Vida Interior Parte 2

3)        LA LUCHA INTERIOR DEL CRISTIANO.

¿Una o dos Naturalezas?
Alimentarnos bien nos mantiene fuertes. Esto es evidente tanto en lo físico, como en lo espiritual.
Cuando nacemos de nuevo son muchas las experiencias por las que pasaremos y “alimentarnos bien”, hará la diferencia.

No es que tengamos una lucha interna entre el bien y el mal, porque dentro nuestro esta Cristo. Lo que en momentos nos juega en contra es que a pesar de tener un “Espíritu” nuevo, nuestra mente, guarda en su archivo la información antigua. Podemos recordar lo que fuimos, pero no volveremos a ser lo que fuimos.
Por eso es que no nos sentimos diferentes, a pesar de haber nacido de nuevo.

No es que nos sintamos más tentados hacia el pecado, sino que el Espíritu Santo ilumina con su claridad, lo que antes era oscuridad. Esto quiere decir que antes nuestros pecados no parecían graves, porque no se veían en la oscuridad, pero ante la claridad que trae consigo el Espíritu Santo, podemos ver en su real magnitud nuestros actos.


La Lucha interior.
Yo diría que la lucha interior la tenemos perdida en nuestras propias fuerzas. Lo bueno es que al nacer de nuevo ya no estamos solos.
Ya sabemos que no somos nuestro antiguo “yo” recompuesto o mejorado, porque ese “yo” murió con Cristo al recibirle.
Somos nuevas criaturas y aun que en verdad puedes retroceder y volver a tu antigua vida y entregarte al pecado, vas a sufrir aun más porque ahora ves con claridad. Y el pecado te molestará como nunca antes. Ya no hallaras en él deleite.

Si bien Cristo esta en nosotros por el Espíritu de Dios que nos ha sellado, siempre estará la puerta abierta, por qué ser cristiano es un compromiso momento a momento. Siempre será tu elección.
Eres tú y solo tú si dejas que obre el Espíritu Santo o no. No le puedes echar la culpa a Satanás o a otras personas por llevarte hacia el pecado. Si bien ser tentado es cosa de todos los días, ceder ante la tentación o pecar es tu decisión.

En Efesios 2:1-10 Dios nos aclara que somos “salvos por gracia”.
Esto nos reitera que no es en nuestras fuerzas o buenas obras que esta nuestra salvación, es “don de Dios”.

Las dos naturalezas.
Ahora el Espíritu Santo ha entrado en nuestros corazones. Nos ha dado nueva vida, la calidad de la vida eterna que puede dar Dios. El Espíritu Santo mora en nosotros para romper nuestros antiguos hábitos, para purificar nuestros motivos, para elevar nuestros ojos a nuevas metas, especialmente la meta de semejarnos a nuestro Señor Jesucristo. (Romanos 8:29)

Por el resto de nuestra vida cristiana, hasta que venga Cristo a llevarnos al hogar celestial, el Espíritu Santo nos santificara (crecer cada vez más hasta alcanzar un alto nivel de madurez espiritual) por medio de la Palabra de Dios. Y lo mejor de todo es que el Espíritu Santo, de manera silenciosa, procura día tras día someternos al Señor Jesucristo, si cooperamos con Él:
“Nosotros todos, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”.
2Corintios 3:18.
No debemos olvidar que siempre habrá una lucha de lo que ahora somos contra lo que el mundo quiere que seamos.
El diablo es un enemigo al acecho, que tratara de utilizar lo que antes fuiste y lo que el mundo te vende, para que cambies tu rumbo.
Se vale de nuestros deseos, nuestros anhelos y hasta de nuestro orgullo, tal y como lo hizo con Adán y Eva. Nunca dejaremos de sentir tentación. Pero tenemos al Espíritu Santo con nosotros.
“Mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo”.
1Juan 4:4.

Si cooperamos con el Espíritu Santo y nos volvemos a Él en busca de oportuno socorro, nos dará el poder para resistir la tentación. Nos fortalecerá como resultado de cada prueba.


Santificación
La palabra santificación viene del griego y significa “estar separado” o “puesto aparte para algún propósito”.
Los creyentes son santificados progresivamente, al vivir diariamente en Cristo y obedecer su palabra.
Permanecer y obedecer a Cristo son la llaves a una vida dominada por el Espíritu.
Somos santificados en medida que somos poseídos por el Espíritu Santo. No se trata de cuanto del Espíritu Santo tenemos nosotros, sino de cuanto de nosotros tiene el Espíritu.

La Santificación consta de tres partes:
1-   En el momento en que recibimos a Cristo recibimos una inmediata santificación.
2-   A medida que vamos avanzando en la vida cristiana hay una progresiva santificación.
3-   Cuando vayamos al cielo habrá una total santificación.

“como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos, porque yo soy santo”.
1Pedro 1:15-16
Aun que en este mundo nunca seremos absolutamente santos, la santidad debe ser una meta.

Nos demos cuenta o no, crecemos espiritualmente a consecuencia de los conflictos, turbulencias, perturbaciones, tentaciones, pruebas y demás cosas que afligen a todos los cristianos lenta o rápidamente.

Debemos caminar en el Espíritu día a día, esto significa ser dirigidos por Él y esto ocurre cuando cedemos las áreas de nuestras vidas a su control.
“Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne”.
Gálatas 5:16
El deseo en si no es malo, lo malo es desear lo incorrecto y ceder a tal deseo o tentación.
Nuestro viejo egocentrismo.
Cuando en Eva se despertó un fuerte deseo de “saber” (pero basado en su propio yo), Satanás transformó un sano deseo en deseo malsano.
La palabra carne, representa la naturaleza humana no perfeccionada.
La carne es la vida egocéntrica.
Es vivir a nuestro libre albedrio. Podemos llegar a ser malos o  muy buenos y hasta morales, pero siempre al final mostraremos nuestro egoísmo.
Pablo dijo:
“yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien”.
Romanos 7:18
Cuando comprendemos esto y nos sometemos a los dictados del Espíritu Santo en nuestras vidas se manifestaran mayores victorias, mayor madurez espiritual, mayor gozo, paz y otros frutos.

Muchas personas ven como aburridas las actividades del cristiano y en ocasiones nos miran con tristeza, porque creen que “nos estamos perdiendo de algo”. Cuando la verdad es que las cosas que hacemos las hacemos con gozo, porque nuestro deleite esta en Dios.
“Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón”.
Salmos 37:4

La batalla con la carne.
Ya hemos visto como en nuestras propias fuerzas nada podemos lograr, por lo menos no nada que perdure.
El Espíritu Santo mora en nosotros y Dios ejecuta sus obras en nosotros por medio de Él.
Lo mejor que podemos hacer es someternos o abandonarnos confiados al Espíritu. Y así desprendernos de lo viejo o bagaje y vestirnos de lo nuevo.
La diferencia siempre la hará nuestra alianza con Dios, a través del Espíritu. Con Él seremos fuertes para emprender el día a día. Sin Él somos simples mortales expuestos al mal.
El secreto está en someternos.  Pablo dijo:
“Así, que, hermanos os ruego por la misericordia de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto relacional”
Romanos 12:1
Cuando la rendición es total, se produce otra “experiencia”. Para la mayoría de los cristianos no se reduce a una segunda experiencia, sino que se repite muchas veces a lo largo de nuestras vidas.

Las obras de la carne.
La carne es todo lo que es el hombre sin Dios y sin Cristo. En Gálatas 5:19-21. Y Romanos 1:17-32, podemos encontrar un esbozo de lo que es la carne. Hoy por hoy todo esto se evidencia en los noticieros y diarios.
Los no creyentes exhiben comportamientos horribles sin muestra alguna de arrepentimiento y en la mayoría de las veces inconscientes de lo que en verdad hacen.
El creyente puede caer en algunas de las obras de la carne, pero la diferencia es que el Espíritu Santo le revela su pecado y  de inmediato se arrepiente y encuentra el perdón.
En Gálatas 5 hay una lista de quince obras de la carne que oscilan entre pecados sexuales a ebriedad, e incluyen la idolatría y hechicería. Algo que causa horror en el corazón de todo cristiano, es la certeza de que estas cosas pueden fácilmente meterse a hurtadillas en nuestras vidas, a menos que seamos espiritualmente fuertes y vivíamos en permanente vigilancia.
“Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga”.
1Corintios 10:12.
Las obras de la carne se pueden dividir en grupos:
Primer Grupo.
1.  Inmoralidad. El vocablo griego utilizado aquí es suficientemente amplio para incluir todo tipo de perversidad sexual y es “porneia” de donde viene la palabra pornografía.
Aquí están las relaciones prematrimoniales, extramatrimoniales,, anormalidades sexuales, incesto, prostitución y sin duda alguna los pecados sexuales cometidos con el corazón.
2.  Impureza. El vocablo griego utilizado, cualquier tipo de impureza, sea en pensamiento como en hecho. Puede hasta incluir la lujuria antinatural descrita por Pablo en Romanos 1:24. Sin duda incluiría algunas de las películas cinematográficas modernas, literatura pornográfica y “perniciosa imaginación”.
3.  Sensualidad. Esta palabra griega lleva la connotación de desenfreno o libertinaje. Pero puede hacer más que eso. Lleva en si la idea de absoluta desvergüenza o una abierta indulgencia a la impureza. La misma palabra se utiliza en 2Pedro 2:7 donde el Apóstol habla de la licencia reinante en Sodoma y Gomorra. Se refiere al concepto de lascivia y sensualidad de cualquier tipo.
Segundo Grupo.
1.  Idolatría. El vocablo griego traducido idolatría significa el culto a falsos dioses, de los cuales tanto abundan hoy. Todo lo que se interpone entre Dios y nosotros, es considerado ídolo.
El dinero puede tonarse en ídolo, si lo adoramos más de lo que adoramos a Dios. El placer puede llegar a ser un ídolo, aun la relación con otras personas, cuando toma el lugar que le corresponde a Dios.
2.  Hechicería. El vocablo griego aquí también admite ser traducido como brujería; se refiere principalmente a la administración de brebajes mágicos y estimulantes narcóticos. También se usa para indicar medicamentos; justamente nuestra palabra “farmacia”, proviene de este vocablo griego “pharmakia”. A lo lago de toda la Escritura comprobamos que la hechicería y la brujería son practicas condenadas. Y esta perversidad se esparce rápidamente en la sociedad occidental a un ritmo alarmante.
3.   Enemistades. La palabra griega traducida enemistad esta estrechamente emparentada con odio. El odio lleva implícita la idea de algo latente, como un animal presto a abalanzarse sobre su presa. Hostilidad, antipatía, antagonismo, animosidad, rencor e intenso desagrado son términos compatibles a los que la epístola traduce como odio.
4.  Pleitos. El vocablo griego sugiere la idea de desavenencias, disputas, rivalidades, peleas, discordias, altercados y reyertas. Muchas iglesias sufren las consecuencias de discordias internas que separan a los laicos de los pastores y a los laicos entre si. Cuando miembros de una congragación no se hablan unos a otros  y cuando pelean entre ellos, este pecado esta en plena actividad y sofoca la obra del Espíritu. Numerosas familias están infectadas por este espíritu. Muchos matrimonios, aun matrimonios cristianos, son destruidos por este pecado.
5.  Celos. Es un pecado muy común. La envidia entra en acción cuando alguien obtiene algo que nosotros anhelábamos y puede estropear una relación matrimonial, cuando uno de los cónyuges se siente celos del otro. Hemos oído de asesinatos cometidos por los celos, o de amigos que no se hablan desde años atrás. Por otra parte, tenemos el hermoso ejemplo de Jonatán que no se sentía celoso de David (1Samuel 20)
6.  Arranques de ira. La palabra griega traducida como ira abarca el concepto de injustificados ataques de odio, apasionados arranques de rabia y sentimientos hostiles, Juan utiliza la raíz del mismo término en Apocalipsis cuando se refiere a la justa ira de Dios.
La ira del hombre puede ser justa e injusta, pero la ira de Dios es siempre justa, puesto que Dios no puede pecar.
Hay una ira justa, pero no es un arranque o un ataque de rabia. Aquí la rabia o la ira es un pecado que debemos arrojar de nuestras vidas. Alguien dijo muy acertadamente que “la justa indignación” es habitualmente una parte justa y nueve de indignación.
7.  Disputas. La palabra griega traducida por disputas o pleitos significa una ambición desmedida, que solo busca lo suyo y un gran egoísmo. Esta obra de la carne viola ambas partes de los diez mandamientos (Éxodo 20). En primer lugar es un pecado contra Dios, cuando la ambición remplaza la voluntad de dios para con nuestras vidas. También viola el mandamiento de amar a nuestro prójimo, pues los actos de una desmedida ambición se cometen siempre a expensas de terceros.
8.  Disensiones.  El vocablo griego incluye el significado de sediciones, disensiones o división. Los creyentes han de ser de un mismo sentir. A menos que peligren los principios o se vea amenazada la Palabra de Dios, entonces la discordia puede llegar a ser pecaminosa. Hemos de contender por la fe, pero aun en ese caso debemos cuidarnos de ser contenciosos. La verdad muchas veces divide, pero cuando la verdad no está en juego, los hijos de Dios deben se capaces de vivir juntos en amor por la gracia del Espíritu Santo.
9.  Banderías. El vocablo griego significa facciones o herejías, tiene estrecha relación con las sectas y el sectarismo. Significa escoger lo malo o formar una opinión contraria a la revelación de Dios tal cual figura en las Sagradas Escrituras. Es la misma palabra que hallamos en 2Pedro 2:1: “Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre si mismos destrucción repentina”. Es evidentemente, un serio pecado. 
10.              Envidias. La palabra griega significa resentimiento por la buena fortuna de los demás, espíritu celoso. Podemos envidiar a alguien por su hermosa voz, su riqueza, su posición social o sus logros atléticos. Se puede sentir envidia de la belleza de una muchacha o el cargo que ocupa alguien en la función pública. La envidia a significado la ruina de muchos cristianos. Po lo habitual no existe envidia que no se acompañe de codicia.
11.               Borracheras. El vocablo griego lleva implícita la idea de un exceso en la ingestión de bebidas alcohólicas. El alcohol puede ser utilizado como medicamento, pero puede llegar a ser una terrible droga. La forma en la que se le utiliza hoy en día es una de las mayores calamidades de la humanidad.
Las bebidas blancas o destiladas eran desconocidas en los días bíblicos, este moderno uso es más peligroso que la ingestión de vino, que también era condenado cuando se le bebía en exceso.
12.              Orgias. Ese es el significado del vocablo griego, que también puede traducirse como parrandas o francachelas. En Romanos 12:13 y en 1Pedro 4:3 va asociado con relaciones sexuales ilícitas, borracheras y otras depravaciones de las cuales jamás deben participar los cristianos.
Es posible que algunos de nuestros lectores al leer lo que acabamos de decir se sientan culpables de uno o tal vez todos los pecados que figuran en la lista. ¿Querrá decir ello que jamás tendrán acceso al reino de los cielos y de que sus puertas para siempre estarán cerradas para ellos?
De ninguna manera. La Biblia nos dice que por el arrepentimiento y la fe cualquiera puede ser perdonado (1Juan 1:9)
Sin embargo Gálatas 5:21 constituye la más seria advertencia a quienes piensan que pueden pecar para que abunde gracia. El Apóstol señala con toda severidad: “Los que practican tales cosas no heredaran el reino de Dios”.
La integra y terrible lista de Pablo, cuando es practicada por los hombres, está en abierta violación de la voluntad de Dios respecto de ellos. Dios aborrece a tal grado estas cosas que juzgará a quienes las cometen. Las personas cuyas vidas se caracterizan por semejantes desviaciones de la voluntad de Dios, serán separadas de Él y perdidas en la tenebrosa oscuridad de afuera.
Hemos analizado en particular todas estas cosas porque hay millones de cristianos profesantes que nos otra cosa que eso, “profesantes”. Nunca han poseído a Cristo. Viven vidas caracterizadas por la carne. Decenas de miles jamás nacieron de nuevo. Pasarán a la eternidad en calidad de perdidos, creyendo que son salvos porque pertenecen a una iglesia, porque fueron bautizados, etc.
Pero hay otra verdad que no debemos olvidar. Hoy en día mucha gente hace estas cosas ilícitas en nombre de la libertad. Lo que dejan de ver es que tales actividades esclavizan a quienes las practican. Y cuando la libertad se convierte en licencia, no solo es erróneamente interpretada, sino que quienes así la interpretan equivocadamente son aherrojados o encadenados en forma tal que pierden su libertad de la cual habla la Escritura.
La verdadera libertad no consiste en pecar sino en no pecar.

Solo el Espíritu de Dios puede cambiar a aquellos que viven en la carne, es por eso la necesidad tan grande de un despertar espiritual hoy en día.
Las personas que no están en Cristo están bajo el dominio de la antigua naturaleza.
Las leyes y la disciplina nada pueden hacer eficazmente en este caso, porque para poder hacer frente a la carne se necesita ayuda Espiritual.
El cristiano se ha transformado en una nueva creación. Puede ponerse bajo el control del Espíritu Santo y producir el fruto del Espíritu, que es un juego totalmente nuevo de principios que desarrollan un nuevo hombre y podrían también, eventualmente, producir un cambio en la sociedad.
Pablo dice: “Los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos” (Gálatas 5:24).
Durante su vida Jesús vivió como hombre, fue tentado como hombre, pero guardó toda la ley de Dios y triunfó sobre la carne.

Me ha quedado muy claro que nuestro caminar con Dios es cosa de momento a momento y solo es recurriendo a esto que el Espíritu Santo puede estar por nosotros.
Vivir una vida sin “la carne”, es imposible para el ser humano en sus fuerzas, es por ello que necesitamos del Espíritu Santo.
Por fe estamos libres de pecado, por fe entregamos nuestras vidas en forma total y completa, sin reservas, al Espíritu Santo. Cristo se sienta sobre el trono de nuestros corazones. Nada ni nadie puede desplazarlo de este lugar.

4)        LA PLENITUD DEL ESPÍRITU.
Todos los cristianos deben se llenados con el Espíritu Santo. Una vida no llena del Espíritu es menos de lo que Dios a proyectado para cada creyente.
¿Qué quiere decir la Biblia cuando habla de la plenitud del Espíritu Santo?
Ser llenado del Espíritu es ser controlado o dominado por la presencia y el poder del Espíritu.
En Efesios 5:18 Pablo dice: “No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu.
En lugar de hacer las cosas contando solamente con nuestras propias fuerzas y capacidades, el Espíritu Santo nos fortalece. En vez de hacer solamente las cosas que deseamos hacer, el Espíritu Santo nos dirige. Desgraciadamente millones de hijos de Dios no disfrutan de la ilimitada riqueza espiritual que se halla a su disposición, simplemente porque no están llenos del Espíritu Santo.
Recordamos una extraordinaria mujer, maestra de las Sagradas Escrituras, de nombre Ruth Paxton, a quien escuchamos muchas veces hablar de este tema.
Nos hizo notar que la vida de muchos refleja las prácticas, las costumbres y las normas de este mundo. Cierto es que han sido bautizados por el Espíritu Santo e incorporados al cuerpo de Cristo; y también es cierto que irán al cielo. Pero pierden mucho de lo que Dios quiere que tengan en sus vidas.

Consciente o inconscientemente parecieran más interesados en imitar las normas de este mundo, dominado por Satanás, que imitar a Cristo. No están dispuestos a compartir el vituperio de Cristo fuera del campamento (Hebreos 13:13). Sus dones, muchas veces, yacen sin ser usados y los frutos espirituales brillan por su ausencia en sus vidas. Ni siquiera les preocupa mayormente evangelizar a los espiritualmente necesitados vecinos de su propia comunidad. Es muy débil su celo por marchar en obediencia a los mandamientos de Cristo.

-Su vida devocional es irregular, cuando no es totalmente descuidada y esperan con más agrado leer los diarios que la palabra de Dios.
-Si bien oran, es más un deber desganado y una tarea tediosa que un gozo exquisito.
-Al igual que Lot en Sodoma, el pecado, para esas personas, ha perdido algo de su pecaminosidad; su sensibilidad al pecado se ve entumecida. Los pecados conocidos se mantienen sin ser confesados.

Los cristianos contamos con más equipos y con más tecnología para evangelizar al mundo que nunca antes. Pero una gran tragedia es que a los cristianos nos falta en muchas ocasiones la plenitud del Espíritu y la verdadera dependencia de Cristo para nuestro ministerio. Si todos permitiéramos al Espíritu Santo desatar a través nuestro su poder, el mundo seria trastornado.

Bases Bíblicas del llenado con el Espíritu.
El Cristiano que no es llenado del Espíritu Santo tiene una deficiencia. Para los cristianos de todo el mundo y de cualquier edad es más que una necesidad, es una orden dada por Pablo:
“sed llenos del Espíritu” (Efesios 5:18).
De tal manera que si no lo hacemos es un pecado. Nuestro impedimento de ser llenados con el Espíritu constituye uno de los más grandes pecados contra el Espíritu Santo.
Es interesante que en el idioma griego, que es el que utilizo Pablo para escribir sus epístolas, la orden de “sed llenos del Espíritu” lleva la connotación de un llenado permanente y continuo. No somos llenados de una vez por todas, es algo que sucede momento a momento.
No debemos vaciarnos del Espíritu, para volver a ser llenados, como sucedería con un balde, es más lo que pasa con un tanque, que a pesar de los usos de agua que se haga en casa, va entrando la cantidad suficiente para mantener un buen nivel de agua en el.
Hemos de aceptaren forma permanente la dirección y la energía del Espíritu Santo, de modo que estemos siempre llenos de Él.
Ríos desbordantes y vidas abundantes son bendiciones asequibles a todos los cristianos. Sino fluyen ríos de agua viva en nuestra vida no es porque Dios no lo quiere, sino porque rehusamos aceptar las condiciones que se nos imponen para recibirlos.
“Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que sale para vida eterna”.
Juan 4:13-14.


“El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva”.
Juan 7:38.

La fuente rebosante y el rio permanente hablan de la constante provisión de bendiciones del Espíritu Santo asequible a todos los cristianos.
Jesús no hablo de darnos un poco de lluvia o algunas gotas; habla de ríos de agua viva.

Debemos ponernos a disposición del Espíritu Santo para que cuando Él nos llene podamos ser vasos de bendición para el mundo, ya sea en destacados puestos de servicio o en pequeñas posiciones que pasan inadvertidas a los ojos de los hombres.

Si somos cristianos carnales y no espirituales como sucedió en Corinto (1Corintios 3:1-3), no vamos a poder gozar de la plenitud que Dios tiene y quiere para nosotros.
Podemos tener uno o más dones del Espíritu, pero eso no nos hace espirituales, no es una prueba de plenitud espiritual.
Son muchos los dones del Espíritu utilizados para mal y para fines egoístas.
Muchos cristianos hablan de la plenitud en el Espíritu Santo, como un “segundo bautismo” o una “segunda bendición”. Lo importante no es encontrarle nombre a ser lleno del Espíritu Santo, sino, hacerlo una realidad practica en nuestras vidas. La diferencia en estos términos no son suficiente motivo para impedir la comunión con otros cristianos.

Lo importante no es cuánto del Espíritu tenemos nosotros, sino cuanto de nosotros tiene el Espíritu Santo.
El Espíritu Santo esta en nosotros desde el día en que aceptamos a Cristo como Señor y Salvador y esto no es necesariamente evidente.
No recibimos una parte de Cristo, así como no recibimos una parte del Espíritu Santo, lo recibimos todo.

Cuando recibimos a Cristo nuestras capacidades espirituales son reducidas. Es realmente nacer de nuevo y como bebes espirituales debemos aprender a caminar de nuevo, con to lo que ello implica. Aun caernos muchas veces, golpearnos, pero sin duda alguna guiados con el Espíritu y en sus fuerzas, lo podemos hacer.

En el momento de recibir a Cristo hemos sido llenados por primera vez del Espíritu Santo, en el sentido que estamos bajo su influencia y control.

Sin embargo quedan muchas aéreas de nuestra vida por entregar y someter a su control. Lo más seguro es que no seamos muy consientes de esto, pero a medida que crecemos en la gracias y en el conocimiento, aumentan nuestras capacidades espirituales.
Con frecuencia nos tropezamos y cometemos pecados, incluso pecados de los cuales no somos consientes en ese momento. Hay muchos pecados por omisión, cosas que deberíamos hacer o actitudes que tomar y que aun no han entrado a formar parte de nuestro ser.. Parte de la obra del Espíritu Santo es crearnos conciencia de estos pecados y llevarnos a un autentico y verdadero arrepentimiento.

Muchas veces tratamos de resolver muchas de nuestras batallas espirituales en nuestras fuerzas y el resultado es la frustración e impotencia.
Resultamos luchando en “la carne” y no con el poder del Espíritu Santo.
Cada vez que intentemos luchar en nuestras fuerzas debemos entender que Dios nos ha provisto del Espíritu y debemos someternos a su control. En otras palabras debemos ser llenados del Espíritu Santo y será él quien salga en nuestro nombre a enfrentar nuestras batallas.

Ser llenados del Espíritu Santo puede ser una experiencia en consecuencia a un momento crítico en nuestras vidas. Puede suceder de manera evidente o de manera casi imperceptible.
En muchas ocasiones estarás seguro de la presencia del Espíritu en tu vida y en otras te sentirás débil e incapaz y sin embargo cuando mires retrospectivamente te constará que el Espíritu Santo estaba en control de tu vida.



Lo que dijo Pablo a los corintios, mantiene su vigencia hoy en dia:
“Ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios”.
1Corintios 2:4-5.

Lleno y llenado.
Hay algunos cristianos que dan diferente significado a estas dos palabras, pero la diferencia no es sustancial.
Lleno es un estado permanente y continuo como fue el caso de Juan y Pablo.
Llenados es un particular y ocasional fortalecimiento o “ungimiento”, con propósitos especiales y tareas también especiales.
Tenemos la firme creencia de que Dios nos otorga la fuerza del Espíritu Santo proporcionalmente a la tarea que nos encomienda.
Cuando Dios nos encarga una tarea nos da el poder que necesitamos para realizarla.
De modo que la situación común del cristiano es esta lleno del Espíritu Santo, porque estamos siendo llenados continuamente.
“Cuando acabaron de orar… fueron llenados del Espíritu, y anunciaron con confianza el mensaje de Dios”.
Hechos 4:31.

Llenados para un propósito.
Dios siempre tiene un motivo para llenarnos del Espíritu Santo. Lo que no debemos preguntar es ¿Cuál es la motivación que me mueve a aspirar a ser llenado del Espíritu? ¿Anhelo esta plenitud para mi propio beneficio o porque quiero que Cristo sea glorificado?
Los motivos de los cristianos para ser llenados por el Espíritu Santo son muchos y variados y entre ellos muchas veces esta el experimentar lo que otros cuentan, por el simple anhelo de conocer nuevas emociones, o el anhelo erróneo de ser espiritualmente superiores de otros.

Cierto es que el Espíritu puede desencadenar en nuestras vidas algunos sucesos que nos pueden dar una profunda sensación emocional de su presencia, o hacernos sentir particularmente felices o ayudarnos a superar una dificultad notoriamente penosa.
Debemos cuidarnos de no buscar ser llenados del Espíritu por motivos egoístas, por que el Espíritu Santo ha venido para glorificar a Cristo.

“Cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mi”,
Juan 15:26.
Pensamos que esta es una de las pruebas de la vida llena del Espíritu Santo. ¿Se hace Cristo cada vez más evidente en nuestras vidas? Ve la gente cada vez más de Él y menos de nosotros?
El Espíritu Santo no vino para glorificarse a sí mismo. Sino para glorificar a Cristo.
Un punto que es bueno destacar es que la persona que está llena del Espíritu puede no tener conciencia de ello. Ningún personaje Bíblico dijo yo estoy lleno del Espíritu, fueron otros quienes lo dijeron de ellos.

Alguien dijo que cuando más cerca estamos del cielo, es cuando más conciencia del infierno tenemos.

Simón el mago “creyó”, fue bautizado y quedo admirado por las señales y notables milagros que hacían los apóstoles. Se mostró particularmente interesado cuando observó de que manera los recién convertidos recibían el Espíritu Santo. Ofreciéndoles dinero a Pedro y sus colaboradores, les dijo: “Dadme también a mí este poder para que cualquiera a quien yo impusiere manos reciba el Espíritu Santo”. Hechos 8:19.
Entonces Pedro le dijo:
“…tu corazón no es recto delante de Dios”. Hechos 8:21.
El poder del Espíritu Santo se otorga siempre con un determinado propósito y ese propósito es en todos los casos para la gloria de Dios y no para la gloria del hombre o para obtener ventajas personales.

Poder para una vida Santa.
Necesitamos el llenado del Espíritu Santo para poder glorificar a Cristo.
¿De qué manera glorificamos a Cristo?
Glorificamos a Cristo cuando vivimos para Dios, cuando lo amamos, cuando confiamos en Él y le obedecemos.
Dijo Jesús:
“Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifique a vuestro Padre que esta en los cielos”.
Mateo 5:16.
Pablo dijo:
“Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios”.
1Corintios 10:31.
Cada cosa que hagamos durante el día, desde que abrimos los ojos, por rutinaria y “normal”, todo debería ser para glorificar a Dios.

¿Por qué necesitamos la plenitud del Espíritu?
Porque solo en poder del Espíritu, podemos vivir una vida que glorifique a Jesús.
No podemos glorificar a Dios con la energía que nos brinda la carne. A esto se refería Pablo en Romanos 7:
“Lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago…el querer el bien esta en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago”.
Romanos 8: 15, 18, 19.
En el poder del Espíritu Santo podemos vivir una vida que crecientemente glorifique a Dios. Dios el Espíritu Santo nos otorga poder con un determinado propósito, poder para ayudarnos a glorificar a Dios en todas las dimensiones de nuestras vidas.
En la vida cristiana el poder está estrechamente relacionado con la persona del Espíritu Santo, que vive en cada uno de los corazones de los verdaderos creyentes, llenándolos con la plenitud de su poder.
Con un propósito especifico somos llenados y con la única meta de glorificar a Cristo y no a nosotros mismos.
Muchos de los creyentes que piden poder del Espíritu Santo, no tienen la menor intención de utilizarlo  o no ponen empeño en cumplir las indicaciones recibidas en verdadera obediencia.
Anhelamos un poder que no estamos dispuestos a utilizar:
-Poder en la oración y no oramos.
-Fuerzas para testificar y no testimoniamos.
-poder para la sanidad y ni siquiera intentamos vivir una vida santa.
-Gracia para sufrir y no estamos dispuestos a cargar la cruz.
-Poder para servir y no estamos dispuestos a servir.

Poder para el Servicio.
Glorificamos a Dios viviendo vidas que lo honran y esto solo lo podemos hacer en el poder del Espíritu Santo.
Glorificamos a Dios sirviendo y esta también solo puede ser en el poder del Espíritu Santo.
Somos llenados por el Espíritu para servir.
Hay muchos testimonios en la Biblia sobre esto, pero el más significativo para mi es el de Pedro, que junto a Juan, fueron arrestados por predicar. (Hechos 4:8). La Escritura dice que Pedro “lleno del Espíritu Santo”, proclamo con ahínco la muerte y resurrección de Cristo. La osadía de Pedro, ahora lleno del Espíritu Santo, llegó al extremo de desafiar la muerte por Cristo, si fuese necesario. Sin embargo pocas semanas antes había negado a Cristo aun maldiciendo, la diferencia esta vez estaba en la plenitud del Espíritu Santo.
En ese entonces la tarea de los apóstoles era tan ardua que debieron contratar siente hombres más para que les ayudaran en lo administrativo y los requisitos que debían cumplir estos siete hombres eran:
1.   De buen testimonio
2.   Llenos del Espíritu Santo.
3.   Y de sabiduría.
Hechos 6:3
Esto se aplica en esa época como hoy en día. Nadie que no tenga estos tres requisitos debía dirigir las iglesias hoy en día.
Y esto era necesario para un ministerio práctico, no espiritual.

Esto nos enseña que para llevar a cabo la más practica y menos espiritual de las tareas, para la gloria de Dios, debemos estar llenos del Espíritu, tener buena reputación y ser sabios.

El llenado del Espíritu Santo no es una opción, sino una necesidad. Resulta indispensable para una vida abundante y para un servicio fructífero.
La vida llena del Espíritu, no es una anormalidad, es la vida cristiana normal. Todo menos que eso es anormal; es menos de lo que Dios quiere y provee para sus hijos. Por lo tanto ser llenados por el Espíritu Santo nunca debe ser considerado como algo inusual o de una minoría.
Todos lo necesitamos y para todos es accesible, por eso la Escritura nos da la terminante orden: “Sed llenos del Espíritu”.
5)        COMO SER LLENADOS DEL ESPÍRITU SANTO.
Debemos aprender por propia y personal experiencia, que significa ser llenados del Espíritu Santo.
En la Biblia no hay una formula y era seguramente porque para los cristianos de esa época era algo natural. La confusión de hoy en días, solo muestra la poca espiritualidad de nuestros días.
Sin embargo en el nuevo testamento en su contexto, poca duda nos queda sobre lo que se entiende por una vida llena del Espíritu Santo o sobre la forma en que esa vida llena del Espíritu Santo se hace realidad en nuestras vidas.
“Creemos que las enseñanzas del Nuevo Testamento sobre cómo se llenados con el Espíritu Santo se resume en tres términos:
1.   Entendimiento
2.   Sumisión
3.   Caminar por fe.

Entendimiento.
Existen ciertas cosas que debemos conocer y entender, ciertas verdades de Dios reveladas en la Biblia.
Algunas de estas verdades ya las hemos mencionado, pero debemos asegurarnos de captar verdaderamente su significado.
1-  Primera verdad. Dios nos ha dado su Espíritu Santo y el Espíritu Santo, mora en nosotros, al aceptar a Cristo como nuestro Salvador.
Recordemos que nos es obligatorio que “sintamos” su presencia.
Lo que debemos entender es el hecho de su presencia.
Dios nos ha prometido que si pertenecemos a Cristo, el Espíritu Santo mora en nosotros y Dios no puede mentir. Aceptamos este hecho por fe.

Otra cosa importante de tener en cuenta es que Dios nos ordena ser llenados por el Espíritu Santo, porque Él quiere llenarnos del Espíritu y a esto no nos podemos rehusar.
Dios no nos da de mala gana, ni a regañadientes una medida rebosante de su Espíritu. Por el contrario quiere que vivíamos una vida controlada y dirigida por Él.
“Si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dadivas a vuestros hijos. ¿Cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que lo pidan?
Lucas 11:13.
Así que si por alguna razón no estamos siendo llenados del Espíritu Santo, es porque no se lo hemos pedido y no por que el no quiera dárnoslo.
Otro punto que debemos entender, es el del pecado en nuestras vidas.
¿Qué es lo que bloquea el obrar del Espíritu Santo en nuestras vidas?
Es el pecado.
Antes de poder ser llenados con el Espíritu Santo, tenemos que confrontar honesta y completamente todos nuestros pecados conocidos en nuestras vidas.
Esto puede ser algo muy doloroso para nosotros, al tener que enfrentar cosas que mantuvimos escondidas o en las cuales no reparamos en nuestras vidas.
El primer paso a dar para esa purificación del pecado es reconocer su existencia y su presencia.
La única solución es el arrepentimiento que quita el obstáculo y restaura el libre fluir del Espíritu Santo de Dios.
El pecado obstruye y la sangre de Cristo nos limpia por arrepentimiento y fe.


Existe en muchas ocasiones una actitud de abrigar y alimentar el pecado, tolerándolo, sin intención alguna de renunciar al mismo.

Dios y Satanás tienen diferentes maneras de definir un hipócrita.
Para Satanás un hipócrita es el que pretende ser Santo cuando es un simple pecador.
Para Dios un hipócrita es un Santo que peca. Y tú eres Santo, por solo el hecho de creer.

Una vez nacemos de nuevo, somos Santos como Cristo. Pero Satanás ha hecho que veamos a Jesús como el sacrificio por nuestros pecados y nos impide ver que al crucificar nuestro antiguo “yo” y recibir la vida de Jesús también podemos ser tan libres de pecado como lo es Jesús.
Esta es la verdadera salvación, no debemos esforzarnos en cambiar, sino en revelar lo que ya somos.

Hay otra razón más por la cual nos resulta difícil tratar con el pecado en nuestras vidas y es la siguiente:
El pecado nos ciega espiritualmente; y una de las cosas por las cuales a menudo somos cegados es la abismal profundidad del pecado. No vemos cuánto ha invadido cada una de las áreas de nuestra vida y cuanto influye en lo que decimos, pensamos y hacemos.
Resulta fácil confesar los pecados que constatamos en nuestras vidas, pero dejamos de ver los numerosos otros pecados que posiblemente impiden en forma más directa nuestro caminar con el Señor.

Debemos confesar no solamente lo que pensamos que es pecado, sino lo que el Espíritu Santo rotula como pecado cuando verdaderamente escuchamos su voz surgida de las páginas de la Palabra de Dios.
“Toda Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia”.
2Timoteo 3:16.
La confesión debe ser tan amplia como lo es el pecado. El Cantar de los Cantares nos advierte sobre
“las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas”. (2:15).
Es una excelente ilustración de la manera en que algunos “pecaditos” pueden destruir la fecundidad de nuestra labor por el Señor.

Puede haber en nuestras vidas orgullo, celos o amargura.
Puede haber difamación, impaciencia, dureza o mal genio incontrolable,
cualquiera de los cuales puede tornar insoportable la vida de quienes nos rodean.
Tal vez haya que poner ante Dios nuestros pensamientos sucios para una limpieza.
Pudiera ser que tengamos que entendernos con la glotonería y la pereza.
Cabe la posibilidad de que el Espíritu Santo nos hable sobre el uso de nuestro tiempo, o el estilo de nuestra vida, el uso de nuestro dinero, o el uso o el abuso de algunos dones que nos ha dado.
Tal vez el trato con algunos de nuestros conocidos se ha tornado frio e indiferente.
Entre otras palabras, todo pecado que podamos identificar, debemos traerlo a Dios en confesión.
El pecado toma todas las formas imaginables y el Espíritu Santo debe guiarnos al examinar nuestras vidas en actitud de oración.

Hay otro aspecto que debemos señalar en respecto a la confesión de nuestros pecados. No solamente debemos ser honestos respecto a los diversos pecados que hay en nuestras vidas, sino que debemos reconocer el peor de todos los pecados, nuestra renuencia a permitir que Cristo gobierne nuestras vidas.
El más fundamental interrogante que puede formularse un cristiano es el siguiente:

¿Quién gobierna mi vida?, ¿El yo o Cristo?

El pecado siempre será un permanente problema y viviremos derrotados y frustrados, hasta que no le demos el lugar que le corresponde a Cristo, en nuestras vidas. El Centro de nuestra existencia.
Es asombrosa la cantidad de cristianos que nunca enfrentan la realidad del señorío de Cristo, a pesar de que en el Nuevo Testamento, abundan las afirmaciones de que Cristo exige nuestra plena y total entrega.
“Si alguno quiere venir en pos de mi, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame”.
Lucas 9:23.
Cuán fácil y corriente es fijar nuestras propias metas, actuar bajos nuestros motivos e ir detrás de nuestros deseos, si jamás pedirle a Dios que sobre todas las cosas se haga su voluntad.
Cristo nos pide que renunciemos al trono de nuestras vidas y permitamos que gobierne en todo cuanto somos y hacemos.


“Por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos”.
2Corintios 5:15

¿Nos hemos percatado de que manera total y trágica el pecado a dominado nuestras vidas?
¿Estamos dispuestos a ceder a la autoridad y al gobierno de Cristo en todo?
Debemos entender que el Espíritu Santo esta en nosotros y Dios quiere que nuestras vidas sean controladas por Él. Pero también debemos entender que nuestro pecado es notorio en todas sus dimensiones.
Y sobre todas las cosas debemos responder al interrogante crucial de saber quién controla nuestra vida.
Solo cuando entendamos estas cosa, podemos dar el segundo paso.

Sumisión.
El segundo paso a dar para ser llenados del Espíritu Santo es el que hemos dado en llamar, la sumisión.
Por sumisión entendemos que renunciamos a nuestro propio camino y buscamos, por sobre todas las cosas, someternos a Cristo como Señor y ser gobernados por Él en todos los aspectos de nuestra vida.
Ya hemos experimentado que nuestra vida bajo nuestro control, no da buenos frutos. Dejamos que el pecado nos manipule a tal punto que nos es bien difícil evaluar que es y que no es pecado dentro de nuestras vidas.
La forma de ser llenado (controlado y dominado) por el Espíritu Santo, es colocar a Cristo en el centro de nuestras vidas.

Hay dos pasos a dar para que la sumisión sea una realidad en nuestras vidas:
1-   El primer paso es el de la confesión y el arrepentimiento.
Debemos entender la profundidad de nuestro pecado, e ir más allá de la simple comprensión. Debemos confesar a Dios nuestros pecados y arrepentirnos de haberlos cometido.
En muchas ocasiones somos consientes de nuestro pecado y lo identificamos con gran claridad, pero no se produce en nosotros cambio alguno y es porque no los confesamos a Dios y porque el arrepentimiento no es verdadero.
Confesión y arrepentimiento no son lo mismo. Lo maravilloso de todo esto es que Dios nos ha prometido perdonarnos si nos volvemos a Él en humilde confesión.
“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad”,
1Juan 1:9.

Arrepentirse significa renunciar al pecado. En el griego, idioma en el que se escribió originalmente el Nuevo Testamento, la palabra “arrepentimiento”, significa un cambio de mentalidad, completo y total. El arrepentimiento no consiste en sentir cierta tristeza por haber pecado, o una simple confesión a Dios. Arrepentirnos de nuestros pecados es apartarnos de ellos y volvernos a Cristo y a su voluntad.
Si hemos tenido malos pensamientos, debemos renunciar a ellos cuando nos arrepentimos y tener la firme determinación de llenar nuestras mentes con cosas que si lo honran.
Si hemos maltratado a alguien y hemos actuado desconsideradamente con él, decidimos con toda firmeza remplazar ese maltrato con actos de amor dirigidos, justamente, a dicha persona.
Si nuestro estilo de vida, no es agradable a Dios, lo cambiaremos para ponerlo más acorde con la voluntad de Dios.
Lo bueno en todo esto es que no estamos solos para llevar a cabo tales cambios. Dios sabe que somos frágiles y nos dará todo su apoyo si nuestra voluntad es agradarle.
2-   El segundo paso es entregarnos totalmente a Dios y a su voluntad.
Este paso de entregarnos a Dios está claramente representado en el sexto capítulo de la carta de Pablo a los romanos.
“Tampoco presentéis vuestros cuerpos al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumento de justicia”.
Romanos 6:13
A continuación Pablo escribe diciendo que hemos sido liberados de la esclavitud del pecado, y no pertenecemos más a l pecado. Hemos cambiado de dueño. De la misma manera que un esclavo en el primer siglo podía ser vendido y pasaba a ser propiedad de otro dueño, así nosotros hemos sido comprados con la sangre de Cristo y pertenecemos a Dios.
“Libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia”.
Romanos 6:18.

En el original griego las palabras que la versión Reina-Valera traduce como “presentaos vosotros mismos a Dios” tienen un precioso significado. El pensamiento ha sido traducido de diversas maneras en otras tantas versiones:
“Entréguense a Dios” (Versión Popular, Dios llega al hombre); “Ofreceos vosotros mismos a Dios” (Biblia de Jerusalén).
Pero el pleno significado de la palabra “presentarse” o “entregarse” es ponerse a entera disposición de alguien.

En otras palabras, cuando nos rendimos a Cristo no adoptamos una posición estática y esperamos que Dios haga su trabajo valiéndose de nosotros.
Todo lo contrario, nos ponemos a entera disposición y decimos:
“Señor, soy tuyo para se utilizado de la manera que tu quieras utilizarme. Estoy a tu disposición y puedes hacer conmigo lo que te plazca. Busco en esta vida, no mi voluntad, sino la tuya”.
En otras palabras, la expresión seria:
“Poneos a disposición de Dios”.

La misma palabra se repite en Romanos 12:1:
“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios”.
Esto incluye todas las áreas de nuestra vida. Incluyendo capacidades, nuestros dones, nuestras posesiones, nuestras familias, nuestras mentes, voluntad y emociones.
Nada se excluye, no podemos retener nada.

Como principio básico debe controlarnos y dominarnos en todas y cada una de las partes constituyentes de nuestro ser.

Nuestra entrega debe ser total e incondicional. Esta rendición es un acto consiente y deliberado de nuestra parte en obediencia a la palabra de Dios.
Debería ocurrir en el momento de recibir a Cristo como Señor y Salvador. Pero para muchas personas sucede como respuesta a una crisis posterior a su conversión.
Tal vez no hemos entendido del todo lo que significa seguir a Cristo como Señor, pero con el tiempo empezamos a percibir que Jesucristo nos llama no solo para que creamos en Él, sino para que le sigamos sin reservas como discípulos.

El Señorío de Cristo, puede confundirnos e inquietarnos, a lo que debemos actuar de inmediato. Lo más seguro es que el Espíritu Santo te siga mostrando áreas de tu vida que faltan por ser entregadas, pero como todo es un proceso, no te preocupes si todo no se da de golpe.

El Espíritu Santo puede ponernos a prueba para ver si hemos tomado la decisión con seriedad y compromiso. Hasta puede exigirnos renunciar a ciertas cosas que en principio no son de su interés, pero que indican que tan dispuestos estamos.

Debemos estar preparados para hacer todo lo que Dios quiere hacer, en y por medio de nuestras vidas.

No somos esclavos, por que quien más libre que el creyente que ya conoce la libertad espiritual en Cristo.
No somos esclavos porque somos “hijos de Dios” y es a nuestro Padre celestial a quien debemos obedecer y no a nadie más.

Pablo dijo a Tilo que Cristo:
“se dio a sí mismo para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras”.
Tito 2:14

A lo largo de nuestro caminar con Cristo veremos muchas cosas que deben ser corregidas y ajustada, pero esto sucederá como respuesta a nuestro diario caminar con Él.

¿Has sometido alguna vez tu vida a Dios?
¿Le has confesado tus pecados y te has arrepentido de todo corazón?
¿Hay pecados en particular que son obstáculos en tu vida?
¿Hay pecados que aun no has admitido?
¿Le has dicho a Dios que deseas que se cumpla su voluntad en tu vida, sea cual fuere?

Hay quienes sugieren que deberíamos orar a Dios pidiendo ser llenos del Espíritu Santo, pero como no hay testimonio de ello en la Biblia, podemos pedir que Dios llene por completo cada una de nuestras áreas, las cuales entregamos de manera total y completa a Él.
Que vendría a ser lo mismo.
Si nunca diste el paso de someterte a Dios y a su voluntad, te instamos a que te pongas de rodillas antes de leer una sola página más de este libro, y entregues tu vida sin reservas a nuestro Maestro y Señor.

“Se, pues, celoso, y arrepiéntete. He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y el conmigo”
Apocalipsis 3:19-20.

Fe.
Llegamos ahora al último paso en el llenado del Espíritu Santo, que nos gusta denominar “caminando en fe”.
Primero tenemos que entender que Dios nos ha dado su Espíritu y que Él mora en nosotros, desde el día en que recibimos a Cristo como Señor y Salvador, luego aprendimos el valor de la sumisión y entregarnos a Dios, y finalmente debemos aprender el secreto de caminar en fe.

El principal punto que debemos señalar es el siguiente:
Cuando nos sometemos a Dios y a su voluntad, somos llenados con el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es quien nos domina y controla. Ahora nos corresponde actuar según esa premisa y caminar o vivir con la plena certeza de que Dios ya nos ha llenado y estamos bajo su control.

El apóstol Pablo lo dice con las siguientes palabras:
“Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro”.
Romanos 6:11

El vocablo griego que traducimos “consideraos” se utilizaba a veces en operaciones contables o en matemáticas. Luego de una transacción comercial, por ejemplo, se computaba la cantidad de dinero y se asentaba en los libros. La anotación en libros certificaba que se había realizado la transacción y efectuado el pago. Ahora bien, cuando nos entregamos a Cristo y le seguimos como Señor de nuestras vidas, sabemos que algo ha ocurrido. El Espíritu Santo ha sentado sus reales en nuestras vidas, para guiarnos y fortalecernos. Ahora hemos de andar en fe, considerándonos muertos al pecado y vivos en Dios. Somos llenados con el Espíritu Santo; ahora hemos de vivir a la luz de esta verdad. Y esto no es fingir o aparentar; es actuar basados en las promesas de Dios.
Reconocer esta nueva vida y amoldarnos a ella, traerá un proceso consigo, así como al recién casado le cuesta un tiempo amoldarse a su nueva vida o  a quien sale de la cárcel amoldarse de nuevo a convivir en sociedad.
Una vez sea para nosotros más natural, se nos hará casi imposible la sola idea de volver a una vida de pecado, porque sería como volver a ser soltero (en caso dado seriamos divorciados y nunca más solteros) o volver a la cárcel.
No se podrá jactar un creyente de tener al Espíritu Santo, porque no está en su condición de humildad, pero muy seguramente otros si lo notaran, porque las personas así llenadas producen los frutos del Espíritu.
Pero es posible que no seamos consientes de este hecho, no es necesaria ni reglamentaria una experiencia manifiesta al respecto.
Roy Gustafson dijo:
“El Espíritu Santo no vino para establecer su presencia sino para crear conciencia de Cristo”.
De ahí pues, que cuando afirmamos a nosotros mismos que estamos llenos del Espíritu significa que todos los pecados y obstáculos conocidos han sido quitados y entonces sostenemos por fe que estamos llenos.

-El llenado del Espíritu no es una cosa de sentimientos, sino de fe.
-Podemos sentir o no una fuerte sensación de intimidad con Dios cuando somos llenados.
-En lugar de confiar en nuestros sentimientos, debemos confiar en las promesas de Dios.
-Debemos confiar en que somos llenados y no vacilar e inspeccionar nuestra vida interior cada rato, para ver si Dios esta cumpliendo o no.
-El llenado del Espíritu no significa que somos perfectos y desprovistos de pecado.
-Significa que estamos controlados por el Espíritu, pero el pecado sigue siendo una realidad, esperando su oportunidad.
-Podemos ser inmaculados en nuestro anhelo de servir a Cristo pero  esto no nos hace intachables.
Así como vimos anteriormente que la vida cristiana se hace de momentos, esto se aplica en el llenado del Espíritu Santo. El llenado del Espíritu Santo no es un acontecimiento de una vez por todas, sino una continuada y permanente realidad diaria a lo largo de nuestras vidas.
Es un proceso, rendirnos diariamente a Dios. Debemos aprender a tomar nuestras decisiones basados en una total sumisión a Cristo.
Ya somos templo de Dios, morada del Espíritu Santo, el quiere llenarnos, pero solo puede hacerlo con quienes lo desean y están dispuestos a renunciar a sí mismos, de manera incondicional a Dios.
Todos los días debiéramos tratar de entender más la palabra de Dios, orando para que Dios nos ayude a ver nuestros pecados. Y todos los días deberíamos confesar y arrepentirnos.
Todos los días someter nuestra voluntad a la voluntad de Dios.
Deberíamos caminar en fe de tal manera que Dios no llenara al someternos a Él.
Y todos los días debiéramos caminar en obediencia a su palabra.

Al iniciar cada día una posible oración puede ser esta:
Amado Dios gracias por darme la oportunidad de abrir mis ojos a un nuevo día.
A ti encomiendo este día de vida que me das. Toma mi vida en tus manos y utilízala para tu gloria.
Límpiame de todo aquello que impida tu obra en mi vida.
Confió en el Espíritu Santo y en actitud de amor anhelo obedecer tu palabra.
Permite que te pueda ver en cada momento.
Gracias por que soy tu hijo/a amado/a y confió en tu constante compañía, porque me has prometido estar conmigo todos los días de mi vida.