El Espíritu Santo-Leccion 2

Existe una intima relación entre el Espíritu Santo y las Escrituras ya que el Espíritu Santo vigiló la creación de las mismas. La Biblia indica que el Espíritu Santo dirigió a cada autor para que escribieran precisamente lo que Dios, el autor por excelencia, quería comunicar en las Escrituras. El apóstol Pedro nos enseña que el Espíritu Santo fue quien dirigió a los autores:

“porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo”.
2Pedro 1:21.

Dichos “santos hombres” fueron preparados providencialmente por Dios para que sus personalidades, conocimientos y sus mismísimos tiempos para vivir concordaran con la obra de escribir para la cual el Espíritu Santo les capacitó.

La palabra ferómenoi traducida “inspirados” de la Reina-Valera 1960 y la Biblia de las Américas representa una palabra griega diferente que aquella traducida “inspirada” en 2Timoteo 3:16ª:
“Toda la escritura es inspirada por Dios…”. De manera que propiamente son las Escrituras las que son inspiradas y no sus escritores, en sí. Estos fueron dirigidos por el Espíritu Santo (la Nueva Versión Internacional traduce “impulsados” y refleja el uso de un término relacionado en Hechos 27:15d que habla de una barca usada por el apóstol Pablo en 2Timoteo (y traducida “inspirada”) significa algo como exhalada por Dios indicando que las Escrituras son producto del aliento divino y creativo del Señor.

En resumen, las Escrituras son plenamente humanas en el sentido de que Dios en su providencia preparó a los hombres, que el Espíritu Santo dirigió, para escribir todo lo que Él quería, resultando asi las Sagradas Escrituras un “Libro Inspirado”.
Para comprender la relación del Espíritu Santo con las Escrituras debemos diferenciar entre la revelación y la iluminación.
La revelación trata de conocimientos revelados o dados a conocer por Dios a los hombres, información que ellos no sabían y que debe ser comprendida y aplicada.
Por otro lado la iluminación trata del esclarecimiento necesario para comprender y aplicar información en el contexto de una relación con Dios vivo y todopoderoso. De manera que en la revelación Dios comunica nueva información mientras que con la iluminación se comprende la verdad recibida.

Los creyentes poseemos las Escrituras en su totalidad de manera que podemos vivir confiados en que tenemos toda la verdad que necesitamos para nuestro peregrinaje terrenal.
Por otro lado Dios nos puede dar comprensión en lo que Él ya ha revelado. Sin dudas, una persona no creyente puede entender el sentido de algún texto bíblico (y hasta conseguir interpretación correcta) sin tener comprensión de lo que es una relación personal con Jesucristo. Por otro lado, no debemos pensar que la iluminación representa una experiencia mística irracional que hace innecesaria la lectura, el esfuerzo y la buena interpretación.

El ejemplo de los bereos aun tiene vigencia:
“Y ellos, habiendo llegado, entraron en la sinagoga de los judíos. Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada dia las Escrituras para ver si estas cosas eran así”.
Hechos 17:11
Dios se comunica en proposiciones objetivas reveladas por Él y comprensibles en sí y a un nivel espiritual por medio de la iluminación que Él provee.
Algunos reclaman la dirección personal y específica del Espíritu Santo para alguna decisión que han de tomar en sus vidas que no concuerda con los principios claros de las Escrituras. Estas “revelaciones” puede que tengan algunas o todas las siguientes características:
1-   Falta de especificidad (Esto es, revelaciones que se aplican a más de una situación.)
2-   Falta de concordancia con la verdad revelada (contradicción con la enseñanza clara de las Escrituras).
3-   falta de sabiduría y razón (dependencia excesiva en las emociones).
Los casos clásicos en los cuales se reclama “dirección especial” tratan del creyente que quiere casarse con un no creyente y ha recibido “certeza” o “seguridad” de que una vez casados, este (o esta) creerá en Jesús y todo saldrá bien.
Otro, el creyente que decide dejar a su esposa porque ha encontrado la compañera idónea que representa el plan original y perfecto de Dios.
Otros casos tratan de personas que se sienten “llamadas” a algún ministerio con más alto salario y menos problemas que el actual en el cual trabajan.

Pero, el Espíritu Santo jamás sugiere, ordena, ni permite acciones que van en contra de las mismísimas Escrituras que Él mismo vigiló.
Al contrario, el Espíritu concuerda perfectamente con las Escrituras en que estas reflejan precisamente su voluntad, expresan la verdad y son veraces.

Esto significa que si deseamos saber la voluntad del Espíritu Santo la podemos hallar en las Escrituras. Además, si queremos saber la verdad, la doctrina sana, la enseñanza correcta debemos recurrir a la Biblia.

Por fin, si queremos conocer la veracidad de un hecho histórico podemos confiar en la Palabra.

(Nota: esta ultima distinción entre la verdad y lo veraz se hace ya que la Biblia incluye reporte de mentiras tales como la falsa seguridad dada a Eva por Satanás (cosa que muchos maestros de la biblia y escritores han indicado). En dichos casos podemos confiar en que las Escrituras reportan los eventos y las palabras falsas tal como trascurrieron, sin aprobar las acciones y afirmaciones que allí aparecen.)

En resumen, nunca habrá falta de concordancia entre la enseñanza clara de las Escrituras y la Santa Voluntad del Espíritu.

El Espíritu Santo no solo realizó una obra única en la elaboración de las Sagradas Escrituras, sino que realiza un papel esencial en la salvación de los no creyentes. Uno de los pasajes más claros respecto a la obra del Espíritu Santo con relación al mundo no creyente se halla en:
“Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuese, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mi; de justicia, porque voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado”.
Juan 16:7-10

El Espíritu convence a no creyentes de su pecaminosidad y necesidad correspondiente de un Salvador. Estos pueden estar seguros de que el Padre ha quedado satisfecho con el sacrificio del Señor Jesucristo y ahora puede regalar su justicia a todos los que creen en Jesús. Además, convence al no creyente del futuro juicio inevitable. Si Satanás ya fue juzgado por medio de la victoria de Jesús. ¿Qué esperanza tienen aquellos que han decidido permanecer en sus pasos?
De manera que el creyente puede comunicar las Buenas Nuevas de la salvación confiado en que el Espíritu Santo está obrando con los que no han creído a fin de que crean en Jesús para vida eterna.