerpo no es solo un miembro, sino muchos”.
1Corintios 12:13-14.



Segunda obra:
Dios vive en la Iglesia, por medio del Espíritu Santo.
“En quien (Jesucristo) vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu”.
Efesios 2:22.

Dios no está ahora en templos construidos por el hombre, pero está en medio de nosotros, cuando nos congregamos.
El Espíritu Santo  esta en nosotros los creyentes y de esa manera Cristo vive en nosotros, como dicen algunos versículos.
Romanos 8:10; Gálatas 2:20.

Otra cosa es que en muchas ocasiones tenemos un déficit de fruto del Espíritu Santo.

Tercera obra:
El Espíritu Santo otorga dones a los miembros específicos de la iglesia:
“a fin de perfeccionar a los santos par a la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo”.
Efesios 4:12.
Así que el Espíritu Santo otorga dones a cada uno, en el momento de recibir a Cristo. TODOS  recibimos por lo menos un don del Espíritu Santo.
Uno de los mayores problemas del creyente es no cultivar dichos dones.

LA OBRA DEL ESPÍRITU SANTO EN LA VIDA DEL CREYENTE.
Ya hemos visto de manera muy general, como el Espíritu Santo, actúa, en el mundo y en la iglesia, ahora daremos un vistazo en la vida del creyente.
1-El Espíritu Santo ilumina = esclarece la mente del Cristiano.
Debemos permitirle a Dios utilizar y renovar nuestras mentes, nadie quiere ser un cristiano frio, triste e intelectual.
Esto no quiere decir que no seamos intelectuales, porque una entrega sin reflexión es “fanatismo”. Pero la reflexión sin entrega es negación.
Una de las misiones del Espíritu Santo es quitarnos el velo que nos pone Satanás y que intenta cubrir nuestras mentes para no entender las cosas de Dios.
2-El Espíritu Santo, mora en nosotros.
Si en verdad entendiéramos lo que esto significa, empezaríamos a cuidarnos más en lo que comemos, bebemos, miramos o leemos.
3-Entre otras muchas cosas, está el Espíritu Santo.
Nos alienta – Hechos 9:31.
Nos guía – Juan 16:13.
Nos santifica – Romanos 15:16.
Nos instruye – 1Corintios 2:13.
Nos indica donde ir – Hechos 16:6-7.
Nos ayuda en la debilidad – Romanos 8:26.

3)        EL ESPIRITU SANTO Y LA BIBLIA.
Pablo declara que todas las escrituras están inspiradas por Dios:
“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia”.
2Timoteo 3:16.
Es por eso que la Biblia es nuestro tan preciado “Manual”.
Varios pasajes de la Biblia fueron inspirados por el Espíritu Santo.

“Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo”.
2Pedro 1:21

Los sucesos y relatos de la Biblia están escritos para cualquier época y lugar. Obedecen inicialmente a una circunstancia en particular, pero a su vez se aplican a todas aquellas similares o iguales de la época actual.
Isaías en el capítulo 53, hablo de la muerte de Jesús, 700 años antes. Muy seguramente él no entendió nada, pero como ya hemos hablado tantas veces, muchas de las cosas de Dios no están hechas para entenderse.

Ni aun el número de libros que comprenden la Biblia, fue dejado al azar. Son 66 libros y en ellos estuvo la voluntad de Dios, Espíritu Santo.

La Biblia constantemente es blanco de Satanás, quien siembra en muchos la duda de su veracidad. Quien pone oído a esto, es históricamente comprobable, víctima de decadencia espiritual e inmoralidad.

Toda la Biblia sin duda alguna, fue inspirada en cada palabra por el Espíritu Santo. Jesús dijo:
“Ni una jota ni una tilde pasará de la ley”.
Mateo 5:18
La jota es la letra más pequeña de alfabeto hebreo y la tilde es una proyectura de una letra hebrea.

Ninguno de los relatos de la Biblia es ficción, ni la historia de Noé, Adán y Eva, NINGUNA.
Una cosa si es cierta y es el hecho que la Biblia fue inspirada en hebreo y ninguno de los idiomas a los que es traducida la Biblia, tiene el exacto significado. Pero sin duda alguna las personas que realizan estas traducciones abaladas por eruditos, nos brindan las más similares, garantizando que el sentido no ha sido tergiversado.

Por ejemplo la palabra “bautismo”, no tenía equivalente en inglés, por lo cual fue vocablo traspasado al inglés, como a otros idiomas.
La sumisión a la Biblia es fundamental para la vida diaria de todo cristiano. No podemos aceptar una parte si y la otra no. Nos sometemos a ella por que proviene de Dios.

La Iluminación del Espíritu Santo.

Si bien el antiguo y nuevo testamento fue revelado por el Espíritu Santo, aparte de ello el Espíritu Santo ilumina las mentes y abre los corazones de sus lectores.
La Biblia no solo reúne doctrina e historia, sino que es un vehículo a nuestros corazones. Esto se cumplió con jeremías 15:16, Isaías 40:8 y muchos más que han expresado el poder de la palabra. Muchas veces en principio, podemos no entender mucho, pero poco a poco, al leer la Biblia el Espíritu Santo iluminará nuestros corazones y muchas veces de manera sorprendentemente personal.

La unidad del Espíritu y de la Palabra
Cuando predicamos o enseñamos la palabra, abrimos la puerta al Espíritu Santo para que haga su tarea.
Dios no prometió bendecir la oratoria y las cualidades para hablar, prometió bendecir su palabra, la cual nunca volvería vacía. (Isaías 55:11)
Dios nos ha dado su palabra:
“para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”.
2Timoteo 3:16-17.

“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.
Y no hay cosa creada que no sea manifestada en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta”.
Hebreos 4:12-13.

El estudio de la Biblia debe ocupar un lugar importante en nuestras vidas, tanto para conocerla, como para obedecerla.

El Espíritu Santo utiliza hoy en día la Palabra.
El Espíritu Santo tiene hoy en día el poder de transformar e inspirar vidas por medio de la Biblia.

4)        EL ESPÍRITU SANTO Y LA SALVACION.
Las maneras que utiliza el Espíritu Santo para llevarnos hacia Cristo son muchas y en ocasiones inexplicables, porque aun barreras como el idioma se ven disminuidas a la hora en que Él quebranta nuestro corazón. Algunas de estas maneras son:
-La necesidad de un renacer espiritual. Vivimos en una época donde lo tecnológico a desplazado a lo espiritual.
La tecnología avanza tan velozmente que posiblemente hasta una nueva raza humana creada en laboratorios sea una realidad no tan lejana.
Pero la ciencia ni la tecnología pueden cambiar la naturaleza básica del hombre. Solo Dios puede lograr tal cambio.
“De modo que si alguno esta en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”
2Corintios 5:17.

Los hombres cada vez están más habidos de “cambio”, de cierta manera es como si interiormente se buscara “una nueva vida”.
“nacer de nuevo”.
“Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre”.
1Pedro 1:23.
Jesús le dijo a Nicodemo uno de los grandes maestros religiosos, que todos sus méritos eran insuficientes y que le era necesario nacer de nuevo. (Juan 3:7)
Jesús explicó que este nuevo nacimiento (Esta regeneración espiritual) lo efectúa el Espíritu Santo.(Juan 3:8)
Esta nueva vida nos viene de la muerte y resurrección de Jesús y por la acción del Espíritu Santo.

Muchos de nosotros nos basamos en defender una religión y nos exhortamos a cumplir con diezmos, ayunos y más. Pero lo que en verdad necesitamos es a nuestro Salvador que regenere lo que hemos perdido en medio de la contaminación de un mundo perdido en banalidades. Antes que leyes, necesitamos vida.
“Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”.
Juan 3:6

Del corazón del hombre no sale nada bueno. (Mateo 15:19-20) Es una aseveración dura, pero real, de la naturaleza humana. La enfermedad del Hombre en la Biblia se llama “pecado”.
El pecado es transgredir la ley, no hacer lo que se sabe, se debe hacer, a los ojos de Dios.
Cambiar la naturaleza humana, está lejos del alcance de la tecnología, del hombre mismo, es algo que el hombre no puede merecer o lograr.
Solo Dios lo puede y debe hacer.

El Espíritu Santo nos hace tomar conciencia de pecado y nos llama.
Uno de los peores defectos del pecado es que nos ciega para reconocer nuestros propios pecados.
Solo el Espíritu Santo nos hace ver realmente nuestros pecados y la verdad del evangelio.
El Espíritu Santo quita la bruma delante de nuestros ojos, permitiéndonos ver las cosas como nunca antes, abriendo también nuestro entendimiento a la palabra de Dios.
“la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”.
Hebreos 4:12.
Dios Espíritu Santo, puede tomar las palabras más sencillas y la prédica más simple y convertirla en el más grande testimonio de vida.

“Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré el día postrero!.
Juan 6:44

Sin embargo hay una pequeña advertencia en Génesis 6:3, donde dice: “No contenderá mi espíritu con el hombre por siempre”.
Esto se traduce en que el hombre puede endurecer a tal punto su corazón por el pecado, que le será imposible oír la voz del Espíritu Santo.

El Espíritu Santo nos regenera.
Junto con el arrepentimiento y la fe, la regeneración es una de las obras del Espíritu Santo en el hombre.
Regeneración, renacer o renovación.
“Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo”.
Tito 3:5

La palabra griega que aquí se traduce como “regeneración”, está compuesta de dos vocablos griegos que literalmente significan “nacer nuevamente”.
El hombre en su naturaleza esta muerto espiritualmente por el pecado y es por ello que debe nacer de nuevo y es a través del Espíritu Santo.
Este renacer no es en ocasiones perceptible. Pero si es inmediato; una vez hemos decidido aceptar a Cristo como Salvador, todo nuestros pecados son perdonados y somos nuevas criaturas aun que no sintamos nada en especial, pero si con la absoluta certeza de que finalmente la transformación será evidente.
Este cambio no obra de manera pasiva, no nos podemos sentar a esperar a que el Espíritu Santo haga lo suyo.

“Pedid y se os dará; buscad y hallareis; llamad, y se os abrirá”.
Mateo 7:7

“Me buscareis y me hallareis; porque me buscareis de todo vuestros corazón”.
Jeremías 29:13.

Aun la fe no es algo que venga de nosotros:
“Porque por gracias sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios”.
Efesios 2:8

Esto nos hace ver, que Dios nos provee todas las herramientas, pero está en nosotros la elección y responsabilidad de responder al llamado y al seguimiento del Espíritu Santo.

Cuando decidimos hacerle caso al Espíritu Santo y aceptar la nueva vida, Él reside en nosotros por toda la eternidad.

Muchas personas reciben a Cristo sin hacerlo en verdad, pasan a la primera fila y hacen una oración sin siquiera entenderla y en esto, el arrepentimiento y la fe son condiciones indispensables en el nuevo nacimiento. Pero el arrepentimiento y la fe, por si solos, no salvan.

La fe genuina es un don de Dios otorgado a las personas, aun para ayudarles a arrepentirse.
Ninguno de nosotros hereda la nueva vida:
“a todos los que le recibieron (a Jesús), a los que creen en su nombre, les dio la potestad de ser hechos hijos de Dios”.
Juan 1:12.

Para la nueva vida, no importan las buenas obras, el hecho de haber sido bautizado. Existen muchas personas que participan en obras de caridad y se pueden llamar “buenas moralmente”, pero no están regeneradas. Aun existen otras que quieren imitar a Cristo, pero esto, es más que imposible, porque Cristo era perfecto, el hombre no.
Solo el poder del Espíritu Santo nos puede regenerar.
El nuevo nacimiento trae muchos cambios, graduales, si somos creyentes obedientes, se producirá un cambio en disposiciones, afectos, metas, principios y dimensiones.


El Espíritu Santo nos otorga certeza.

Después de recibir a Cristo como nuestro Salvador, muchas veces viene una depresión espiritual, por que las viejas tentaciones persisten, aun pecamos, perdemos la paciencia, en otras reviven los celos y el orgullo y en ocasiones un pecado en particular nos asedia, sin poderlo dominar.
Satanás quiere que dudemos que en verdad hayamos vuelto a nacer gracias al Espíritu Santo en nosotros. Dudar de esta nueva vida, es dudar de Dios mismo.
Como ya lo vimos, nacer de nuevo es un proceso que lleva tiempo y puede durar el resto de tu vida. Pero esto no nos priva de los beneficios, poco a poco veremos grandes y majestuosos cambios.
El Espíritu Santo nos brinda la seguridad de haber nacido de nuevo y haber entrado a formar parte de la familia de Dios:
“Nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo”.
Hebreos 10:15.
Por la palabra escrita de Dios y por la silenciosa obra del Espíritu Santo en nuestros corazones, sabemos que hemos nacido de nuevo, a pesar de las acusaciones de Satanás.
“El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”.
Romanos 8:16.

Como nacer de nuevo.
1-   Reconocernos pecadores. Aun así hayamos llevado una vida lo más decente posible y de no ser malas personas, esto no nos exime. “no hay justo, ni aun uno” (Romanos 3:10)
2-   Comprender que Dios nos ama y envió a su hijo Jesús para la salvación nuestra. Lo más hermoso del evangelio es justamente que Dios nos ama.
3-   Arrepentirnos de nuestros pecados. Arrepentimiento viene de un vocablo griego que significa “un cambio de mente”. Lo que implica obviamente estar dispuesto a dejar atrás el pecado.
4-   Acercarnos a Cristo en fe y en confianza.
La salvación es un don gratuito, del que debemos apropiarnos. Dios ha hecho todo para darnos acceso a ella, pero debemos responder.

¿Cómo se acepta la salvación?
Es un simple acto de fe, donde le dices “si” a Cristo.
Si aun no lo has hecho, no esperes ni un minuto más. Solo dile a Dios: -que te sientes pecador y que te arrepientes de tus pecados.
-que crees que Jesús murió por tus pecados.
-y que le entregas tu vida ahora mismo, para seguirle como Señor y Salvador por el resto de tu vida.

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”
Juan 3:16.

De esta manera los pecados que aun no considerabas pecados te son perdonados y eres una nueva creación en Cristo.

Acercarnos a Cristo es algo que solo el Espíritu Santo puede hacer, acercándonos a la cruz donde Jesús borra los pecados de todo aquel que deposita en Él su fe.




5)        EL BAUTISMO CON EL ESPÍRITU SANTO
Hay un solo bautismo en el Espíritu Santo, en la vida de un creyente, y eso ocurre en el momento de la conversión.
Este bautismo se inicio en Pentecostés y todos quienes reciben a Jesús como Señor y Salvador, comparten esta experiencia y son bautizados en el instante de ser regenerados o recibir la nueva vida. Más elocuentemente, desde el momento en que haces la oración, mediante la cual reconoces a Jesús como Señor y Salvador.
No hay datos Bíblicos que se justifiquen que el bautismo deba repetirse.
“Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo”
1Corintios 12:13.
Todos son todos, no un grupo en particular. Todo creyente fue bautizado por el Espíritu.
Esto no significa que todos este llenos y controlados por el Espíritu.
Lo importante por ahora es dejar claramente sentada la verdad fundamental de que cuando venimos a Cristo, Dios nos da su Espíritu.
Diferencias que nos dividen.
Algunos de los creyentes no aceptan este hecho de haber sido bautizados por el Espíritu al recibir a Cristo. Pero debemos hacer lo posible para un mutuo entendimiento, orar los unos por los otros, y estar dispuestos a aprender mientras escudriñamos para saber lo que nos enseña la Biblia.
Estas diferencias son iguales a las que surgen del bautismo por agua y del gobierno de la Iglesia.
Esto no debe ser para nada un tema de división, en cuanto nos siga uniendo el evangelismo.
Lo más importante sigue siendo la base bíblica y no nuestro parecer.

El Calvario y el Pentecostés.
Cuando Jesús murió, cargo con el peso de todos nuestros pecados.
Jesús nunca dijo que su muerte era la cesación de su ministerio.
La noche previa a su muerte Jesús anunció repetidamente que enviaría al Espíritu Santo y lo hizo el día de Pentecostés.
“Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuere, el Consolador no vendría a vosotros, mas si me fuere, os lo enviaré”.
Juan 16:7
Con posterioridad a su muerte le pidió permanecer en Jerusalén y esperar el don del Espíritu Santo. Lucas 24:49.
Y antes de ascender al cielo les dijo que se quedaran en Jerusalén hasta que  fueran “bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días”. Hechos 1:5.
En Pentecostés 10 días después de la ascensión de Jesús, el Espíritu Santo vino sobre 120 discípulos.
Poco después cuando Pedro se refería al hecho, lo hacía como “el don del Espíritu Santo
 “Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo”.
Hechos 2:38
Esta era una invitación para todos y aun decía:
“Porque para vosotros es la promesa, para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro llamare.
Hechos 2:39.
Ese día recibieron a Jesús y fueron por ende bautizados en el Espíritu Santo 3000 personas.
La diferencia entre los 120 primeros, fue que estos ya eran regenerados y esperaron 10 días para ser bautizados por el Espíritu y los 3000, eran incrédulos y recibieron el perdón de los pecados y el don del Espíritu  en forma simultánea, sin ninguna espera.
La experiencia de los primeros 120 se debió solo a circunstancias históricas y lo que aconteció a los 3000. Nosotros vivimos después del Pentecostés razón por la cual en nosotros se sucede como para los 3000.
Cuando recibieron el Espíritu Santo, los unió, por la simple acción de su presencia, en un solo cuerpo, el cuerpo místico de Cristo, que es su Iglesia.
El Espíritu Santo que mora en nuestros corazones, no ha unido a todos, seamos presbiterianos, metodistas, bautistas, pentecostales, católicos, luteranos o anglicanos.
Hubo otras ocasiones registradas en el libro de los Hechos, similares al Pentecostés, tal como el denominado “Pentecostés Samaritano”. (Hechos 8:14-17) Y la conversión de Cornelio (Hechos 10:44-48).
Pero cada una de estas marcó una nueva etapa en la expansión de la iglesia. Los Samaritanos, eran una raza mezclada, despreciada por muchos como indignos o desmerecedores del amor de Dios. Su bautismo por el Espíritu Santo fue una clara señal que también ellos podían formar parte del pueblo de Dios por fe en Jesucristo.
Cornelio por su parte, era un gentil, y su conversión marcó un paso más en la expansión del evangelio. El bautismo del Espíritu que se produjo en él y en su casa, demostró, de manera concluyente, que el amor de Dios también se hacía extensivo a los gentiles.

En vista de todo esto ningún cristiano debe sentirse obligado a esforzarse, a esperar u orar para obtener el Espíritu. Ya lo ha recibido, no como resultado de luchas y afanes, agonía y oración sino como un inmerecido y no ganado don de gracia.

Tres posibles excepciones Explicadas.
Estas tres excepciones son específicamente tres pasajes Bíblicos, hechos particulares en las que las personas no recibieron el Espíritu Santo en el momento de la regeneración.
El primero es Hechos 8, capitulo que relata el viaje de Felipe a Samaria. Allí les predicó a Cristo a los habitantes y realizó algunos milagros.
Los samaritanos se sintieron emocionalmente conmovidos, fue tal el impacto que los apóstoles en Jerusalén, enviaron a Pedro y a Juan para investigar el asunto. “Entonces les impusieron manos, y recibían al Espíritu Santo”. (Hechos 8:17)
Esta fue la primera vez que el evangelio se predicaba fuera de Jerusalén. Samaritanos y judíos eran considerados enemigos, Esto nos da la clave para entender por qué el Espíritu Santo fue retenido hasta que Pedro y Juan llegaran; fue para que vieran con sus propios ojos que Dios recibía aun a los odiados. Esta situación es única en su género y no encaja con otros pasajes de la Biblia.

El segundo pasaje es la conversión de Saulo en Hechos capitulo 9. Sostiene algunos que al ser llenado por el Espíritu Santo en presencia de Ananías, experimentó un segundo bautismo en el Espíritu.
Nuevamente esta situación es particular y única en su género. Dios había escogido a un perseguidor de los cristianos “para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y reyes, y de los hijos de Israel” v15. Cuando Saulo se dirigió a Jesús le dijo “Señor”, bien pudo ser como “mi duelo y señor” o como un titulo de respeto y no una conversión de fe. Ananías llamó a Pedro “hermano”, pero la mayoría de los judíos de la época se llamaban unos a otros “hermano”.
En otras maneras no se puede establecer en qué momento se llevó a cabo la regeneración de Saulo.
Estamos convencidos que el nacimiento en el Espíritu es igual al nacimiento natural. En ocasiones al Espíritu Santo le toma semanas convencer a una persona. Personalmente hice mi oración de entregarle mi vida a Cristo más de tres veces y no sé cuándo fue la real. Muy seguramente la primera bastó, pero en mi incredulidad debía hacerlo varias veces.
Nuestro argumento es que el mensaje no enseña que Pablo hubiera sido bautizado dos veces.

El tercer pasaje es Hechos 19:1-7. Pablo visitó Éfeso y encontró doce discípulos profesantes que no habían recibido el Espíritu Santo. La duda real era si en verdad eran cristianos, parecían ignorar la existencia del Espíritu Santo y de Cristo. Hablaban del bautismo de Juan. Pablo no reconoció su anterior bautismo para considerarlos creyentes, así que les exigió el bautismo por agua en el nombre de Cristo.
Probablemente muchas personas escucharon hablar de Jesús y Juan en los años previos a este momento histórico. El bautismo de Juan les había dejado una profunda impresión, pero entre este momento y su encuentro con Pablo, habían perdido todo contacto con las enseñanzas de Jesús y Juan.
El solo hecho de que el apóstol los interrogara tan minuciosamente, indicaba desconfianza.

Todos estos acontecimientos narrados en estos tres pasajes sucedieron simultáneamente. Y fue la manera de incorporar al mover del pentecostés, tanto a gentiles, samaritanos y creyentes tardíos.
Dejando muy en claro que la Iglesia de Dios es para TODOS.

En resumen para nosotros el Pentecostés instituyo a la iglesia y todo lo que restaba era que los samaritanos, los gentiles y los “creyentes tardíos” fueran incorporados.




Nuestra participación en Pentecostés.
Pentecostés fue un acontecimiento que no solo incluyo a quienes vivían en esos tiempos, sino a los que habrían de participar en siglos posteriores. Así como Cristo murió una sola vez por nuestros pecados, aun de aquellos que aun no habían nacido.

Somos parte del cuerpo de Cristo gracias a la regeneración o nueva vida, por su sangre derramada una sola vez. Cuando se nos dio a beber de un mismo Espíritu (1Corintios 12:13).

Un bautismo y regeneración.
Y ya que el Bautismo con el Espíritu ocurre al mismo tiempo que la regeneración, la Escritura no pide a los cristianos a buscarlo.
Algunos atribuyen acontecimientos especiales al bautismo en el Espíritu Santo, pero estos son más bien consecuencia de la plenitud del Espíritu, que es otra cosa diferente.
Por eso no esperes grandes manifestaciones o cambios al recibir a Cristo en tu vida, puede haberlas pero no indican nada especial, el  cambio normalmente se opera gradualmente.
En el preciso momento que recibimos a Cristo, recibimos al Espíritu Santo. Vino a morar en nuestros corazones.
“Si alguno no tiene al Espíritu de Cristo, no es de él”.
Romanos 8:9

No hay una segunda, tercera o cuarta bendición. Hay, habrá y debería haber “nuevos llenados”, pero no “nuevos bautismos”.
En ninguna parte del nuevo testamento existe la orden de ser bautizados, con el Espíritu Santo. Con toda seguridad que si el bautismo con el Espíritu Santo fuera un paso necesario para nuestras vidas cristianas, el nuevo testamento lo diría no una sino muchas veces.







La unidad del Espíritu Santo
“Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu”.
1Corintios 12:13.
Este versículo habla por sí solo. TODOS, EN UN CUERPO, UN MISMO ESPÍRITU.
Lejos de ser un punto de división, es el mayor motivo de unión entre cristianos.

Conclusión.
Todos los cristianos coincidimos en que todo verdadero creyente es bautizado por el Espíritu incorporándose de esta manera al cuerpo de Cristo. Después de esto, las opiniones difieren mucho pero no debemos olvidar algo importante:
-Recordemos que la salvación es pasada, presente y futura.
-Fuimos salvados por el sacrificio de Jesús en la cruz (Justificación).
-Estamos siendo salvados por medio de la santificación. Nuestro día a día. La manera como debemos obrar en testimonio de lo que somos.
-Seremos salvados (glorificación)

Entre la Justificación y la glorificación, transcurre un periodo de nuestra peregrinación que es la Santificación.

Santificación tiene que ver con santidad y es obra de Espíritu Santo en nosotros.
Cualesquiera que sean nuestras diferencias de un segundo bautismo, a lenguas y al llenado del Espíritu Santo, todos los cristianos coincidimos en el hecho fundamental de que debemos buscar la santidad.

Por eso debemos buscar la clase de vida que refleja la belleza de Jesús y nos señala cómo deberían ser los santos.
Esta clase de vida la adquirimos cuando somos llenados por el Espíritu Santo, algo que veremos más adelante.

6)        EL SELLO, LAS ARRAS Y EL TESTIMONIO DEL ESPÍRITU SANTO.
El sellado del Espíritu Santo es uno de los acontecimientos que viene en el momento de la regeneración. Es un sello que aun que no podemos ver, nos hace propiedad del Señor.
Ya vimos como Dios nos regenera y justifica, como el Espíritu Santo nos bautiza en el momento de recibir a Cristo y en cuarto lugar está este sello.
Son varios los sucesos que acompañan la salvación.
EL SELLO
El vocablo griego significa confirmar o estampar. Este vocablo se usa tres veces en el Nuevo Testamento en conexión con los creyentes. También se lo menciona en la vida de Jesús:
“… porque a éste (Jesús) es a quien el Padre Dios ha marcado con su sello”.
Juan 6:27 Biblia de Jerusalén.

Al momento de la conversión los creyentes son sellados con el Espíritu para el día de redención:
“En él también vosotros, Habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa,
Efesios 1:13

Existen dos sentidos en el sellado, uno de seguridad y otro de pertenencia. Primero estamos seguros de Cristo y segundo le pertenecemos y nada nos puede tocar.
“Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”.
Romanos 8:38-39.

Pero este sellado es más que seguridad, significa pertenencia. Separados y puestos aparte para Dios, diferenciados y marcados como de su pertenencia. ¡Somos propiedad de Dios para siempre!

Las arras.
Al confiar en Cristo, Dios nos entrega su Espíritu no solo como un sello, es también nuestras arras o “garantía” o “prenda”.

“Y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios, el cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones”.
2Corintios 1:21-22.

En los días del Apóstol Pablo, los comerciantes consideraban que la prenda significaba tres cosas:
-Era un pago al contado que sellaba una transacción comercial.
-Representaba una obligación a comprar.
-Y era una muestra de lo que habría de venir. Es decir el resto del precio a pagar.

De la misma manera, el Espíritu Santo sella la compra que Dios hizo de nosotros. Y su presencia pone de manifiesto la obligación a la que se comprometió Dios de redimirnos por completo. Y lo mejor de todo es que la presencia del Espíritu Santo, que vive en estrecha comunión con nosotros, nos provee de un goce anticipado, de una muestra de nuestra vida futura y de nuestra herencia en la presencia de Dios.

El Nuevo Testamento se refiere tres veces a las arras del Espíritu:
1-   “El cual (Dios) también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones”.
2Corintios 1:22.
El contexto sugiere que el Espíritu Santo en nuestras vidas es la garantía de Dios de que cumplirá sus promesas.
2-   “Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado las arras del Espíritu”
2Corintios 5:5.
El contexto sugiere que el Espíritu en nuestras vidas es la garantía de Dios de que recibiremos cuerpos celestiales a la venida de Cristo.


3-   Es (el Espíritu Santo) las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria”
Efesios 1:14.
Aquí el Espíritu Santo es la prenda de Dios que nos garantiza nuestra herencia hasta que el futuro traiga la total redención de todos aquellos que pertenecen a Dios.
En resumen podemos decir que cuando somos bautizados e incorporados al cuerpo de Cristo, el Espíritu penetra en nuestras vidas y nos sella con su presencia. Es las arras de Dios que nos garantiza nuestra futura herencia.

El testimonio del Espíritu.
El Espíritu Santo no solo es nuestro sello y nuestras arras, sino que también es nuestro testimonio.
Jesús habló personalmente a sus discípulos brindándoles la seguridad. De la misma manera el Espíritu Santo da testimonio al corazón de los verdaderos creyentes.
Varios pasajes del Nuevo Testamento se refieren a este tema:
1-   Las Sagradas Escrituras nos enseñan que el Espíritu Santo da testimonio de lo terminante y suficiente que es para nosotros la obra expiatoria de Jesucristo.
En Hebreos 10:15-17. Señala la ineficacia de los sacrificios levíticos que se repetían y la eficacia del sacrificio de Cristo, que fue ofrecido uno por todos y de una vez por todas.
Es un testimonio vinculado a Jeremías 31:4. “Perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado”.

2-   La Biblia también nos enseña que el Espíritu Santo atestigua por la fe en Jesucristo y en obra expiatoria, hemos sido hechos hijos de Dios.
“El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”.
Romanos 8:16.
No solamente hemos sido salvados e incorporados al cuerpo de Cristo por el bautismo, sino que hemos entrado por adopción a ser parte de la familia de Dios.
“Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo”.
Gálatas 4:6-7.
Que mayor privilegio que ser hijos de Dios y de esto el Espíritu Santo da testimonio y este testimonio esta dentro de nosotros.
“El que cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en si mismo”.
1Juan 5:10.
No se nos computan más nuestros pecados e iniquidades. Hemos sido incorporados a la familia celestial. El Espíritu atestigua que, como creyentes en el Señor Jesucristo tenemos vida eterna.

3-   El Espíritu Santo certifica la verdad de todas las promesas que Dios nos ha hecho en su Palabra. El Espíritu que inspiró la palabra escrita de Dios, también obra en nuestros corazones para asegurarnos de que sus promesas son verdaderas, y de que son para nosotros.
Sabemos que Cristo es nuestro Salvador, por que las escrituras nos lo dicen y el Espíritu nos asegura que es así.

Sabemos que hemos llegado a ser hijos de Dios, porque la Biblia lo dice y nuevamente el Espíritu lo certifica.
“Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad”.
Juan 16:13.
A veces nos encontramos con personas que nos dicen que carecen de la certeza de su salvación. Al investigar un poco, nos damos cuenta que han descuidado la Palabra de Dios.
“Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna”.
1Juan 5:11-13
El Espíritu Santo testifica en nuestros corazones, convenciéndonos de la verdad de la presencia y de la certeza de Dios. Muchas veces nos resulta difícil explicar esto a los incrédulos, pero incontables creyentes saben de la certeza del Espíritu en sus corazones.

“Es difícil encontrar palabras en el idioma humano para explicar las profundas cosas de Dios”.
Juan Wesley.

Dios estampa se sello sobre nosotros cuando recibimos a Cristo. Y ese sello es una persona, el Espíritu Santo. Por la presencia del Espíritu Santo, Dios nos otorga seguridad y establece sobre nosotros su señorío.
Además, el Espíritu Santo es las arras de Dios. No solo sella su convenio, sino que también representa la voluntaria obligación que Dios se impuso de velar por nosotros hasta el fin. Y la comunión con el Espíritu Santo es una muestra de lo que podemos esperar cuando lleguemos a disfrutar de nuestra herencia en el cielo.
Finalmente, el Espíritu nos “declara” por su Palabra y nos convence en nuestros corazones que Cristo murió por nosotros y por fe en Él venimos a ser hijos de Dios.
! Que maravilloso es saber que el Espíritu Santo nos ha sido dado como un sello-- una garantía-- y un testimonio ¡
Que esto nos brinde una nueva certeza del amor de Dios para con nosotros, y nos dé confianza al procurar vivir para Cristo.
Que digamos con el apóstol Pablo: “¡Gracias a Dios por su don inefable!”
2Corintios 9:15.