Vida Interior Parte 3

3)        PECADOS CONTRA EL ESPÍRITU SANTO.
1-   La blasfemia contra el Espíritu Santo.
Este es considerado el peor pecado, en contra del Espíritu Santo y es el único pecado para el cual no hay perdón.
Todos los demás pecados son cometidos por creyentes y pueden ser perdonados, para empezar de nuevo.

Este pecado es cometido por incrédulos y dice así en las escrituras:
“Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada. A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero el que hable en contra del Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en esre siglo ni en el venidero”.
Mateo 12:31-32.
Cuando la persona a resistido a tal grado al Espíritu Santo que este deja de esforzarse en su favor, entonces si existe un peligro de relieves eternos. El “pecado imperdonable” entraña el total e irrevocable rechazo de Jesucristo.
Esteban decía que cuando la gente a la que predicaba rehusaba escuchar a los apóstoles de Cristo y a sus escogidos, que hablaban por el Espíritu Santo, en realidad  lo que hacía era resistir al Espíritu Santo. (Hechos 7:51)
La fatal infección pecaminosa localizada en los corazones de gentes irredentas hará que siempre resistan al Espíritu Santo. La carne y las mentes malvadas siempre se levantarán contra Él. Cuando las personas actúan de esta manera, no recibirán la palabra de Dios en toda su potencia a menos que el Espíritu Santo logre victoria sobre ellas.

Pero además. Esteban decía otra cosa. Les decía a ellos y a nosotros que de la misma manera que Dios el Espíritu Santo insistía en vano con la gente en el Antiguo Testamento y por ello estaban condenados, así también sus oyentes estarían igualmente condenados si hacían caso omiso de la obra del Espíritu en sus Corazones.

El resistir al Espíritu Santo es un pecado cometido únicamente por los incrédulos. Y es un pecado que de prolongarse indefinidamente, lleva a la condena eterna. Solo resta el juicio para aquellos que así resisten al Espíritu.

La única manera en que el pecador puede ser perdonado por resistir al Espíritu Santo es dejar de hacerlo y entregándose a Jesucristo, de quien testifica el Espíritu.
Tal persona solo tiene esperanzas si se arrepiente de inmediato y permite al Espíritu Santo que obre en su vida.

Ninguno del los creyentes deberá hacer juicio sobre si alguno ha cometido este pecado y en caso dado, solo el Espíritu y Jesús pueden afirmarlo.

Debemos pedirle a los no creyentes que se arrepientan y entreguen su vida a Cristo y orar por ellos, pues no sabemos cuando el Espíritu Santo a dejado de actuar o no.
El pecado imperdonable consiste en rechazar la verdad sobre Cristo. Es rechazar, en forma completa y final, el testimonio del Espíritu Santo, que declara que Jesucristo es el hijo de Dios y que solamente Él nos puede salvar de nuestros pecados.

¿Hemos rechazado a Cristo en nuestras propias vidas y afirmado en nuestros corazones que lo que la Biblia enseña sobre Él es una mentira?

De ser así tenemos graves problemas, el único camino es que sin perder más tiempo, te rindas a Cristo y se acerquen a Él en humilde confesión y arrepentimiento, por medio de la fe.

En cuanto a cualquier otro pecado Dios siempre quiere perdonarnos, porque nos ama y Cristo dio su vida para perdonarnos.



2-  Contristar al Espíritu Santo.
Hay dos pecados contra el Espíritu Santo que pueden ser cometidos por creyentes.
a-   Contristar al Espíritu Santo.
Pablo nos advierte y nos dice:
“No contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención”
Efesios 4:30
Nos habla de cosas que son inconsistentes con la naturaleza del Espíritu Santo y de esta manera lastiman su corazón y lo hieren en su esencia. Por las cosas que hacemos, podemos causarle dolor al Espíritu Santo.
Podemos lastimar y enfadar a alguien que no siente afecto por nosotros, pero en el caso del Espíritu Santo que nos ama lo apesadumbramos y contristamos.
“Os ruego hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que me ayudéis orando por mi a Dios”.
Romanos 15:30.

En Efesios 4:20-32, Pablo dice que todo cuanto se desemeja a Cristo en conducta, palabra o disposición, contrista al Espíritu Santo.
Si vemos las palabras que describen al Espíritu Santo en las Sagradas Escrituras, veremos más claramente que le contrista:
v Verdad (Juan 14:17); de modo que todo lo falso, lo engañoso o hipócrita lo entristece.
v Fe (2Corintios 4:13); la duda, la desconfianza, la ansiedad y la preocupación lo apesadumbra.
v Gracia (Hebreos 10:29); todo lo duro que hay en nosotros, lo amargo, lo maléfico, lo descortés, lo inclemente, lo descariñado lo apena.
v Santidad (Romanos 1:4); todo lo sucio, todo lo profano, todo lo degradante lo contrista.
             
¿Qué ocurre cuando contristamos al Espíritu Santo? Por lo habitual el Espíritu Santo se complace en revelarnos a Cristo. También imparte gozo, paz y alegría al corazón. Pero cuando le contristamos cesa este misterio.
En todo esto hay un aspecto glorioso y magnifico. Contristar al Espíritu Santo no significa perderlo en nuestras vidas. No cesa de sellarnos y no se retira de nosotros. En realidad los creyentes no pueden contristarlo al grado de que Él los abandone totalmente.
Es posible que los hombres perdamos la sensación de la presencia del Espíritu Santo en nosotros. Es lo que dice el Salmo 51 cuando David clama: “No quites de mi tu Espíritu Santo” (v.11). Pero recordemos que el Espíritu Santo nos ha sellado para el día de la redención.
Podemos volver a las andadas, pero eso es totalmente distinto a caer de la gracia o perder totalmente el Espíritu Santo.

Cuando contristamos al Espíritu Santo, es necesario que confesemos y renunciemos a nuestro pecado, para volver a experimentar el gozo.
Si bien podemos aparentar felicidad, interiormente nos sentimos desdichados cuando no estamos en estrecha comunión con el Espíritu Santo. Y eso no es porque el Espíritu nos abandone, sino porque el Espíritu se encarga de hacernos sentir, desdichados y así manifestarnos que le hemos contristado y nos volvamos de nuevo a Cristo.
Cuando entregamos totalmente cada momento de todos los días a Jesucristo como Señor, el poder del Espíritu Santo que obra milagros en nuestras vidas, será abrumador. Es en la redención a Cristo donde yace el secreto de la pureza, de la paz y del poder.
Así, pues, como Espíritu de amor el Espíritu Santo se entristece cuando pecamos, porque nos ama.

b-  Apagar al Espíritu Santo.
“No apaguéis al Espíritu”.
1Tesalonicenses 5:19.
La palabra contristar sugiere la sensación de sentirse lastimado, entristecido. Y eso tiene que ver con la forma en que lastimamos el corazón del Espíritu Santo en nuestras vidas individuales.
“Apagar”, significa extinguir. Y se adapta a la descripción escritural del Espíritu Santo, como un fuego. Esto no quiere decir que lo expulsamos sino que suprimimos el amor y el poder del Espíritu Santo cuando el trata de llevar a cabo su propósito por intermedio de nosotros.
Podemos apagarlo de diferentes maneras:
-Cuando no despertamos nuestras alma, cuando no usamos los medios de la gracia que tenemos a nuestra disposición, cuando dejamos de orar, de testificar o de leer la Palabra de Dios.
-Los pecados deliberados apagan al Espíritu Santo. Cuando criticamos, cuando actuamos despiadadamente, cuando minimizamos el trabajo de los demás con palabras desconsideradas.
Es un hecho que el cristiano no tiene que pecar, puede pecar, pero no tiene que hacerlo. Es posible no contristar al Espíritu, ni apagarlo, sino, Dios nunca nos hubiera dicho que rechazáramos las malas acciones, si nos resultara imposible hacerlo.

4)        LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO.
Los dones Espirituales se dan para servicio y no para disfrutar de un placer personal.
Los creyentes espiritualmente inmaduros, suelen mirar con cierto celo, los dones de los demás y en ocasiones el celo es de cierta manera justificado, porque hay creyentes que presumen con cierto orgullo de los dones recibidos.
El Nuevo Testamento registra “los dones del Espíritu” en trs pasajes:
Romanos 12:6-8
1Corintios 12:8-10
Efesios 4:11.

Los dones y el cuerpo.
La Biblia nos enseña que toda persona redimida recibe del Espíritu Santo por lo menos un don:
“Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo… pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho”.
1Corintios 12:4,7.
Dios nos hace responsables de la manera en que usamos nuestros dones.
El apóstol Pablo compara la iglesia con nuestro cuerpo físico, en el cual cada uno de los miembros tiene una función particular pero todos actúan juntos.
Pablo dijo:
“El cuerpo no es solo un miembro, sino muchos. Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo. ¿por eso no será del cuerpo?... Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso”.
Luego Pablo continúa diciendo que:
“son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo. Ni el ojo puede decirle a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros”.
1Corintios 12:14, 15, 20, 21.
Agregó que aun esos miembros del cuerpo que parecen más débiles o menos útiles o dignos son partes necesarias del cuerpo. Todos son esenciales para un correcto funcionamiento del cuerpo.
Al igual que el cuerpo humano, el cuerpo de Cristo es un organismo completo, creado por Dios. Pero cada miembro de cuerpo es único en su género. No ha existido, ni existirá nadie como tú o como yo. Somos únicos e irrepetibles.
En cierta medida los dones son únicos y singulares y cuando Dios nos da dones, aun similares, es imposible que tengan el mismo efecto en uno que en otro creyente. Por eso, si tu llegaras a faltar, el cuerpo de Cristo estaría incompleto, carente de una parte.

El significado de carisma.
El Nuevo Testamento usa la palabra griega carisma (plural de carismata) para hablar de los dones que Dios ha dado a los cristianos por intermedio del Espíritu Santo. Actualmente la palabra “carisma” se ha incluido al castellano para referirse a una persona que tiene unas cualidades que atrae a otras personas, por su personalidad.

Pero la definición Bíblica de carisma es “un don de santa gracia”. Muy diferente a la definición del mundo.
La palabra carismata es el plural de carisma y, a excepción de un pasaje en 1Pedro, figura solamente en los escritos de Pablo.
Definida con precisión, significa “manifestaciones de gracia” y se le traduce, dones.
Se utilizó esta palabra para denotar los diversos dones espirituales otorgados a distintas personas para beneficio de la iglesia.
En el capítulo 4 de Efesios Pablo usa dos palabras que se traducen como dones: dorea y doma. Son similares a carismata y también a una cuarta palabra que se traduce como dones:
Pneumatika que definida con toda precisión significa “cosas que pertenecen al Espíritu”.

El origen de los dones Espirituales.
Los dones provienen del Espíritu Santo y es Él quien determina a quien y cuales dones da.
Al recibir un don, somos responsables de lo que hacemos con él y del fruto que de él logremos.
No debemos codiciar los dones que otros reciban y por lógica no debemos envidiar a la persona que los posee.
Podemos desear ciertos dones y hasta pedirlos, pero si no es la voluntad del Espíritu dárnoslo, debemos saber que es su voluntad agradable y perfecta. De no aceptar la voluntad del Espíritu con respecto a los dones que se nos da, estaremos pecando. Al igual que pecamos al recibir un don y no hacer uso del él.
Los dones que tenemos son los que Dios consideró conveniente entregarnos y debemos hacer todo de nuestra parte para descubrir cuáles son nuestros dones y usarlos solo para la gloria y honra de Dios.
Los frutos del Espíritu son otra cosa diferente que los dones del Espíritu. Todo cristiano debería gozar de los frutos del Espíritu, pero no todos los cristianos tiene los mismos dones.
Eso si cada creyente tiene por lo menos un don del Espíritu Santo.

Dones y talentos Espirituales.
Al estudiar los pasajes donde se habla de los dones, descubrimos alrededor de veinte dones.
El Antiguo Testamento menciona un cierto número de dones que no los menciona el Nuevo Testamento. Muchos de estos dones semejan capacidades o talentos naturales de la gente, si bien otros son de carácter netamente espiritual.

Todos conocemos personas que tiene el don de “música” que no figura en la lista de los veinte. Mucha gente se pregunta qué diferencia hay entre talento natural y un don espiritual y la verdad es que la línea que los diferencia es difícil de trazar, ante todo porque Dios suele utilizar aun nuestros talentos, ya que el mismo nos los dio.
Dios puede tomar un talento y por medio del Espíritu Santo convertirlo en un don.
Muchos tenemos talentos manuales y otros musicales, otros para administrar, etc.
Pero los dones principales son de carácter netamente espiritual, son dones sobrenaturales que el Espíritu dispensa a las personas, para bien de la Iglesia.

Un don, también puede tomar el nombre de “herramienta” o instrumento.
El talento “artístico” de toda clase es un don divino:
“Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en lo cual no hay mudanza, ni sombra de variación”.
Santiago 1:17.

Dios ha concedido a la humanidad facultades estéticas que, al igual que toda clase de facultades humanas, se corrompieron por la rebelión del hombre contra Dios en el huerto del Edén, ¡pero aun persisten!

Propósito de los dones.

Pablo dice que estos dones espirituales llevan como propósito:
“perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo”.
Efesios 4:12.


Dios nos ha encomendado a cada uno una tarea para cumplir y nos ha brindado dones sobrenaturales para poderla realizar. Si fracasamos en esto, seremos censurados ante el tribunal de Cristo.
La Biblia nos enseña que todo cristiano habrá de comparecer ante el
Tribunal de Cristo para rendir cuentas del uso que hizo de sus dones, como asimismo respecto de su vida personal ante Dios y ante los hombres. Es lo que se denomina “bema” o tribunal de Cristo:
“Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo”,
2Corintios 5:10.
El pasaje no se refiere al juicio para los incrédulos. Ese juicio se hará ante el gran trono Blanco. Aquí se trata de un tribunal especial para cristianos.
Nuestros pecados han sido expiados por Cristo en la cruz, pero luego de la salvación todas las obras serán juzgadas. El resultado será recompensa o perdida (1Corintios 3:11-15) “si bien él mismo (el creyente), será salvo”.

El apóstol Pablo en 1Corintios 12:7, afirmó que los dones son dados “para provecho común” de modo que de ninguna manera habremos de usarlos egoístamente. Debemos utilizarlos para ayudarnos mutuamente.
Lo dijo Pablo:
“Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando, cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los demás”.
Filipenses 2:3-4.

Además, Dios ha dispuesto los dones para ayudar a: “unir” el cuerpo de Cristo. Inmediatamente antes de mencionar los dones en Efesios 4:3-7, el apóstol Pablo nos insta a ser:
“solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vinculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos. Pero a cada uno de vosotros fue dada la gracia (un don especial) conforme a la medida del don de Cristo”.

Observemos como subraya Pablo la idea de la unidad, repitiendo la palabra “un”.
Así pues, los dones del Espíritu jamás deben dividir el cuerpo de Cristo; debían unirlo.

Como reconocer nuestros dones.
En primer lugar recordemos que Dios nos ha otorgado por lo menos un don Espiritual y quiere que sepamos cuál es y lo utilicemos para su gloria.
En segundo lugar, sostenemos que el descubrimiento de nuestros dones Espirituales debe ser objeto de prolija y meditada oración de nuestra parte.
Debemos orar pidiéndole a Dios nos dirija para reconocer los dones Espirituales que poseemos. También debemos asegurarnos de que estamos dispuestos a hacer uso de esos dones Espirituales de manera tal que todo redunde para la gloria y honra de nuestro Dios.
Si descubrimos que tenemos el don de la “enseñanza” debemos estar dispuestos a enseñar en la Iglesia.
Podemos ser en parte renuentes a conocer nuestros dones, por pereza de no utilizarlos, cosa que por cierto debemos aceptar y confesar a Dios.
En tercer lugar, el siguiente paso entraña una inteligente y clara comprensión de lo que la Biblia nos dice sobre los dones Espirituales. Nuestra oración es que este libro sirva como útil guía a nuestros lectores, pero no hay sustituto alguno que remplace la enseñanza de primera mano de la Biblia sobre los dones del Espíritu Santo.


En cuarto lugar, el paso a dar para descubrir nuestros dones espirituales involucra un conocimiento de nosotros mismos y de nuestras capacidades.
Ciertas experiencias en nuestro trasfondo personal pudieran dirigirnos en una u otra dirección. Descubriremos que nos gustan ciertas cosas y que las hacemos muy bien.
No hay muchos métodos abreviados, debemos sacar a la luz nuestros dones. Resulta aconsejable probar varias situaciones como ayudar.
Por ejemplo podemos tener la virtud o la facultad de saber escuchar y ser, por lo tanto, excelentes consejeros.
Pero a medida que pasa el tiempo descubrimos que aumenta el número de personas que acuden a nosotros para hacernos participes de sus problemas. Además, nos ayuda el hecho de que otros creyentes piensen que tenemos un don y nos lo dicen.

Puede ser prolongado el proceso para descubrir nuestros dones Espirituales y hasta es posible que surjan nuevos y nuevos desafíos. Pero no debemos dejar que eso nos desaliente. Dios quiere utilizarnos y nunca seremos utilizados por Él de manera plena, a menos que conozcamos nuestros dones y los pongamos a su disposición.
Estamos convencidos que las personas llenas del Espíritu Santo (en permanente sumisión al señorío de Cristo) descubrirán sus dones con relativa facilidad.
Tales personas quieren que Dios dirija sus vidas y esas son las personas que Dios está más dispuesto a bendecir señalándoles los dones que el Espíritu Santo les ha dispensado.

Con humildad y agradecimiento aceptemos el don que pareciera que Dios nos ha dado y usémoslo al máximo de nuestras posibilidades.
Debemos aceptarnos a nosotros mismos tal y como somos y utilizar los dones que tenemos.
Es posible que nuestro don nos llame a servir en un posición destacada, con las dificultades y peligros que le son propios.
Pero también puede llamarnos para servir en una humilde esfera.
Tienes tareas que desempeñar y obligaciones que cumplir en la congregación.

Los dones no son agrupados en categorías y ningún agrupamiento que conocemos resulta totalmente satisfactorio.

Apóstol
El vocablo griego que indica este don es “uno enviado con una comisión”.
La palabra apostos según John Scott, tiene tres significados:
1-   Todos somos enviados al mundo por orden de Cristo y de esa manera participamos en la misión apostólica de la iglesia.
(Juan 17:18; 20:21)
Y todos somos “apóstoles”.
2-   El vocablo se usa por lo menos dos veces para describir “apóstoles de la iglesia” o “mensajeros de las Iglesias según la versión Reina Valera de la Biblia. (2Corintios 8:23) y “vuestro mensajero” (Filipenses 2:25), mensajeros enviados en misiones especiales de una iglesia a otra. En este sentido la palabra se podría aplicarse a los misioneros y a los creyentes en general, enviados con misiones específicas y determinadas.
3-   El don de apostolado al cual se refiere a los 12 apóstoles (Lucas 6:12,13), que fueron exclusivos en cuanto a que fueron testigos de primera mano de Cristo y su resurrección.

Un misionero puede tener este don en su significado secundario, si es un fundador de iglesias.
En este caso debería cumplir los siguientes requisitos:
·        Ser enviado con un mensaje.
·        Ser responsable de establecer una iglesia.
·        Ejercer autoridad al fijar las políticas y ponerlas en ejecución.

Profeta
La palabra que en castellano se traduce profecía, deriva del griego y significa “expositor público”.
En los días apostólicos, el don de la profecía comprendía dos partes.
1-   Una se refería a la comunicación verbal de Dios a los hombres a través del profeta. Este era un don sobrenatural. Y para que las personas pudieran distinguir entre un falso o verdadero profeta, el Espíritu otorgó a algunos creyentes el don de “discernimiento de espíritus”. El solo hecho de que un profeta hablaba por revelación, virtualmente aseguraba la existencia de falsos profetas, como leemos tanto en el Antiguo Testamento. Los cristianos neotestamentarios fueron instruidos en el sentido de no despreciar la profecía, pero tenían que probar todas las cosas.
2-   Según 1Corintios 14:3, la segunda parte  del ministerio profético era para la edificación, instrucción, consolación y exhortación de los creyentes en la congregación local.
El profeta, que por lo habitual era itinerante, era reconocido superior al ministro local. Pero al transcurrir el tiempo, el don de la profecía fue ejercido por los ministros locales que predicaban la palabra de Dios para la edificación de los feligreses de su parroquia.
El don de la profecía en su primer significado, es decir la profecía predictiva o vaticinadora, no existe más al grado en que existía en el primer siglo del cristianismo.
Nos consta que han ocurrido casos aislados en los cuales diversos creyentes han creído poder predecir sucesos pertenecientes al futuro.
No quisiéramos descartar tales sucesos como imposibles para un Dios soberano, si bien no constriñe a los cristianos como lo hace la profecía escritural.
También pensamos que las profecías escriturales se diferencian de la función normal y común del don de la profecía en nuestros días, que es la capacidad de entender y exponer la palabra de Dios.
Dios ha cesado de revelar directamente “nuevas verdades”; la Biblia tiene ahora contratapa. El canon de las Sagradas Escrituras se ha cerrado.
Entendemos que el don de la profecía ha de ser utilizado “en el alto sentido de exponer al pueblo de Dios las verdades recibidas, no por revelación directa, sino por cuidadoso y prolijo estudio de la completada e infalible Palabra de Dios”.
Es tarea propia del Espíritu Santo iluminar las mentes de los llamados al ministerio profético para que entiendan la Palabra de Dios y la apliquen con una profundidad totalmente imposible para quienes no cuentan con el don de profecía.. Esto pudiera parecer una nueva verdad recientemente revelada, pero para ser bíblica tiene que basarse en la Palabra de Dios. Hay una clara diferencia entre doctrina y dirección. Nada hay nuevo en la doctrina, pero Dios suele dar nuevas directivas que muchas veces se las toma erróneamente como profecías.
Cuando a la profecía se le menciona en relación con el hablar en lenguas, surge una nueva dimensión.
Tal como lo entendemos, según lo sostienen algunos de nuestros hermanos, hay personas en la congre gacion que pudieran profetizar en lenguas y luego esa profecía ser interpretada por alguien que tenga el don de interpretación.
Estamos dispuestos a reconocer esa posibilidad, siempre y cuando la misma no entrañe una nueva revelación sino algo que haría el Espíritu Santo que estuviera dinámicamente relacionado con la escrita Palabra de Dios.
El don de la profecía merece un mayor énfasis, tal vez, que el de pastor o evangelista.
Aparentemente los profetas del Nuevo Testamento instruían, exhortaban, reprendían y advertían sobre el juicio.
Cierta vez escuchábamos la grabación considerada como una nueva profecía y emitida por un destacado dirigente carismático. Pero al escuchar la grabación, descubrimos que prácticamente todo lo que dijo tenia bases bíblicas. Nada había de nuevo, aparte del nuevo énfasis que puso en relatarlo. Expresó una verdad bíblica, de una manera sumamente dramática, aplicándola a nuestro mundo de hoy.
En nuestras propias predicaciones hemos hecho todas estas cosas. Y nos hemos relacionado con algunos evangelistas de quienes creímos que eran profetas/evangelistas/maestros/pastores; contaban con todos esos dones y los dones se superponían.
Los profetas del Antiguo Testamento vaticinaron el futuro, especialmente relacionado con el juicio que había de caer sobre las ciudades y naciones o con la venida del Mesías. Los profetas neotestamentarios tenían un ministerio más parecido al de evangelistas. Proclamaban la Palabra de Dios e instaban a la gente al arrepentimiento de sus pecados; perturbaban a las personas por sus pecados. El apóstol Pablo dedica una gran parte de 1Corintios 14 al tema de la profecía. Los creyentes de Corinto estaban tan entusiasmados con los dones singulares, que Pablo se sintió obligado a poner énfasis en la importancia de la profecía.
Al respecto de esto es imprescindible una palabra precautoria. Las Sagradas Escrituras claramente enseñan que debemos ejercer el don de discernimiento, porque habrán de aparecer muchos falsos profetas. En realidad de verdad, tanto en los escritos acerca de Jesús como en los de los apóstoles, leemos advertencia tras advertencia de que aparecerían falsos profetas, especialmente al aproximarse al final de los tiempos.
Muchos de ellos serán lobos vestidos de ovejas. Con frecuencia engañaran a los propios escogidos de Dios. Po ello, los creyentes deben contar con miembros de sus iglesias que puedan distinguir entre falsos y auténticos profetas. A Pablo le preocupaban los corintios porque al parecer tenían poco discernimiento y aceptaban a cualquiera como verdaderos profetas de Cristo.
“Porque si viene alguno predicando a otro Jesús que el que os hemos predicado, o si recibís otro espíritu que el que habéis recibido, u otro evangelio que el que habéis aceptado, bien lo toleráis… éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo”.
2Corintios 11:4,13.

En cierto sentido todos los cristianos deberán poder discernir, diferenciando lo falso de lo verdadero. Y esto es así porque todo cristiano debería estar enraizado en la Biblia y saber lo que la Biblia enseña. No obstante ello, la Biblia también enseña que algunos cristianos tienen en mayor medida el don del discernimiento.
¿Y qué decir de las personas que sostienen poder predecir el futuro?
El requerimiento o prueba del verdadero profeta (el vaticinador) en las Sagradas Escrituras era que fuera ciento por ciento certero. No un 90 o 99 por ciento cierto. Tenía que ser preciso y exacto en todo.


Evangelista
La palabra evangelista proviene de un vocablo griego que significa “uno que anuncia las buenas nuevas”.
La palabra traducida “evangelista” figura solamente tres veces en el Nuevo Testamento:
1-   Lucas asignó a Felipe el titulo de evangelista (Hechos 21:8)
2-   Pablo afirmó que Dios enviaba evangelistas a las iglesias (Efesios 4:11)
3-   Pablo instó a Timoteo a que hiciera la “obra de evangelista” (2Timoteo 4:5).
El mensaje del evangelista esta centralizado en el evangelio. Primordialmente es un “mensajero” de las buenas nuevas. El evangelista en su proclamación puede enseñar y hacer la tarea del Pastor, pero su mensaje se reduce a la muerte, el entierro y la resurrección de Cristo, su segunda venida y la necesidad de que todos los hombres en todas partes se arrepientan y crean.
El don del evangelista no ha sido reconocido como es debido, como lo han sido maestros y pastores. Y en esto no ayuda mucho la mala imagen de los evangelistas, opacada por falsos evangelistas como lo fue el caso de Elmer Gandry.
Muchas veces pastores, maestros o evangelistas, se convierten en Blanco perfecto para Satanás. Es por eso que deben ser protegidos por las constantes oraciones del pueblo de Dios.
El autentico evangelismo habla al intelecto y puede no producir emoción, pero su tarea principal es hablar a la voluntad.
Desgraciadamente muchos evangelistas pierden demasiado tiempo pensando y aun planificando cómo lograr resultados visibles.
Es fácil caer en esta trampa, es natural que los evangelistas quieran ver resultados, pero el don, en sí mismo, no es garantía de que estos sean inmediatos.
La tarea de evangelista es dar a conocer el mensaje, pero la batalla es de Jehová. En ninguna parte la Biblia nos pide resultados, ni reprende si los resultados son pocos.
Los hombres y mujeres toman decisiones todo el tiempo, algunos dicen si, otros dicen no y algunos dejan para después, la decisión.
No olvidemos a Noé, que fue un evangelista y profeta, que durante 120 años evangelizó y su único resultado estuvo en sus familiares más cercanos.
Algunos temen la crítica y no quieren ser calificados como faltos de intelectualidad, de emocionalismo, de comercialismo o de preocuparse por estadísticas. Estas son sutilezas de Satanás para evitar que el creyente utilice su don de evangelismo.

Los métodos evangelisticos pueden ser variados, pero lo que no puede hacer un evangelista es:
1-   No pueden lograr que alguien se convenza de su culpabilidad de pecado, de la justicia o del juicio; esta es tarea y obra del Espíritu Santo.
2-   No pueden convertir a nadie; eso es tarea y obra del Espíritu Santo.
El evangelista puede invitar a los hombres a recibir a Cristo y puede exhortarlos. Pero los resultados los obtiene el Espíritu Santo al obrar en sus mentes, los corazones y las voluntades de los incrédulos.
A nosotros nos corresponde atender a lo posible y confiar en Dios para lo imposible.
El evangelista debe llevar a cabo su ministerio, respaldado en una fructífera vida llena del Espíritu Santo.
Jesús prometió:
“venid en pos de mi, y haré que seáis pescadores de hombres”.
Marcos 1:17.
Jesús, por medio del Espíritu Santo, nos garantiza el poder necesario.
Ser evangelistas de manera total o parcial, no es una opción. Es una orden dada por nuestro Señor Jesucristo y el mandato general de la Escritura:
“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.
Mateo 28:19,20.

Pastor
Entre los ministerios anotados en la carta a los efesios, figura el ministerio de pastores (Efesios 4:11)
Para muchos cristianos la palabra pastor es uno de los términos preferidos para designar al ministro ordenado. Su uso es consecuente con el ministerio de nuestro Señor, que se aplicaba así mismo el término de “pastor”. De modo que los llamados por el Espíritu Santo para el ministerio pastoral, son bajo Cristo pastores ayudantes de ovejas.
Jesucristo se llama así mismo el “buen pastor” (Juan 10:11), y es llamado “el gran pastor de las ovejas” (Hebreos 13:20).
Pedro habla del “Príncipe de los pastores” que aparecerán un día. (1Pedro 5:4). Si Jesús es el principal de los pastores, significa que hay pastores asistentes o subordinados; estos incluyen ministros del evangelio y santos no ordenados en la congregación que poseen el don de aconsejar, de guiar, de advertir y de cuidar el redil. Muchas personas han actuado como pastores espirituales en nuestra propia vida sin haber sido formalmente ordenados al ministerio pastoral.
Numerosos consejeros de jóvenes, maestros de clase bíblicas y directores de grupos de estudios bíblicos y edificación realizados en casas de familia, ejecutan funciones que forman parte de y son propias del don pastoral.
Tres de las cartas paulinas(1 y 2Timoteo y Tito) tomaron el nombre de epístolas pastorales..
Les dicen a los pastores como vigilar a las ovejas.
No utilizar el don de pastor, como cualquier otro don, contrista al Espíritu Santo.
Muchos pastores de las iglesias están abrumados por exceso de trabajo y les vendría muy bien si se los ayudara en este aspecto. Cada uno de nosotros deberíamos preguntar a nuestro pastor en que manera le podemos ayudar.

Maestro.
El vocablo griego en Efesios 4:11 que en castellano traducimos maestro, significa “instructor”.
Cuando el mensaje del evangelio ha redundado en resultados positivos de conversiones, el nuevo creyente debe ser instruido.
En la gran comisión (Mateo 28:18-20) el mandato de hacer discípulos es inmediatamente seguido por la orden de “enseñarles que guarden todas las cosas que os he mandado”.
Una de las grandes necesidades de la iglesia en la hora actual es de más maestros de la Biblia. Pero también esto está en las soberanas manos de Dios. Enseñar es simplemente la capacidad otorgada por el Espíritu Santo, de instruir a los cristianos en el conocimiento de la Palabra de Dios y su aplicación práctica en su conducta y en su manera de pensar.
La meta de la enseñanza es lograr que los cristianos conformen sus vidas a semejanza de Jesús. La enseñanza puede ser impartida, y debe serlo asi, de manera sencilla, caritativa y al mismo tiempo minuciosa.
En el idioma Griego que usó Pablo Pastor y maestro tienen un vinculo tan similar que la palabra prácticamente se traduce “pastor-maestro”, como si fuera un solo don. Y esto refuerza justamente la idea que el maestro espiritual debe poseer una apasionada sensibilidad a las necesidades de sus educados.
Son muchos los maestros que están llenos solo de una capacidad intelectual, dejando de lado la sensibilidad tan necesaria en estos casos.
Son muchos los maestros no “calificados” o reconocidas por calificaciones mundanas a los que no se les permite participar en muchos ministerios y que gozan de la sensibilidad requerida. Esto es peligroso para el futuro de la iglesia.
Con esto no queremos indicar que Dios no usa nuestras capacidades intelectuales cuando están entregadas a Él, pero la enseñanza espiritual, como todos los dones espirituales, es una capacidad sobrenatural que la dispensa el Espíritu Santo, no el grado universitario.
El don de enseñanza puede ser aplicado de muy diversas maneras, que van desde el seminario teológico a los grupos de estudio bíblico en casas de familia de creyentes, pasando por la escuela bíblica o la escuela dominical. Lo importante para las personas que poseen este don, es usarlo tantas veces y en tantos lugares como lo indique Dios.

“Lo que has oído de mi ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros”.
2Timoteo 2:2
Esta es una fórmula matemática, para esparcir el evangelio y aumentar la iglesia.
Pablo le enseñó a Timoteo; Timoteo compartió lo que sabía con los hombres fieles; estos hombres fieles enseñarían a su vez a otros.
Si siguiéramos este modelo, la iglesia podría alcanzar a todo el mundo con el evangelio, “en una sola generación”.
Las cruzadas en masa. Jamás podrán llevar a término la gran comisión; pero el ministerio personal de uno por uno si lo hará.

Apóstol, profeta, evangelista, pastor, maestro: cinco de los dones del Espíritu Santo.
Es posible que nos hagamos  la siguiente reflexión. “yo no soy ni pastor ni maestro”, esto ¿Qué tiene que ver conmigo?
Si tiene mucho que ver:
1-   En primer lugar es posible que Dios nos haya dado “dado” uno de esos dones. Es posible que Dios nos esté llamando para ser un pastor, o un evangelista, o un maestro de la Biblia. Tal vez seamos algún joven a quien Dios está llamando para el campo misionero. O tal vez algo mayor de edad y Dios quiera utilizarnos como maestro de escuela dominical o de un grupo de estudio Bíblico en una casa de familia.
2-   En segundo lugar, La Biblia nos ordena apoyar a quienes Dios ha llamado a ser los dirigentes de la iglesia. Por ejemplo deberíamos orar frecuentemente por el pastor de nuestra iglesia, por los misioneros y por otros que están comprometidos en la obra de Dios.
El Apóstol Pablo en Efesios 6:19 pidió que oraran por él. Debemos hacerles conocer el hecho de que apoyamos su tarea y estamos interesados en lo que Dios hace por intermedio de ellos.
3-   En tercer lugar, aprendamos de quienes Dios ha llamado a ser los dirigentes cristianos. “Acordaos de vuestros pastores… imitad su fe…obedeced a vuestros pastores” (Hebreos 12:7,17).
4-   Demos gracias a Dios por los dones que ha otorgado a esos dirigentes “a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efesios 4:12).

5)        MÁS DONES DEL ESPÍRITU SANTO.

Anteriormente vimos los dones a los que Pablo se refiere en Efesios 4. A continuación veremos los considerados en 1Corintios 12 que es casi una copia, de los encontrados en Romanos 12.
Aquí tenemos la principal lista de dones, pero los dones singulares, como el hablar en lenguas, serán considerados aparte.
Recordemos lo que dice Pablo:
“Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu Santo es el mismo”.
1Corintios 13:4.
Cuanto digamos de los dones estará basado sobre una presuposición crucial:
Estos dones son sobrenaturales y ningún cristiano puede manufacturarlos, ni producirlos, son únicamente otorgados por el Espíritu Santo.
El Espíritu Santo otorga a ciertas personas especiales sabiduría, conocimientos, fe y demás dones, pero el otorgamiento de estos dones especiales, no significa, de ninguna manera, que otros cristianos sean improductivos..
Más bien tales dones espirituales a menudo son formas exaltadas de una capacidad rudimentaria que Dios concede a todos los cristianos. Por ejemplo, la sabiduría espiritual es de todos, pero quien tiene el don, recibe una porción adicional.
Por otra parte e don de sanidad o el de hacer milagros son dones que el creyente los tiene o no los tiene..
Dios da estos dones a muy contadas personas, política que al parecer ha seguido a lo largo de la historia de la iglesia. De todas maneras, hemos de considerar ahora los dos primeros dones espirituales que Pablo menciona en 1Corintios 12.

Sabiduría
Podemos tener tres clases de sabiduría:
1-   La primera nos viene en forma natural
2-   La segunda la obtenemos por aprendizaje, de modo que es algo que se nos puede enseñar.
3-   La más elevada jerarquía de sabiduría, la recibimos directamente de Dios, relacionada con la particular obra del Espíritu Santo.
Si bien Dios es la fuente de verdad, de cualquier origen que sea, otorga sabiduría a los creyentes de manera única en su género, es decir, por medio de las Sagradas Escrituras. Añadido a esto, concede a ciertos creyentes un don o capacidad especial de sabiduría. Este don, algunos lo definen como “la capacidad para tomar correctas decisiones sobre la base de nuestros propios conocimientos”. Nos enseña a usar el conocimiento.

Ciencia
Esto nos lleca al segundo don, la palabra de ciencia, que se refiere al conocimiento de información espiritual. Sin embargo, todos conocemos creyentes poseedores de notable información sobre Dios y sobre doctrina, pero no saben aplicarla a situaciones prácticas. Es por ello que los dones de sabiduría y ciencia deben actuar juntos, es decir, ilustran la necesidad de cooperación entre los poseedores de diversos dones.
Jesús se ocupa de un caso en el cual un creyente pueda necesitar de ambos dones. Dijo así:
“Pero cuando os trajeren para entregaros, no os preocupéis por lo que habéis de decir, ni lo que penséis, sino lo que os fuere dado en aquella hora, eso hablad; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo”.
Marcos 13:11.
Vez tras vez los discípulos de Jesús tuvieron que defenderse contra turbas, gobernadores, príncipes y reyes; es probable que el apostol Pablo hiciera su propia defensa ante el Cesar. Ese conociemiento, esa ciencia, que es un don del Espíritu Santo, estaba basado en largas horas de disciplinado estudio en las cuales Dios nos enseña.
Pero la capacidad de aplicar lo que aprendemos a situaciones reales de la vida va más allá de todo estudio y proviene directamente del Espíritu Santo.
La sabiduría es el don del Espíritu que nos enseña a usar el conocimiento. Pablo se defendió echando mano de ambos. Al hacerlo así ilustró el consejo de Pedro respecto de estar:
“siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros”.
1Pedro 3:15.
Es interesante el hecho de que Pedro también dijo que debíamos crecer:
“en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”.
2Pedro 3:18.
Por nuestra comunión con Dios logramos un más alto conocimiento y sabiduría de lo que puede obtener el mundo. Y los creyentes que han recibido esta capacidad en elevado grado, pueden considerarse poseedores de los dones de conocimiento o ciencia y sabiduría.
No hay ninguno de nosotros que no deba enfrentar presiones, dilemas y problemas para los cuales no tenemos respuesta, humanamente hablando.
Todo grupo o congregación de creyentes necesita contar por lo menos con una persona que tenga el don de la sabiduría para ayudar a tomar decisiones prácticas. A menudo tal persona seria la que, luego de que hubiéramos orado, formularía las orientaciones para las decisiones correctas a tomar.

Fe
La palabra “fe” proviene del vocablo griego que significa “fidelidad o firmeza”:
“A otro, fe por el mismo Espíritu”
1Corintios 12:9.
En este pasaje el apóstol Pablo da por sentada la existencia de una fe salvadora.
Dice la Escritura:
“Por gracias sois salvos por medio de la fe”
Efesios 2:8.

“por la fe andamos, no por vista”.
2Corintios 5:7.
Pero la fe de que nos habla 1Corintios 12 es una muy especial. Es un don del Espíritu Santo otorgado según su voluntad.
Debemos señalar la distinción existente entre la gracia de la fe y el don de la fe.
La gracia de la fe significa que podemos creer que Dios cumplirá todo cuanto prometió, en su palabra, que haría. Todos los creyentes tienen la gracia de la fe. De ahí que pecamos cuando no tenemos fe en lo que la Biblia nos promete. Pero ocurren muchas cosas en nuestras vidas respecto de las cuales no existen promesas específicas en la Palabra de Dios. Por eso, cuando oramos agregamos la frase “si es tu voluntad”. Pero el Espíritu Santo nos da el don de la fe para creer cosas sobre las cuales la Biblia nada dice. No es pecado no contar con este don de fe.
Un clásico ejemplo de este don de fe lo tenemos en la vida de George Muller, de Bristol, Inglaterra, que cuidó a miles de huérfanos durante un periodo de muchos años. Muller rehusó pedir jamás un solo centavo, pero atrajo el dinero necesario orando. Este es el don de fe que describió Jesús cuando dijo:
“Si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible”
Mateo 17:20.

A veces en mi propio ministerio me ha parecido que yo era un hombre de poca fe, pero en numerosas ocasiones el Espíritu Santo me ha concedido especial don de fe forzándome a situaciones aparentemente imposibles de resolver y de las cuales no existían específicas promesas en la Palabra de Dios.
Estamos firmemente persuadidos de que hay veces en nuestras vidas cuando tomamos decisiones basados en la voluntad de Dios, y recibimos fe del Espíritu Santo para hacer lo que Dios quiere que hagamos, haciendo caso omiso de las consecuencias que pudieran ocurrir.

Discernimiento de espíritus
La palabra “discernimiento” que figura en 1Corintios 12:10 proviene de un vocablo griego que engloba varias ideas:
Ver, considerar, examinar, entender, oír, juzgar a fondo. La versión inglesa New American Standard Bible habla de este don como el “don de distinguir espíritus”.
Tal cual lo dijimos en el capitulo anterior, la Biblia nos advierte que en todo tiempo surgirán muchos falsos profetas y engañadores, dentro y fuera de la iglesia. Y, además, nos dice que al final de los tiempos intensificarán sus actividades.
Dijo el Apóstol Pablo:
“El mismo Satanás se disfraza de ángel de luz. Por lo tanto no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia”.
2Corintios 11:14,15.
Estamos convencidos que centenares de dirigentes religiosos en todo el mundo en el día de hoy no son siervos de Dios sino del Anticristo. Son lobos vestidos de ovejas; son cizaña y no espiga de trigo.
En todo el mundo occidental se observa un notorio y veloz incremento del espiritismo, del ocultismo, del culto a Satanás como asimismo una gran actividad de los demonios. Las falsas enseñanzas que Pablo las denomina “doctrina de demonios” en 1Timoteo 4:1, van de la mano con lo anterior.
El gran interrogante que se plantea es:
¿Cómo distinguir lo falso de lo verdadero?
Por esto es que los creyentes necesitan el don de discernimiento, o al menos respeto por las opiniones de quienes lo posean. El apóstol Juan dijo:
“Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo”
1Juan 4:1.
En otras palabras, los creyentes deben poner a prueba diversos espíritus y doctrinas que abundan en el día de hoy. Y sobre rodas las cosas, debemos probarlos según las normas que nos fija la Palabra de Dios, la Biblia. Pero además, Dios otorga a ciertas personas una capacidad extraordinaria para discernir la verdad. En 1Corintios 12:10, leemos:
“A otro (le es dado) discernimiento de espíritus”.
Es importante comprender que una persona que posee el don del discernimiento puede a menudo decir la diferencia entre lo que es de Dios y lo que no lo es. Tales personas a menudo pueden poner al descubierto falsas enseñanzas o falsos maestros, pues tienen una capacidad casi misteriosa para percibir la hipocresía, la superficialidad, el engaño y también la falsedad.
No hay duda de que este es el don que le permitió a Pedro captar la hipocresía de Ananías y Safira. Lo mismo ocurrió con Simón de Samaria que profesaba ser convertido y bautizado por el Espíritu, pero resultó ser una fraudulenta imitación (Hechos 8:9 y siguientes)
Pablo advirtió:
“que en los postreros tiempos algunos apostarán de la fe, escuchando espíritus engañadores y a doctrinas de demonios”
1Timoteo 4:1.
Las Sagradas Escrituras nos enseñan que todo lo religioso debe ser cuidadosa y prolijamente evaluado; que aun las iglesias a las que concurrimos deben ser examinadas para ver si son de sana doctrina.

Ayuda
El don de ayudar, mencionado en 1Corintios 12:28, toma su nombre de una palabra griega que da la idea de apoyar o también de asistir.
Tenemos un ejemplo del uso del don de ayudar cuando los apóstoles decidieron designar diáconos para que se encargaran de ciertos asuntos de la iglesia (Hechos 6). Sus deberes consistían principalmente en atender a las mesas y a la distribución de fondos entre los pobres. El uso de este don posibilita que miles de laicos colaboren en la promoción del reino de Dios en tareas tales como aconsejar, orar, manejar la parte administrativa de la iglesia y las organizaciones paraeclesiales (que trabajan al lado de la iglesia) y testificar.

Pero además ayudar, entraña la idea de los servicios sociales, tales como asistir  a los oprimidos que sufren por las injusticias sociales y cuidar a las viudas y de los huérfanos. Puede significar prepararle alimento a un vecino enfermo, escribir una cata de estimulo o compartir lo que tenemos con alguien que lo necesita. El don de ayudar es el don de demostrar misericordia. También conlleva la idea de ayudar en algunas de las actividades comunes del servicio cristiano, de modo que quienes estén dorados de otros dones, puedan ser liberados de esas tareas comunes y dedicarse con más libertas a la utilización de sus dones.
“Si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo”
1Pedro 4:11.
El don de ayudar es muy especial, porque gracias a él se pueden llevar acabo y de mejor manera muchas actividades para la gloria de Dios.
Nuestros estudios posteriores de las Sagradas Escrituras nos han demostrado que aun nuestro Señor Jesucristo reunió alrededor de si, un equipo de personas que en su ocasión envió de dos en dos para que ministrasen. Marcos fue el ayudante de Pablo y de Bernabé (Hechos 12:25). Pablo viajaba continuamente acompañado de un equipo de colaboradores, sin los cuales jamás habría podido realizar con tanta eficacia su ministerio. Al final de sus cartas Pablo habitualmente mencionaba algunos de estos fieles ayudantes. En la carta dirigida a los romanos la lista supera los veinte nombres, muchos de los cuales son de mujeres. Escribiendo a los filipenses, Pablo mencionó a Epafrodito, “ministrador de mis necesidades” (Filipenses 2:25).
¿Contamos con el don de “ayudar”?
En caso afirmativo podríamos ser fieles sirviendo, si tenmos práctica administrativa o si somos comerciantes, en la junta directiva de una organización paraeclesiástica o sociedades misioneras. O podríamos intervenir en una sociedad bíblica, o desempeñar un cargo administrativo, o ser diáconos de la iglesia. Se puede ser una activa ama de casa y madre. Otro podría ser estudiante.

Administración
Este don recibe el nombre de un vocablo griego que da la idea de conducir, pilotear o dirigir. Algunas versiones hablan del don de dirigir (1Corintios 12:28). Ciertas personas han recibido el don de liderato, que es reconocido por la iglesia.
Las Sagradas Escrituras enseñan que las iglesias deben contar con un gobierno; requieren dirección, sea o no profesional. Jesús dedicó más de la mitad de su tiempo con solo doce hombres, dándoles una formación adecuada para ser dirigentes que pudieran llevar adelante la obra luego que Él ascendiera al cielo. Dondequiera fueran los apóstoles, designaban dirigentes en las iglesias que fundaban. La Escritura nos dice que Pablo y Bernabé “constituyeron ancianos en cada iglesia” (Hechos 14:23). En 1Timoteo 3:1-7 Pablo enseña los requisitos que se exigen para ser “obispos”. Muchos piensan que la palabra “obispo” equivale al de “pastor” en el sentido de sobreveedor, superintendente o administrador.
Al par que algunas iglesias y asambleas procuran conducir la obra del Señor sin ser dirigentes designados, nosotros pensamos que ello es virtualmente imposible. Algunos grupos cristianos no cuentan con personal ordenado. Sin embargo, los cultos son conducidos decentemente y en orden, al igual que los demás ministerios del grupo. Otros hay que ejercen el liderato aun cuando oficialmente no cuentan con títulos para ello. Si no reconocemos este don, vamos directo a la confusión y nos parece que es una conducta anti bíblica, ya que obstaculiza la labor del Espíritu Santo que concede a los hombres el don de administración.
El escritor de la epístola a los hebreos llegó hasta decir:
“Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos” (Hebreos 13:17). Claro está que hablaba, no cabe dudad, de quienes ejercían autoridad en la iglesia.
Las cualidades para ser un dirigente figuran varias veces en el Nuevo Testamento. No se debe ser dictatorial, ególatra o dogmatico;  ha de ser cualquier cosa menos eso.
Todo lo contrario, debe ser humilde, afable, cortés, amable y lleno de amor; pero a veces tiene que actuar con suma firmeza. Esta es la razón por la cual es necesario que el don de ciencia o conocimiento se combine con el de sabiduría. Además, la idea de liderato bosquejada en el Nuevo Testamento es decididamente opuesta a la noción de gran pompa y ostentación. Más bien hace hincapié en las virtudes de humildad y del servicio.
El Señor Jesucristo es el más perfecto ejemplo de un dirigente o líder.
“Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido sino para servir, y para dar la vida en rescate por muchos”.
Marcos 10:45).
Se humilló a si mismo tomando forma de siervo (Filipenses 2:7); lavó los pies de sus discípulos y luego dijo:
“El siervo no es mayor que su Señor”.
Juan 13:16.
Jesús, por ejemplo, nos dice que todo verdadero dirigente o líder tiene que ser un ayudador, un sirviente, aun un esclavo. Se nos hace la siguiente exhortación:
“Servíos por amor los unos a los otros”.
Gálatas 5:13.
Y esto es una orden, no una sugerencia y se aplica con especial énfasis a los líderes.

A modo de conclusión
No fue propósito de Dios que la iglesia anduviera a la deriva, sin brújula, sin capitán y sin tripulación. Por su Espíritu ha provisto a la marcha y funcionamiento de la iglesia en la historia de los dones de su Espíritu y se nos dice que debemos procurar “los mejores dones” (1Corintios 12:31). Sea que el Espíritu Santo nos conceda uno o varios dones, lo más importante es que hagamos dos cosas:
1-   En primer lugar, reconocer el don o los dones que Dios nos ha provisto.
2-   En segundo lugar, debemos desarrollar esos dones y hacer todo lo que podemos, humanamente hablando, para mejorarlos a medida que los utilizamos.
El que cuenta con el don de profecía debería mejorar su rol con el paso de cada año de su vida. Y la persona con don de sabiduría debería ser más sabia al final de lo que era al inicio.
Algún día, todos tenemos que rendir cuenta de la forma en que utilizamos los dones que Dios nos dio. La persona a quien mucho dio, mucho se le exigirá. Usemos nuestros dones al máximo de nuestras posibilidades y esperemos expectantes las palabras de nuestro Señor:
“Bien, buen siervo y fiel” (Mateo 25:21), en el tribunal de los santos.

6)        LOS DONES “SINGULARES”
Pensamos que es pertinente aquí una palabra de explicación y de cautela, respecto a los denominados dones “singulares” (1Corintios 12:9,10) y clasificados por algunos como señales.
Por dones “singulares” queremos significar los dones del Espíritu Santo que con frecuencia constituyen signos exteriores del obrar de Dios. Estos dones incluyen sanidades, milagros y lenguas. Parecieran ser los que mayor atención llaman en la iglesia de hoy día, excitando la imaginación y produciendo manifestaciones exteriores que atraen a las multitudes.
Un dirigente cristiano decía cierta vez que si oía de un ministro que predicara el evangelios en la esquina de su casa, prendía el televisor y miraría su programa favorito. Pero si se le informara que alguien en la misma esquina estaba realizando milagros, dejaría todo lo que estuviera haciendo y correría para ver qué era lo que sucedía.
¿Por qué esto así?
Simplemente porque lo espectacular y lo insólito parecen fascinarnos.
Este tipo de curiosidad no es necesariamente bueno no beneficioso pero, sin lugar a dudas, sumamente común.

Resulta interesante observar que en las cuatro ocasiones en que la Biblia trata los dones de Espíritu (Romanos 12:6-8; 1Corintios 12:8-10; Efesios 4:11 y 1Pedro 4:10,11), estos dones singulares figuran juntos solo en la primera carta a los corintios, iglesia que abusaba de estos dones.
Los cristianos deben recordar y tener muy en cuenta que el Espíritu Santo estaba lejos de querer que los dones fueran objeto de abusos que provocaran divisiones o destruyeran la comunión de los creyentes.
Cuando esto ocurre ofende el amor, la más grande de todas las manifestaciones del Espíritu Santo.

Sanidad
El Espíritu Santo otorga este don de sanidad o más literalmente curación. En el Antiguo Testamento se mencionan muchos casos de curaciones y claro esta que el Nuevo Testamento está lleno de ocasiones en que Jesús y sus discípulos curaron a los enfermos. A lo largo de la historia de la iglesia se han registrado innumerables casos de curaciones de enfermedades.
Se asocia a veces el ministerio de curaciones físicas por medios espirituales, con los que curan por fe. Muchos de estos últimos aseguran tener el don de sanidad o al menos un poder especial.
Decenas de miles de personas acuden en masa a ver y escuchar a estos curadores. Y miles más son instados a escribir a ciertos predicadores radiales y televisivos que pretenden contar con este don de sanidad. En realidad, la atención de las masas se ha centralizado en estos últimos años en la fe cristiana y la curación de los males físicos.
Pero las enfermedades y las dolencias forman parte de la vida: nadie puede escapar, al final, de las mismas. Toda la gente, incluyendo los más famosos sanadores por fe, enferman y finalmente mueren.
Pero debemos distinguir entre lo que la Biblia llama el don de sanidades y un segundo método de curación. Algunos hacen hincapié en la fe del que necesita ser curado, es decir, del enfermo, diciéndole que sanará solo si se decide a creer. Por esto van más allá que aquellos que creen que el perdón, la purificación y la buena acogida de Dios surgen de la obra expiatoria de Jesús en la cruz. Piensan que todo cristiano que enferma tiene derecho a la curación por fe.
Observemos que esto nada tiene que ver con el don de sanidad como tal. Tales maestros creen, por ejemplo, que la curación corporal de la enfermedad estriba en la obra expiatoria de Cristo. Para ellos la muerte de Cristo en la cruz, no solo trae aparejado el ofrecimiento de perdón de los pecados, sino también la curación física del cuerpo. Ambos, sostienen, nos vienen por la fe.
Este tipo de curación tiene que ver más bien con la fe y no tanto con el don de sanidad.
En apoyo de esta posición señalan que el Antiguo Testamento vaticinó la venida del Mesías y dijo de Él:
“Y por su llaga fuimos nosotros curados”
Isaías 53:5.

No creo que la Escritura enseña claramente que la obra de Cristo en la crus incluye la curación de enfermedades.
El pasaje que se menciona en Isaías 53:5 es citado una vez en el Nuevo Testamento en 1Pedro 2:24:
“Llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a os pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados”.
Aparece suficientemente claro que la “sanidad” del Salvador es de naturaleza principalmente espiritual y no física.
Algunos creyentes, ya sea que crean que Dios cura por la acción de un don espiritual o solamente por medio del ejercicio de la fe, creen que es innecesario consultar a un medico cuando enferman, a excepción, posiblemente, de hacerlo como último recurso.
Se les abren varias puertas:
·        Pueden confiar en Dios para la curación, en cuyo caso no interviene en nada el don de sanidad., sino la fe.
·        O pueden recurrir a alguien en quien ellos confíen, que posee el don de sanidad y esta persona puede hacer lo que hizo Jesús por medio del don que le ha otorgado el Espíritu Santo. Curando a la persona de manera inmediata y permanente.
Pensamos que el curar las enfermedades debe ser contemplado desde una perspectiva más amplia. Santiago enseñaba que todos los buenos dones provenían de arriba. Creemos que la curación de las enfermedades puede venir de Dios a través del don de sanidad o el don de fe, pero también proviene de Él, utilizando los recursos de la medicina.
Pablo le aconsejó a Timoteo que tomara un poco de vino medicinal, debido a sus problemas estomacales (1Timoteo 5:23). No debemos olvidar que Lucas era médico y acompañó a Pablo en muchos viajes del Apóstol y probablemente lo ayudo en este aspecto.
Nos consta que el Señor a utilizado a médicos y a remedios para curar enfermedades que nos han afectado. Más aun, debemos tener bien en cuenta la posibilidad de que Dios no quiera que seamos curados de todas nuestras afecciones, algo que evidentemente ocurrió en el caso del apóstol Pablo (ver 2Corintios 12:7-10).
Por lo tanto, pensamos que los creyentes debiéramos echar mano de la sabiduría que Dios nos concede para determinar si debiéramos recurrir al uso de medios naturales o confiar exclusivamente en la oración o en las personas investidas de una autentico don de sanidad y no en lo que digan otros.
Teníamos  un amigo que cayó enfermo, afectado de una dolencia fatal. Los médicos sabían que era un caso sin esperanza y él también lo sabía. Así que decidió recurrir a una amiga conocida que tenía el don de sanidad y efectivamente lo curó, ante la mirada atónita de los médicos, que después de muchos estudios no encontraron rastro de esta enfermedad. Pero este amigo se obsesionó con los milagros, la sanidad y hablar en lenguas y su interpretación, que dejo de lado al mismo Dios y años más tarde la enfermedad reincidió y murió lentamente, desilusionado, como si la gloria del Señor, no lo esperara.

La prudencia difiere de la presunción y no debiéramos tentar a Dios. Si un creyente enfermo recurre a la fe para curarse, debe estar previamente seguro de que Dios le ha dado esa fe. De carecer de ella debe recurrir a los médicos. Y a nuestro juicio es normal que un creyente utilice y aproveche la ayuda médica que provee Dios. Los medicamentos y los médicos (tales como Lucas) también son de Dios.

Tiempo atrás conversábamos con un siquiatra cuyos títulos eran notorios e implacables. En el curso de la conversación subrayaba un hecho bien conocido: las personas sufren enfermedades tanto orgánicas como funcionales. Bajo la categoría de las funcionales, los médicos registran muchas enfermedades carentes de bases orgánicas y se las denomina sicosomáticas.
Producen padecimientos físicos con manifestaciones exteriores, que no se curan por el trata miento médico común; pero pueden ser curados sometiendo a la mente a un correcto tratamiento. Cuando la mente retorna a la normalidad desaparecen las diferencias físicas originadas en esta situación funcional.
Los romanos tenían una frase famosa: mens sana in corpore sano.
Mente sana en cuerpo sano. Una mente enferma produce dolencias corporales. Una mente san y limpia, protege al cuerpo de enfermedades funcionales que derivan de la enfermedad mental.
Habiendo dicho todo esto, sabemos que Dios cura, bajo ciertas circunstancias de acuerdo con su voluntad.
Existen curaciones que no llegan por medio de una persona que tenga el don de sanidad, sino por medio de la fe. Pero de nuevo debemos estar seguros de que Dios nos ha dado esa fe, para ser sanados.

Interesante es observar el hecho de que Jesús no curaba de igual manera a la gente. En algunas ocasiones simplemente decía la palabra y se producía la curación. Pero otras veces utilizaba lo que podíamos considerar como “medios”. Jesús tomó de la mano a la suegra de Pedro y la curación se produjo de manera instantánea (Mateo 8:15). Cuando Jesús resucitó a Lázaro, clamó a gran voz “¡Lázaro, ven afuera!” (Juan 11:43).
Al ciego de nacimiento Jesús lo curó de una manera muy distinta: escupió en tierra, hizo lodo con la saliva y untó los ojos del ciego ordenándole lavarse en el estanque de Siloé (Juan 9:1…)
En el caso del criado de centurión, el enfermo no estaba ni siquiera cerca de Jesús cuando fue curado (Mateo 8:5…)
Y la mujer enferma de flujo de sangre fue sanada simplemente por tocar el borde del manto del Señor (Mateo 9:18…)

La imposición de las manos o el ungimiento con aceite tiene una significación tanto espiritual como sicológica. Ni el enfermo ni quienes lo ungen deben suponer que la curación se deba a la imposición de las manos, al ungimiento con aceite, a su propia fe personal o aun a sus oraciones. La curación viene de Dios y es de Dios.
“El Señor lo levantará”
Santiago 5:15.

Pero no siempre Dios decide curarnos. Como ya lo dijimos anteriormente, no hallamos en las Sagradas Escrituras evidencia alguna de que sea voluntad de Dios curar a toda la gente de sus enfermedades.
Si el Espíritu Santo le otorga a un enfermo o a alguien que esta orando por un enfermo el don de fe de que la persona será curada, en este caso podemos tener la absoluta certeza de que será curada.
Pero ocurre que Dios no siempre otorga el don de la fe. Ello significa que los enfermos y sus seres queridos por cierto, deban orar por el que esta postrado, pero en ausencia del don de la fe a la oración debe agregarse la expresión “si es tu voluntad”.
Creemos que la verdadera fe entraña una entrega total de nuestra vida a la voluntad de Dios, cualquiera sea, aun cuando Dios haya decidido no curarnos. Esto quiere decir que aceptamos ser curados, o aceptamos permanecer enfermos, o aceptamos morir, es decir ¡aceptamos cuanto decida Dios!

Tenemos el clásico ejemplo de Job, afectado de una sarna maligna que lo cubría de los pies a la cabeza. Satanás era el responsable de esta situación, pero resulta interesante observar que Satanás tuvo que pedirle previamente permiso a Dios antes de poder tocar las posesiones de Job, mucho menos al propio Job.
Y el libro de Job es el resultado de esta situación. ¿Qué habrían hecho los creyentes a lo largo de los siglos sin este tremendo relato?

También tenemos el ejemplo de Amy Carmichael, de la india, que pasó más de cincuenta años atendiendo a los niños. Los últimos 20 años de su vida transcurrieron en una cama en constante dolor a raíz de heridas recibidas en un grave accidente. Y lo notable del caso es que fue justamente durante esos últimos veinte años que escribió todos sus escritos, sus poemas, devocionarios e informes del ministerio de la comunidad Dohnavur. Sus libros continúan sirviendo a miles de personas en todo el mundo si bien hace mucho tiempo se fue para estar con el Señor. De no haber estado confinada a su lecho, no hubiera tenido tiempo para escribir todas sus obras.


En algunas reuniones de sanidad, se puede percibir cierta repelencia e  histeria emocional, pero en otras se puede percibir orden y asertividad.
La diferencia está en la presencia del Espíritu Santo, al imponer orden de tal manera que utiliza a los siervos de Dios provistos de los dones especiales, para hacer la voluntad del Altísimo.
Toda enfermedad, toda dolencia y todo lo malo que nos sucede puede estar ligado a alguna maldad que hayamos cometido, pero no siempre ocurre así.

Un día Jesús encontró a un ciego de nacimiento y fueron sus discípulos, no los fariseos ni los saduceos, quienes le formularon la pregunta:
“¿Quien pecó, este o sus padres, para que haya nacido ciego?”
Juan 9:2.
Aun los propios discípulos de Jesús no podían concebir una ceguera que no fuera el resultado directo del pecado.
Jesús les respondió:
“No es que pecó este, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él” (v.3)

Cuando vemos a alguien afectado de una enfermedad o una dolencia cualquiera, debemos cuidarnos de dar por sentado que su condición es a causa de pecado.
Las enfermedades pueden ser provocadas por accidentes o por causa hereditarias. En caso de un niño retardado no podemos atribuir la causa de su desgracia a algún pecado de él o de sus padres, si bien toda enfermedad reconoce como causa ultima el pecado original.

Jamás tuvo Dios la intención de que enfermáramos y muriéramos, pero la rebelión del hombre contra Dios en el huerto del Edén cambió todo esto.
Debemos recordar también que el diablo calladamente procura usar toda enfermedad para obstaculizar nuestra comunión con Dios, provocándonos un neurótico sentimiento de culpabilidad, o aun culpar a Dios por lo que pareciera ser una injustificada falta de amor por nosotros y una dureza de su parte.
Al mismo tiempo contamos con la promesa de Dios de que llegará el día cuando serán destruidos todos los efectos del pecado en la creación, incluso la enfermedad.
“Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”
Apocalipsis 21:4.

Muchos cristianos sufren de tanto en tanto, enfermedades físicas, mentales y aun espirituales. Agudo sufrimiento provocan los impedimentos físicos crónicos, los periodos depresivos o los espíritus débiles sujetos a dudas. Dios está siempre dispuesto a ayudarnos con su infinito amor y comprensión.
Podemos contar con la presencia y la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas.
“El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad”
Romanos 8:26.

“Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”.
Hebreos 4:16

En circunstancias como las que acabamos de mencionar, el Espíritu Santo se hace cargo de todo. Se lo denomina “el divino Paracleto”.
El vocablo griego parakletos figura cinco veces en el Nuevo Testamento. Cuatro veces es traducido “Consolador” (Juan 14:16,26; 15:26; 16:7) y una vez “abogado” (1Juan 2:1). Significa “alguien que camina a muestro lado como consejero, ayudador, defensor y guía”.

El Espíritu Santo sí nos ayuda de manera efectiva en nuestras enfermedades, nuestras dolencias y nuestras debilidades. A veces las mismas enfermedades son clara indicación de que estamos llenos del Espíritu.
Tres veces el apóstol Pablo le pidió a Dios que le quitara el “aguijón” de su carne, que le dificultaba severamente en todo lo que hacía, pero Dios le respondió con un rotundo “NO” y agregó el Señor:
“Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en tu debilidad”
2Corintios 12:10.
Pablo, aun lleno del Espíritu Santo, soportaba la enfermedad en su cuerpo que Dios le permitía sufrir para la gloria de su persona.
De modo que si Dios permite enfermedad y rehúsa curar, deberíamos aceptar su decisión con gratitud. Y habremos de pedirle que nos enseñe todo cuanto quiere Él que aprendamos de la experiencia, incluso cómo glorificarlo.

La experiencia de Pablo nos enseña una lección referente a la sanidad en relación con la expiación de nuestro Señor. Mateo dice que:
“él mismo tomó nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias”.
Mateo 8:17
Y esto es absolutamente cierto. Por su muerte en el Calvario, contamos con la certeza de que nos veremos libres de toda dolencia y de toda enfermedad. Pero Dios permite que ahora algunos de nosotros suframos enfermedades y dolencias y es solo su voluntad la que contará a la hora de curarnos y eso debe ser lo único importante para todo creyente.

Como resumen a lo anterior, digamos que existe el don de sanidad, el don de fe, que en diferentes casos hacen los suyo a la hora de la curación. Podemos ser curados de dolencias del cuerpo o sicosomáticas, si es la voluntad de Dios. Y debemos echar mano del discernimiento espiritual, porque hay mucho charlatán en el campo espiritual y en el campo de la medicina.

Milagros
El don de obrar milagros toma su vocablo clave “milagros” de una palabra griega que quiere decir “poderes” (2Corintios 12:12). El milagro es un acontecimiento que no obedece, en su producción, a ninguna ley física conocida; es un suceso espiritual producido  por el poder de Dios, una maravilla, un prodigio. En la mayor parte de las versiones del Antiguo Testamento la palabra “milagro” es traducida habitualmente como “prodigios”, “maravillas”, “poderosos hechos”, “magníficos hechos”.
Las versiones del Nuevo Testamento suelen referirse  a los milagros como “señales” (Juan 2:11) o “señales y prodigios” (Juan 4:48; Hechos 5:12) o “señales y maravillas” (Hechos 15:12)

De lo anterior se desprende que los prodigios y maravillas ejecutados por Jesús y los apóstoles autenticaban su pretensión de autoridad y garantizaban la certeza de su mensaje. Recordemos, a ese efecto, que las gentes les formulaban a Jesús y a los apóstoles la siguiente pregunta: “¿Cómo sabemos que eres quien dices ser y que tus palabras son verdaderas?” No era de ninguna manera una pregunta descabellada. En momentos estratégicos Dios se manifestó a los hombres una y otra vez por medio de milagros, de modo que contaran con una confirmada evidencia exterior de que las palabras que escuchaban de los servidores de Dios eran autenticas y verdaderas.
Un caso notable que ilustra este principio lo tenemos con Elías y las cosas que ocurrieron en el monte Carmelo. El profeta estaba trabado en singular combate en el cual el pueblo de Israel tenía que decidir entre Dios y Baal. Elías desafió a los sacerdotes de Baal a erigir un altar y colocar sobre el mismo un animal para sacrificarlo. Informó al pueblo de Israel que debía mirar en busca de una señal que los convenciera de cuál era el verdadero Dios, si Baal o Jehová. Los sacerdotes de Baal invocaron desesperadamente a su dios, pero nada ocurrió. Luego Elías hizo verter cántaros de agua sobre el holocausto y sobre la leña. Dios mandó fuego del cielo que consumió el holocausto, a pesar del agua. ¡Eso fue un milagro¡

Pablo sostiene que los hombres sabrían que él era un apóstol cuando dijo:
“Las señales de apóstol han sido hechas entre vosotros en toda paciencia, por señales, prodigios y milagros”.
2Corintios 12:12

El Espíritu Santo dio a los primeros apóstoles el don de efectuar milagros como evidencia probatoria de ser los mensajeros de Cristo para una especial y particular tarea: la tarea de iniciar e introducir una nueva era en la historia de la humanidad.

Siempre nos ha llamado la atención que hubo tantos grandes personajes, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, que no realizaron milagros. Juan el Bautista ilustra lo que acabamos de decir:
“Y muchos venían a él, y decían: Juan, a la verdad, ninguna señal hizo; pero todo lo que Juan dijo de éste, era verdad. Y muchos creyeron en él allí”.
Juan 10:41, 42.

De manera que si bien Juan no efectuó milagros, exaltó al Señor Jesucristo, a quien entonces muchos recibieron.
Recordemos que Jesús dijo de Juan:
“De cierto os dogo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista”.
Mateo 11:11

¡Porque hoy en día no vemos de los espectaculares milagros de los cuales leemos en la Biblia?
La escasez en la producción de esos milagros, ¿se debe a nuestra poca fe o será que Dios no quiere ahora lo espectacular?
¿Sera que las señales, prodigios y maravillas eran dones particularmente apropiados a las especiales circunstancias de la iglesia primitiva?

Es nuestra creencia que es así. Y hoy en día cuando el evangelio es proclamado en las fronteras de la fe cristiana que semeja aproximadamente la situación del primer siglo, los milagros aun acompañan a veces el avance del evangelio.
Tal y como lo indicaron los profetas Oseas y Joel, al aproximarse al final de los tiempos hemos d esperar un incremento de los milagros.
Y el propio Jesús refiriéndose a sus milagros, les dijo a los discípulos que ellos ejecutarían mayores aun:
“El que en mi cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará”.
Juan 14:12

¿Qué cosas podrían ser mayores a las que Él hizo?:
Sanar a los enfermos, devolver la vista a los ciegos, resucitar a los muertos, echar fuera demonios.
Se ha dicho: “Jesús no vino a predicar el evangelio sino para que hubiera un evangelio que predicar”.

Gracias a su muerte y resurrección, tenemos ahora un evangelio que puede perdonar pecados y transformar vidas. Una vida transformada es el mayor de todos los milagros.
Cada vez que “nace de nuevo” una persona por arrepentimiento de sus pecados y fe en Jesucristo, se produce el milagro de la regeneración.
Todo esto que decimos no lleva la intención de rechazar la verdad de que en ciertas partes del mundo el Espíritu Santo ha designado a cierta gente, en su soberana voluntad, para efectuar milagros. Hace poco mencionamos el hecho de que a medida que nos aproximamos al final de los tiempos, hemos de ver y comprobar un dramático aumento de señales y maravillas que pondrán en evidencia el poder de Dios a un mundo escéptico. De la misma manera que los poderes de Satanás se desatan cada vez más y con mayor intensidad, así también creemos que Dios permitirá que se realicen señales y milagros.


Lenguas
Son muchas y variadas las experiencias que relatan las personas a este respecto. De igual manera encontramos tres posibles fuentes para lo que muchos llaman hablar en lenguas.
-      La primera es El Espíritu Santo
-      La segunda es la influencia sicológica.
-      La tercera influencia satánica.

De manera única y original el don de lenguas es dado solo por el Espíritu Santo y el único motivo será el de glorificar al Señor.

La segunda influencia es muy común, porque en el anhelo de experimentar todo lo que los demás experimentan, solemos “imitar” y no faltan las muchas personas que en una reunión simplemente imiten lo que escuchan de los demás, resultando muy difícil establecer la veracidad de esta manifestación.

La tercera es también común, porque muchas personas que de alguna manera se han contaminado con médiums o espiritistas. Sin alguien que discierna o entienda de lenguas, es en ocasiones complicado notar la diferencia.

Al par que no pretendemos ser expertos en el tema de hablar en lenguas, nuestras opiniones reconocen como fuente nuestro estudio de las Sagradas Escrituras y nuestra experiencia y conversaciones con infinidad de personas.
De una cosa estamos seguros: ni el Espíritu Santo ni ninguno de sus dones fueron dados para dividir a los creyentes. Esto no quiere decir que no tengamos nuestras propias opiniones en cuanto a lo que la Biblia enseña respecto de hablar en lenguas.
O que no debiéramos tener congregaciones locales en las cuales se le asignan importancia al hablar en lenguas o contrariamente las que no asignan esa importancia.
Pero no nos cabe duda de que cuando se abusa del don de lenguas provoca divisiones, entonces algo anda muy mal. Significa que el pecado ha penetrado en el cuerpo de Cristo.

Trasfondo Histórico
Por casi un siglo el hablar en lenguas ha jugado un rol importante entre numerosos cristianos y ciertas iglesias. Para ellos el hablar en lenguas se relaciona con la vida del cristiano inmediatamente después de su conversión.
Sin embargo, millares de los denominados creyentes “carismáticos” nunca han hablado en lenguas. No obstante ello, son aceptados como verdaderos creyentes en el Señor Jesús.
De ahí que en muchas iglesias que se consideran a sí mismas carismáticas, el hablar en lenguas no es considerado como signo esencial de haber nacido de nuevo. Coinciden en que los creyentes regenerados han sido bautizados por el Espíritu Santo e incorporados al cuerpo de Cristo, de lo cual el bautismo por agua es un signo exterior. Al momento de su regeneración el Espíritu entro a morar en sus corazones. Pero para ellos el bautismo en el Espíritu es algo que sucede después de la regeneración.
Más recientemente nació el movimiento pentecostal o carismático. Muchos de sus miembros mantienen su membrecía dentro de las denominaciones a las que pertenecen y algunos de ellos son de la iglesia Católica Apostólica y Romana.
Coinciden con las iglesias pentecostales en el énfasis que estas ponen en la sanidad y a menudo aceptan que el hablar en lenguas es un signo del bautismo en el Espíritu Santo, experiencia que ocurre después de la regeneración.
Las antiguas iglesias pentecostales se sienten preocupadas y algo molestas porque no siempre ven un cambio en el estilo de vida entre los neopentecostales, cosa que atesoran como algo intrínseco a la vida ungida por el Espíritu.

No se puede negar el hecho de que el énfasis neopentecostal ha estrechado los vínculos entre los protestantes y católicos romanos en ciertas partes del mundo, no sobre las bases de haber logrado acuerdos en sus diferencias teológicas en temas tales como la justificación por la fe, el hablar en lenguas y en el bautismo con el Espíritu Santo. Sin embargo, hemos conocido muchos católicos romanos, como también protestantes, que se denominan a sí mismos carismáticos pero que jamás hablaron en lenguas. Para ellos ha sido realmente un redescubrimiento de una personal relación con Cristo.

Datos bíblicos sobre la glosolalia
El hablar en lenguas (o glosolalia, término derivado de los vocablos griegos equivalentes) figura solamente en dos libros del Nuevo Testamento: Hechos de los Apóstoles y 1Corintios (si bien se lo menciona en Marcos 16:17, que la mayoría de los eruditos creen que no figura en el manuscrito original). La palabra pareciera ser aplicada de dos maneras diferentes. Una de ellas estaría en relación con los sucesos acontecidos en Pentecostés, cuando se produjo la prometida llegada del Espíritu Santo. Un cuidadoso estudio de este pasaje en Hechos 2 nos dice que las “lenguas” eran idiomas conocidos, entendidos por los visitantes extranjeros en Jerusalén. Así, pues, el pequeño grupo de cristianos recibió la sobrenatural capacidad de hablar en otros idiomas.
¿Qué ocurrió en Pentecostés?
El capítulo 2 de Hechos nos dice que ocurrieron cuatro cosas que señalaron el advenimiento de la nueva era.
1-   Primera, un estruendo del cielo, como de un viento recio llenó la casa.
2-   Segunda, algo que semejaba lenguas de fuego se asentó sobre cada una de las personas congregadas en el aposento alto.
3-   Tercera, todos fueron llenados del Espíritu Santo.
4-   Cuarta, todos hablaron en lenguas al otorgarles el Espíritu la capacidad de hacerlo. Esas lenguas eran idiomas conocidos por la gente espaciad en todo el imperio Romano que habían arribado a Jerusalén para le pentecostés.
Algunos creen que el milagro se produjo en el oído de los oyentes. Otros creen que los apóstoles recibieron un sobrenatural don de hablar en idiomas foráneos que desconocían. Cualquiera sea la posición que adoptemos ¡Se produjo un “milagro”!

El mismo vocablo básico para “llenado” aparece en Hechos 4:8 donde Pedro, “lleno del Espíritu Santo” (no se menciona hablar en lenguas), predicó su breve sermón al sumo sacerdote y a los dirigentes judíos.

La misma raíz del vocablo figura en conexión con Juan el Bautista, en Lucas 1:15 donde la Escritura dice que “será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre”. Sin embargo, nada dice la Escritura de que Juan haya hablado en lenguas.

En la experiencia de la conversión de Pablo, Ananías se allegó diciéndole que Jesús lo había enviado “para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo” (Hechos 9:17). Pablo recuperó la vista, fue bautizado y “en seguida predicaba a Cristo en las sinagogas diciendo que éste era Hijo de Dios”. Hechos 9:20). Nuevamente nada se dice de hablar en lenguas.

En el capítulo 19 de libro de Hechos relata la historia de Pablo en Éfeso. Encontró allí algunos creyentes que nada sabían de la venida del Espíritu. Se nos dice que cuando les hubo “impuesto las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas y profetizaban” (Hechos 19:6). En este pasaje la Escritura no dice que fueran llenos del Espíritu. De cualquier manera, hablaron en lenguas y profetizaron, si bien no hubo lenguas de fuego ni viento recio, como ocurrió en Pentecostés.
Más aún, el relato de Hechos 19 no dice si los idiomas hablados eran idiomas que la gente presente entendía y tampoco mencionaba la presencia de intérpretes. Por lo menos podemos presuponer que eran idiomas conocidos en algún lugar del mundo.

Cuando vamos a un país extranjero a predicar, hablamos en ingles. El ingles es un idioma desconocido para la mayoría de nuestros oyentes. Por ejemplo, en el noreste de la india hablamos a muchos miles en cada reunión; utilizamos 17 distintos intérpretes para traducir nuestro mensaje a 17 diferentes dialectos, para que la gente pudiera entender nuestro desconocido idioma.
A nuestro juicio, esto es parecido a lo que sucedió en Pentecostés, con la excepción de que aquello fue un milagro divino. Puede haber sido que cada uno de los que hablaban lo hacía en un idioma que algunos oyentes entendías, o que el Espíritu Santo interpretaba a cada uno de los oyentes en su propio idioma lo que decía, y en este último caso el milagro seria el otorgamiento de su capacidad de entender.

Lenguas “desconocidas” en 1Corintios
En 1Corintios el hablar en lenguas pareciera ser algo muy distinto de lo que se relata en Hechos de los Apóstoles, si bien en Hechos y en 1Corintios se utilizaba la misma palabra griega cuando se habla de “lenguas”.
En Pentecostés los discípulos hablaron en lenguas conocidas a la gente que visitaba Jerusalén. Los que hablaban, llenos de poder por el Espíritu Santo, no conocían estos idiomas pero si los conocían sus oyentes.. En cambio en 1Corintios los oyentes no escucharon un idioma que conocían de modo que se requirió la presencia de intérpretes.
El problema constituye en saber si los idiomas que menciona la primera carta a los corintios eran idiomas conocidos. Algunos eruditos Bíblicos sugieren que si, en tanto que otros sostienen que era simplemente alguna forma de emisión extática distinta a todo idioma humano conocido.
Personalmente nos inclinamos por esta última posición. Pero de cualquier manera que sea, poca diferencia hace en nuestra comprensión del pasaje, si bien algunos señalan que si el don de lenguas de 1Corintios era un lenguaje conocido, ya que no guardaría relación con mucho de lo que se ha rotulado como “lenguas” en el dia de hoy. El hecho de que la “interpretación” es vista como un don espiritual nos hace pensar que el don de lenguas mencionado en 1Corintios no era un idioma conocido que pudiera ser entendido por alguien que naturalmente hablara este idioma.
El capítulo 13 de 1 corintios tiene su propio enigma o misterio. Pablo menciona el idioma de ángeles y de hombres. No puede caber duda alguna que el idioma de los ángeles nos es totalmente desconocido a los hombres, pero va implícito que alguien pudiera hablar en tal idioma. En Corintios Pablo habla de lenguas como un don que proviene del Espíritu Santo, de modo que el Espíritu Santo puede otorgar a alguien la capacidad de hablar en un idioma angélico. Claro está que Pablo deja bien aclarado que no a todos les da particular don. Es debido a estas razones que encontramos difícil vincular el llenado del Espíritu Santo a un segundo bautismo acompañado necesariamente de la señal de hablar en lenguas. No hallamos sólidos fundamentos escriturales para sostener la posición de que el hablar en lenguas, como señal, se le brinda a todos los que son bautizados por el Espíritu Santo, en tanto que el hablar en lenguas, como un don, se le otorga a algunos.
Por otra parte pensamos que puede ser incorrecto el uso moderno que se le da a “carismático”. En 1Corintios, “charismata” es el vocablo griego que expresa los dones que Dios otorga a los creyentes. Nadie puede adquirir este don por sí mismo.
Como haremos de ver, los dones según Pablo, provienen del soberano accionar del Espíritu Santo de Dios que reparte “a cada uno en particular como él quiere” (1Corintios 12:11)
Dice Pablo:
“Porque un solo Espíritu (pues eso es lo que dice el idioma griego) fuimos todos bautizados en un cuerpo” (1Corintios12:13). Pero, además de ello, el Espíritu Santo distribuye dones a los diversos miembros de cuerpo. Así, pues, todo creyente obtiene algún don. ¡Y por lo tanto, todo creyente es un carismático!
Mas aun, Pablo no indica que un determinado don pertenece a todo creyente. Dice solamente que recibe “algún don”. Les dice a los corintios que deben “procurar los dones mejores” (1Corintios 12:31). La enciclopedia Espas-Calpe define la palabra procurar como “hacer diligencia o esfuerzos para conseguir lo que se desea”. Y en 1Corintios 13 afirma el Apóstol que todo don que no acompaña de amor es despreciable y carente de valor.

Observaciones respecto al don de lenguas
En relación con el don de lenguas, según 1Corintios 12:30 y el extenso análisis que sobre el tema hace el capítulo 14 de 1Corintios, debemos anotar a continuación las siguientes reflexiones:

1-   Primera: Hay un concreto y preciso don de lenguas al parecer distinto al expresado en Pentecostés, porque en este caso no se requirió interpretación alguna.
Además en Pentecostés el fenómeno se acompañó de otras señales, tales como las lenguas de fuego y el viento recio.  Nada de esto se menciona en relación con los dones del Espíritu Santo en 1Corintios.
Si bien hay francos desacuerdos entre los creyentes sobre la validez del don de lenguas el día de hoy, personalmente no hallamos justificación bíblica alguna para sostener que el don de lenguas tenía solo validez para los días neotestamentarios. Pero al mismo tiempo se transforma fácilmente en un factor divisivo y de malos entendidos. Testimonio de ello es el hecho de que Pablo consideró necesario extenderse en los capítulos 12. 13 y 14 de 1Corintios. (Al par que hacía hincapié en que era el mejor de los dones, Pablo le dedicó más espacio que a ninguno de los otros.) Por lo tanto cuando ocurre hoy en día, debe practicarse cuidadosamente con las salvaguardias bíblicas anotadas por Pablo.
Asimismo, al par que el don de lenguas puede manifestarse hoy en da como un valioso don espiritual, ello no quiere decir que toda manifestación de lenguas ocurre según la voluntad de Dios y deba ser aprobada por nosotros a ojos cerrados.

2-   Segunda: debe subrayarse con trazos bien definidos, como aparece claramente indicado en 1Corintios 12__14, que el don de lenguas es un don del Espíritu Santo y no un fruto del Espíritu.
Como habremos de ver más adelante, el fruto del Espíritu anotado en Gálatas 5:22, 23 debiera señalar o rotular a todo cristiano que anda en el Espíritu.
Por otra parte, los dones son distribuidos entre los creyentes según la soberana voluntad y disposición de Dios. Por lo Tanto, es un don que pueden poseerlo algunos y otros no. No hallamos razón ni argumento bíblico que el don de lenguas sea un don que Dios quiere que posea todo creyente.
Sería incorrecto que los creyentes que no han recibido el don de lenguas se sientan como cristianos “de segunda categoría” o que anhelen ardientemente este don si Dios no consideró conveniente dárselo. Igualmente incorrecto es que quienes poseen este don procuren a los demás a que lo obtengan o enseñar que todos los creyentes, sin excepción, deban experimentarlo.

3-   Tercera: El don de lenguas mencionado en 1Corintios 12__14 es sin duda uno de los dones del Espíritu menos importantes; en realidad, pareciera el de menor importancia. Y ello se debe a que a menudo no brinda beneficio espiritual a otros creyentes. Los otros dones claramente se ejercitan para edificar y fortalecer el cuerpo de Cristo. Y si bien el don de lenguas pudiera brindar ese beneficio en un culto público de adoración (siempre y cuando haya un intérprete presente), los otros dones están más directamente involucrados en el mutuo fortalecimiento de todos los creyentes.
Por ello es que el don de lenguas no debe considerarse como la señal de más elevada madurez cristiana. En realidad de verdad, millones de cristianos espiritualmente maduros, jamás hablaron en lenguas y muchos que hablan en lenguas no es necesariamente un signo de su madurez.

4-   Cuarta: El don de lenguas no es necesariamente un signo del bautismo del creyente por el Espíritu Santo y su incorporación al cuerpo de Cristo. Ello es especialmente cierto respecto de 1Corintios, porque las personas que allí se mencionan ya habían sido incorporadas al cuerpo de Cristo de una vez por todas.
En ninguna parte de la Biblia leemos que el don de lenguas sea una necesaria evidencia de haber sido bautizados por el Espíritu Santo e incorporados, por el bautismo, al cuerpo de Cristo, la iglesia. Aun en Hechos, donde se menciona el hablar en lenguas, no hay ninguna indicación de que fuera necesaria evidencia de haber sido bautizados en el Espíritu Santo.
De la misma manera, el don de lenguas no debe ser equiparado necesariamente al llenado del Espíritu. Podemos estar llenos del Espíritu Santo y jamás hablar en lenguas. El llenado del espíritu puede manifestarse de muy diversas maneras y experiencias en nuestras vidas, de las cuales el hablar ocasionalmente en lenguas, puede ser alguna de las evidencias.
Algunos de los cristianos más llenos del Espíritu Santo que hemos conocido a lo largo de nuestra vida nunca experimentaron el don de lenguas y no por ello estaban menos llenos del Espíritu Santo.

5-   Quinta: Tanto la Biblia como la experiencia nos advierten que el don de lenguas puede ser fácil objeto de abuso y hasta puede llegar a ser peligroso. Así, por ejemplo, el don de lenguas ha llevado a quienes lo poseen a un estado de orgullo espiritual. Algunos experimentan el don de lenguas y de inmediato se figuran se mejores o más espirituales que otros creyentes que no han recibido este don. Tal cual es diametralmente opuesta a la adecuada actitud de un creyente lleno del Espíritu.
Creemos conveniente señalar otros peligros.
-Por ejemplo, como ya lo hemos indicado, hablar en lenguas divide fácilmente, por el orgullo y la necesidad de imponerlo de algunos creyentes.

-Igualmente, estar orgulloso de no hablar en lenguas, es igualmente malo. Aquí el mayor peligro está en el desequilibrio.

-En ocasiones la persona que recibe este don se ve absorbida y se olvida de los otros dones del Espíritu, restándole importancia a la evangelización, lo que si debe tener un significado relevante en nuestras vidas.

-Otro peligro es creer que hablar en lenguas, nos da madurez espiritual y poder. Recordemos que los dones son para la gloria de Cristo y no la del hombre. La única manera de asegurar madurez espiritual es a través de la oración, la Biblia y la comunión.

-El último peligro puede estar en las imitaciones fraudulentas. Aun en muchos cultos no cristianos, se utiliza algo muy similar al hablar en lenguas o también ya lo hemos visto puede ser el resultado de una actividad demoniaca. Existen muchos casos comprobados de personas poseídas por demonios que cuentan con la capacidad de hablar en ciertos idiomas corrientes.
La Biblia registra el hecho de que los magos de la corte del Faraón pudieron reproducir hasta cierto punto los milagros de Dios.
No en balde dijo Juan: “No creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios” 1Juan 4:1.
Ya hablamos de esto cuando analizamos el don de discernimiento.
Ninguna experiencia debe tomar en nuestras vidas el lugar de la Palabra de Dios.
Dios el Espíritu Santo nos ha dado la Biblia y ningún don que provenga verdaderamente del Espíritu Santo entrará en contradicción con lo que dice la Biblia.

6-   ¿Qué decir del uso privado y devocional del don de lenguas como medio de alabar a Dios y experimentar su comunión?
Muchas personas después de un largo rato de oración, se percatan haber estado hablando en lenguas, pero no lo hacen público.
Es sensato de quien posee este don ser prudente y no darle total relevancia. No es bueno hablar en exceso del don de lenguas.
En realidad es muy poco lo que la Biblia dice al respecto. El uso privado del don de lenguas va implícito en el comentario de Pablo cuando dijo:
“Hablo en lenguas más que todos vosotros; pero en la iglesia prefiero hablar cinco palabras en lengua conocida”.
1Corintios 14:18.

Lo más importante entre creyentes siempre será la comunión y las diferencias ocasionadas por el don de lenguas no deben ser la piedra de tropiezo.
Aun que no estemos totalmente de acuerdo los unos con los otros, creemos en el mismo Dios y eso es lo importante.
Y aun que pensamos que el don de lenguas no es un don para todos, si lo es el ser llenados por el Espíritu, sin que esto deba manifestarse en señal alguna.
En 1Corintios 14 Pablo afirma, sin dejar lugar a dudas, que el profetizar es más importante que hablar en lenguas. Pero al mismo tiempo ordena “no impidáis el hablar en lenguas” (1Corintios 14:29).
¿Es este un don que Dios ha creído útil y conveniente otorgarnos?
No permitamos que se aun motivo de orgullo o de preocupación. Deberíamos cimentarnos en la totalidad de la Palabra de Dios. Y sobre todas las cosas aprendamos lo que significa amar a los demás, incluso a los creyentes que pueden no coincidir totalmente con nuestros énfasis.
Se nos ordena especialmente:
“Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne”.
Gálatas 5:16.
Los dones singulares, sanidades, milagros y lenguas, probablemente atrajeron tanto la atención de la gente en el primer siglo como lo hacen el día de hoy.
Jamás deben ser explotados por motivos egoístas, deben ser usados en estricto acuerdo con los principios fijados por Dios en la Biblia. Y esto también debería contribuir a la unidad del Espíritu. Utilizados para provecho común y la ampliación del reino de Dios.