El Espiritu Santo leccion 4

Los Estudiosos de la Biblia han explorado y debatido la cuestión de cuantas naturalezas posee el creyente en Cristo. El aspecto más importante de la cuestión trata con la enseñanza de las Escrituras. Otra parte de la discusión concierne a la definición de la palabra naturaleza. Y otro aspecto aun tiene que ver con la experiencia del creyente (los deseos, pensamientos y acciones pecaminosas que constituyen una faceta de su vida actual). Recurrir a las Escrituras siempre representa el mejor método.





Aunque la palabra “naturaleza” aparece en varios lugares en el Nuevo testamento (ver Romanos 2:27; 11:21, 24; 1Corintios 11:14; Santiago 3:7; 2Pedrp 1:4), su uso más relevante en la presente cuestión se encuentra en la afirmación  del apóstol Pablo:
“éramos por naturaleza hijos de ira”
Efesios 2: 3c
Por otro lado el apóstol explica que:
“nuestro viejo hombre fue crucificado  juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado”.
Romanos 6:6b.
También dice que:
“… hemos muerto al pecado…”
Romanos 6:2b
y que:
“según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios, pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros”
Romanos 7:22b-23.

A la luz de estas afirmaciones podemos afirmar lo siguiente:
1-   El creyente ha sido cambiado y fue cocrucificado con Jesús.
2-   El cristiano, no obstante, retiene la capacidad para pecar y al nivel de la carne, cierta atracción por el pecado.
3-   La persona que ha creído en Jesús ha sido liberada de cualquier y de toda obligación al antiguo amo, el pecado, estando así en plena libertad de obedecer a Dios en el poder del Espíritu Santo.

Así, cuando Pablo explica que “hemos muerto al pecado” está hablando del “pecado” como un “amo” a quien se le debe obediencia. Nuestra unión con Cristo en su muerte rompe esa relación y nos libera para obedecer a nuestro nuevo amo, el Señor Jesucristo. No obstante, necesitamos el poder del Espíritu Santo para que la libertad posicional que tenemos pueda ser experimentada como realidad práctica en nuestro comportamiento y relación con el Señor.

La palabra santificación se usa en varias formas, aunque tiene el sentido fundamental de separación de lo malo o común para un propósito santo y especial. El concepto bíblico y/o teológico puede hacer referencia a un hecho establecido una vez para siempre en el pasado (1Corintios 1:30; 6:11), a una obra progresiva (Juan 17:17) y a la realidad futura que representa la culminación del proceso mismo de llegar a ser cada vez más como el Señor Jesucristo (1Juan 3:2). Este texto no contiene la palabra “santificación” pero representa el concepto de la perfección futura del creyente.
Así, se puede hacer referencia a la santificación posicional, progresiva y perfecta, respectivamente. Un teólogo ha comparado los diversos usos a la experiencia de un niño con una paleta de caramelo. Cuando el niño primero se pone la paleta en la boca la identifica con sí mismo, esto es, ha sido separada para su propio uso. Esto corresponde al aspecto posicional de la santificación. Entonces, el muchacho comienza a chupar la paleta y esta comienza a disminuir cada vez más. Esta acción se relaciona con la faceta progresiva de la santificación. Por fin, el niño consume la paleta por completo. Esta etapa representa el final de proceso, la santificación perfecta.
Tanto el séptimo como el octavo capítulo de Romanos hablan de la experiencia normal del creyente pero en diferentes sentidos. En Romanos 7 veremos retratada la experiencia frustrante del cristiano (que aun retiene la capacidad para pecar) de intentar obedecer al Señor y vencer el pecado con el mero esfuerzo y poder humano. Este capítulo reconoce la realidad de la batalla contra y la atracción hacia el pecado que el creyente experimenta:
“Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros”
Romanos 7:22-23

Pero aunque esta experiencia es considerada normal para el creyente, este capítulo sirve como preludio para la victoria disponible por medio de la Persona del Espíritu Santo, descrita en Romanos 8:
“Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte”
Romanos 8:2
“Porque el ocuparse en la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz”; “Y si el Espíritu de Aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros”
Romanos 8:11

Así, en un sentido distinto, esta experiencia de vida, libertad, poder, paz y obediencia representa la existencia esperada, preferida y normal que debe tener el creyente.
El estado emocional o la condición experimental del creyente no siempre concuerdan con la realidad espiritual y posicional establecida cuando creyó en Jesús para vida eterna. El hecho de que a veces nos sentimos muy tentados y atraídos al pecado no cambia el hecho de que:
“Hemos muerto al pecado”
Romanos 6:2b.
y que:
“hemos sido liberados del pecado”
Romanos 6:22ª.
Estas frases no quieren decir que el cristiano es impenetrable con referencia al pecado. Más bien consideran al pecado como un amo al cual el creyente ya no está bajo la obligación de servir. Así, tienen que ver con la libertad del creyente en cuanto a rendir servicio y no con la ausencia de tentación o deseos pecaminosos.
Hallamos ideas similares y relacionadas en Romanos  7:4:
“Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios”

“Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne…”
Romanos 8:12.

Nuestra liberación posicional fue efectuada cuando creímos, por medio de la cocrucifixión con Jesús a fin de que tengamos una experiencia de obediencia o de vida nueva que corresponde a la resurrección:
“Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva”.
Romanos 6:4.

Así somos libres del viejo amo y estamos unidos al Señor Jesús, nuestro nuevo AMO y capacitados para servir a la justicia y no al pecado:
“Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y liberados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia”.
Romanos 7:17-18